La propuesta del presidente Donald Trump de transferir a 1.5 millones de palestinos de la Franja de Gaza a Egipto y Jordania ha sido rechazada de manera tajante por estos países, además de provocar indignación y acusaciones de “limpieza étnica”.
Es necesario considerar el problema de los refugiados en su contexto histórico. Trump ha centrado su atención en los gazatíes al sugerir, en esencia, completar un intercambio de poblaciones refugiadas que comenzó en 1948 con la primera guerra árabe-israelí. Los refugiados árabes huyeron de Israel hacia Gaza y las áreas de Judea y Samaria, mientras que otros miles partieron hacia Líbano y Siria.
A menudo se olvida que refugiados judíos, perseguidos en países árabes donde habían vivido durante milenios, huyeron en la dirección opuesta. Las cifras de refugiados que intercambiaron lugares fueron aproximadamente 711,000 árabes (según datos de la ONU) frente a 650,000 judíos, es decir, un número casi equivalente. (Otros 200,000 refugiados judíos emigraron a países occidentales).
Los judíos recibieron la ciudadanía en Israel y en Occidente. Fueron reasentados rápidamente y dejaron de ser refugiados. Sin embargo, los palestinos árabes permanecieron apátridas, muchos confinados en campamentos. No solo no fueron reasentados, sino que además se les utilizó como una herramienta de conflicto permanente contra Israel.
Dos factores influyeron para que no se les permitiera reasentarse. En 1959, la Liga Árabe aprobó la Resolución No. 1457, que prohíbe a los países ofrecer la ciudadanía a los refugiados “para evitar su asimilación en los países anfitriones”.
Por otro lado, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), creada exclusivamente para los palestinos, no solo proporciona servicios de salud, alimentación y educación en los campamentos, sino que permite que el estatus de refugiado se transmita de generación en generación indefinidamente.
Los intercambios de población han sido una norma tras numerosos conflictos en el siglo XX. De hecho, el principio de intercambio de población y reasentamiento ha sido aceptado en el derecho internacional, como en el Tratado de Neuilly (1919) y la Convención de Lausana (1923). Más de un millón de griegos de Asia Menor y el Cáucaso intercambiaron lugares con 400,000 musulmanes de Grecia.
Otro vasto intercambio de población ocurrió tras la partición del subcontinente indio en India y Pakistán. En este caso, 8.5 millones de hindúes dejaron Pakistán rumbo a India, mientras que 6.5 millones de musulmanes huyeron hacia Pakistán. Millones de alemanes y rusos fueron forzados a abandonar sus hogares durante la Segunda Guerra Mundial sin posibilidad de retorno.
Curiosamente, fue el lado árabe quien planteó por primera vez la idea de un intercambio de población en Medio Oriente. En 1949, Nuri Said, primer ministro de Irak en varias ocasiones, propuso que los 160,000 judíos de Irak fueran canjeados por los refugiados árabes desplazados por la guerra en Israel. El entonces ministro de Exteriores israelí, Moshe Sharrett, inicialmente rechazó cualquier vinculación entre ambos grupos de refugiados. El gobierno israelí interpretó esta propuesta como un intento cínico de apropiarse de las propiedades abandonadas por los judíos iraquíes. El embajador británico de la época informó que Israel aceptaba el principio de intercambio de población, pero veía la propuesta de canjear 100,000 refugiados palestinos sin hogar por 100,000 judíos que abandonarían sus bienes como un acto de extorsión.
Finalmente, en marzo de 1951, Irak legalizó la expropiación de casi toda la comunidad judía. Alrededor de 140,000 judíos huyeron a Israel, mientras que solo 14,000 refugiados palestinos llegaron a Irak. Para entonces, Sharrett había reconocido que existía una conexión entre ambas poblaciones refugiadas. Para 1970, los países árabes ya habían expulsado a sus comunidades judías, la mayoría de las cuales arribó a Israel en condiciones de extrema pobreza, tras ser despojadas de su ciudadanía y sus bienes.
Lo positivo del plan de Trump es que rompe con un tabú de décadas sobre el reasentamiento de los palestinos y ofrece una solución humanitaria al problema de los refugiados. Además, obliga a estados como Egipto y Jordania a asumir parte de la responsabilidad en un conflicto en el que participaron. Países como los Emiratos Árabes Unidos podrían colaborar en el financiamiento. En última instancia, el “intercambio de poblaciones” es la única solución equitativa.
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