La retórica inflamatoria se despliega en toda su magnitud, con acusaciones resonantes y condenas severas. Desde las altas esferas de la política estadounidense, incluido el presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, hasta organizaciones como B’Tselem, se propaga un mito incendiario: “los colonos de Cisjordania, aprovechando la guerra contra Hamás, están invadiendo tierras privadas y desatando una violencia contra los palestinos a una escala alarmante y sin precedentes”.
En un acto audaz, la vicepresidenta Harris, en plena ofensiva israelí contra Hamás, no dudó en reprender al presidente Isaac Herzog, exigiendo castigo para los “colonos extremistas” por sus actos de violencia. El eco de esta crítica resonó en el Departamento de Estado de EE. UU., donde se condenó la “violencia sin precedentes” de estos “colonos extremistas”, y se llegó al extremo de prohibirles la entrada a Estados Unidos.
Sin embargo, esta narrativa es un espejismo. Lejos de ser una ola de violencia sin precedentes, la situación en Judea y Samaria es tergiversada. La obsesión en Washington por el supuesto “terrorismo de los colonos” se basa más en la falsedad que en la realidad.
¿Cuál es la raíz de estas falsedades? Parece ser un intento patético de “equilibrar” los crímenes de Hamás. Así, los supuestos amigos de Israel y los israelíes de extrema izquierda intentan distanciarse de los “malos israelíes” (los colonos) y, a regañadientes, condenar a los “malos palestinos” (Hamás). Se trata de un esfuerzo por establecer una falsa equivalencia moral entre israelíes y palestinos, promoviendo la idea de un “ciclo de violencia” y evitando parecer demasiado inclinados hacia Israel, incluso cuando Hamás y la Yihad Islámica Palestina cometen atroces crímenes.
La ONU, con figuras como Antonio Guterres y Tor Wennesland a la cabeza, no se queda atrás en esta dinámica de condena. Regularmente, denuncian el “ciclo continuo de violencia” en Judea y Samaria, poniendo a israelíes y palestinos en el mismo nivel de odio y violencia, como si eso justificase los genocidios y crímenes de guerra de Hamás.
Para cortar a través de esta niebla de batalla, mentiras y desinformación, decidí ir directamente a la fuente. Presenté una solicitud oficial al Shin Bet, la entidad gubernamental encargada de monitorear y prevenir la violencia en Judea y Samaria, en busca de la verdad.
La información meticulosamente detallada que obtuve del Shin Bet desmantela por completo la narrativa inflamada que se ha difundido. Resulta evidente que, contrariamente a las acusaciones exageradas, no ha habido un incremento significativo en la violencia perpetrada por la derecha judía contra los palestinos en Judea y Samaria durante la actual guerra de Gaza. Las cifras no muestran un salto en “la violencia de los colonos” en los meses de octubre y noviembre, ni siquiera en comparación con el mismo período del año pasado.
El número total de incidentes violentos en 2023 se mantiene constante respecto a 2022, rondando los 1.000 casos anuales. Estos incidentes varían desde confrontaciones verbales y lanzamiento de piedras hasta actos de vandalismo como pintadas y daños agrícolas, e incluso incendios provocados en casas o mezquitas. Sin embargo, es notable que ha habido una reducción del 50% en los incidentes graves este año, aunque aquellos que sí ocurrieron fueron más violentos. En los últimos 60 días, no se han registrado “actos de terrorismo”.
Este panorama contrasta marcadamente con las acusaciones hiperbólicas de B’Tselem, que afirmaba que “600 palestinos de 13 localidades fueron forzados a abandonar sus hogares” por temor a los ataques de los colonos. Esta acusación carece de cualquier fundamento. Organizaciones como Yesh Din, el Ministerio de Salud de la Autoridad Palestina y la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios han inundado a los medios internacionales con estadísticas falsas, alegando que más de 180 palestinos han sido asesinados por las fuerzas y colonos israelíes este año, etiquetándolos como víctimas inocentes de la “violencia de los colonos”.
Sin embargo, la realidad es que casi la totalidad de estas muertes corresponde a terroristas palestinos neutralizados por las FDI en operaciones antiterroristas, enfocadas principalmente en zonas de conflicto como Jenín, Nablús, Hebrón y otras áreas de Cisjordania. Las operaciones de las FDI son cruciales para prevenir tragedias como el genocidio del 7 de octubre.
Pese a todo, las acusaciones infundadas de la Autoridad Palestina y la OCHA sobre la “violencia de los colonos” persisten. Cabe señalar que sí hubo un aumento en los incidentes y ataques de colonos en 2022 en comparación con 2020 y 2021, lo cual podría explicarse por la intensa ola de ataques terroristas palestinos que afectaron tanto a los residentes judíos de Judea y Samaria como a los ciudadanos israelíes en general durante ese año.
La perspectiva que emerge es incisiva y directa, reflejando una severa crítica a la narrativa predominante en Washington y otros lugares. Un recordatorio impactante es presentado: en 2022, más de 5.000 ataques terroristas palestinos golpearon a Israel, con una violencia despiadada que incluyó tiroteos, apuñalamientos, y ataques con vehículos y artefactos explosivos, cobrándose la vida de hombres, mujeres y niños inocentes. Estos ataques fueron alarmantemente intensos, con más de 500 cócteles molotov y un aumento significativo en incidentes de lanzamiento de piedras y dispositivos explosivos improvisados (IED) en comparación con 2020.
La situación se agudizó aún más en la primavera y el verano de 2023, con casi 40 israelíes asesinados y más de 3.640 incidentes terroristas en todo Israel, destacando una agresión implacable.
Ante esta realidad, se plantea una pregunta crítica: ¿se ha descontrolado recientemente la violencia de los colonos judíos en Judea y Samaria? La respuesta, fundamentada en los datos, es un no rotundo. Aunque se reconoce la existencia de violencia por parte de algunos colonos y se insiste en que Israel debe actuar firmemente contra cualquier infracción de la ley, esta violencia es significativamente menor en comparación con los ataques terroristas palestinos, tanto en frecuencia como en severidad.
La violencia de una minoría de judíos, aunque condenable, palidece al lado de los 5.000 ataques palestinos anuales, y aún más en comparación con la devastadora masacre de Hamás el 7 de octubre y los más de 10.500 cohetes y misiles lanzados por Hamás contra civiles israelíes.
La narrativa del “aumento de la violencia de los colonos” es un mito que busca socavar el apoyo a Israel y, de alguna manera, justificar las atrocidades de Hamás. La administración Biden e instituciones académicas como Harvard y el MIT perpetúan este mito. Tal enfoque no solo distrae de la amenaza real de Hamás, sino que también intenta desacreditar la defensa de Israel.