En un acto orquestado con maliciosa precisión, el presidente Biden pospuso la revelación de su embargo de armas a Israel, eligiendo el simbólico escenario del Museo del Holocausto para hacerlo.
Allí, frente a una audiencia impregnada de la memoria colectiva judía, prometió un “compromiso inquebrantable” con la seguridad de Israel. Sin embargo, mientras sus palabras resonaban en los corazones de muchos, encerraban una verdad que se desvanecía en el eco de sus propias contradicciones.
No obstante, el entramado de falsedades se extendía más allá de las fronteras de Israel o los corredores del poder en Washington.
La estrategia de la administración Biden había sido utilizar la ayuda militar destinada a Israel como moneda de cambio para asegurar un paquete de ayuda mucho más amplio y controversial hacia Ucrania.
Desafiando las presiones, Biden rechazó las peticiones republicanas de un paquete independiente para Israel, lo cual yo había advertido como un posible señuelo y cambio: una promesa que tal vez nunca se materializaría.
Ahora, con una frialdad calculadora, el presidente bloquea incluso la ayuda que precedía al acuerdo propuesto.
Para sellar sus designios, la administración llevó a cabo sesiones informativas clasificadas con el presidente de la Cámara, Johnson. La revelación de estas sesiones era tan sombría como esperada: estaban plagadas de engaños.
Johnson, visiblemente preocupado, confesó que sus temores se agudizaron tras escuchar a Biden amenazar con cortar el suministro de armas a Israel, una acción que, según informes, ya se estaba ejecutando en silencio.
Johnson compartió su reacción inicial: “Wow, eso es un cambio completo de lo que me han dicho, incluso en, sabes, las últimas horas”, reveló. Con una voz que fluctuaba entre la sorpresa y la frustración, añadió, “Hace 24 horas, altos funcionarios de la administración me aseguraron que la política era muy diferente a lo que él dijo allí. Así que espero que solo sea un desliz”.
Continuó explicando cómo había sido tranquilizado por funcionarios de la Casa Blanca, quienes le aseguraron que los rumores sobre un cese de armas a Israel no eran precisos y no contradecían los acuerdos previos con el presidente.
“Estaba en el SCIF, en discusiones clasificadas con algunos altos funcionarios de la administración”, relató Johnson, refiriéndose a una instalación segura en el Capitolio.
“Mi preocupación surgió cuando nos enteramos de que este envío de municiones se estaba retrasando. Esto era alarmante porque había obtenido compromisos de los altos funcionarios antes de que aprobáramos el paquete suplementario para la ayuda a Israel, de que eso no sucedería”.
Agregó que había recibido garantías, tanto por escrito como verbalmente, de que no habría “retrasos en la entrega de armas a Israel, porque se necesita desesperadamente”.
Por lo tanto, la revelación era clara: la administración Biden había mentido. No solo a los votantes, sino que su personal había engañado durante sesiones informativas clasificadas, y se les había instruido mentir directamente al presidente de la Cámara.