Desde mi óptica, aunque limitada por la información a la que tengo acceso, percibo que la estrategia militar en Gaza se ejecuta con astucia y precisión. Sin embargo, la lenta y metódica profundización del control de las Fuerzas de Defensa de Israel en la región me inquieta profundamente. Es imperativo no menospreciar el impacto psicológico que representa para una organización terrorista, armada apenas con RPG, el resistir más de dos meses ante el ejército más poderoso del Medio Oriente, dotado de cazas F35 y los tanques más avanzados del planeta. La percepción del enemigo y la narrativa que crea son cruciales, moldeando su moral y avivando el deseo de sus seguidores de aniquilarnos.
Todos comprendemos que, en el laberinto de Gaza, la premura es un aliado del fracaso, especialmente por la existencia de túneles, y que un avance lento y cauteloso es, en realidad, la táctica militar más acertada para alcanzar nuestros objetivos, minimizando las bajas. Lento, pero sin vacilaciones. Además, los temores de perder el apoyo estadounidense si el conflicto se alarga demasiado, hasta ahora, no se han materializado. No obstante, más allá del coste psicológico que podría representar el fortalecimiento de Hamás, la lentitud trae consigo otro precio: el tiempo mismo. La prolongación del conflicto siempre conlleva el riesgo de escenarios imprevistos, lo cual nos impulsa a buscar maneras de acelerar el dominio militar sobre la Franja de Gaza, reduciendo al mismo tiempo los riesgos para nuestros soldados.
Identifico tres factores que retardan la ocupación total de la Franja de Gaza: primero, la necesidad de minimizar las bajas entre nuestros soldados, lo que exige precaución extrema; segundo, el deseo de rescatar a los secuestrados, lo que a veces conlleva decisiones, como las recientes treguas, que contradicen una acción rápida; y tercero, la consideración hacia la población civil de Gaza, exigida por Estados Unidos, cuyo respaldo es necesario.
Los dos primeros factores son, en mi opinión, una realidad ineludible. Pero en lo que respecta al tercer factor, la consideración hacia los civiles de Gaza que el mundo nos exige, existe un margen para la acción. No cabe duda de que transformar los bastiones de resistencia en Gaza en escombros, sepultando tanto a terroristas como a civiles usados como escudos humanos, precipitaría la victoria. Esta acción también nos protegería de bajas, evitando a nuestros soldados enfrentarse a peligrosas “batallas de consideración” en cada casa y callejón. Para cambiar nuestro enfoque y actuar con menos consideración hacia la población civil de Gaza y más hacia la seguridad de nuestros soldados, es esencial que la maniobra terrestre se complemente con una estrategia explicativa, ajustada al estado actual de la guerra.
La estrategia comunicativa de Israel, hasta ahora impecable, ha sido desplegar un arsenal de verdades crudas sobre las atrocidades de Hamás. Esta revelación de horrores no solo ha sido necesaria, sino también efectiva para solidificar el apoyo mundial hacia nuestra causa bélica. Sin embargo, a medida que el número de muertos en Gaza se aproxima a la desoladora cifra de 20,000, de los cuales muchos son civiles, se hace imprescindible adoptar una nueva línea argumentativa. Debemos enfocarnos en iluminar el apoyo desmesurado de los palestinos hacia Hamás y sus masacres. Las cifras son escalofriantes: más del 75% de los árabes en Cisjordania apoyan a Hamás y sus actos de violencia perpetrados el 7 de octubre. Si bien ya hemos establecido con acierto que Hamás es comparable a ISIS y a los nazis, es hora de enfrentar al mundo con una verdad aún más inquietante: Hamás es el rostro mayoritario del pueblo palestino en Judea, Samaria y Gaza, con niveles de respaldo que incluso Hitler no logró alcanzar.
Reflexionemos: en las últimas elecciones democráticas de Alemania, antes de la ascensión al poder de Hitler, este obtuvo aproximadamente el 40% de los votos. Y aunque es plausible que su popularidad aumentara en los años de auge nazi, nunca se acercó a la magnitud del apoyo que los palestinos, nuestros vecinos, muestran hacia la aniquilación de nuestro pueblo.
Este respaldo no es solo retórico. Es una realidad tangible y abrumadora. Veamos los hechos irrefutables: la participación activa de la población de Gaza en la masacre y las atrocidades del 7 de octubre está meticulosamente documentada. Asimismo, es palpable el respaldo callejero palestino a las consecuencias de aquellos actos. Cuanto más incisiva sea la explicación israelí en este punto, repitiendo estos hechos y aportando evidencias, menor será la presión internacional sobre nosotros para considerar la falaz noción de una «población no involucrada». Esta presión no desaparecerá por completo, pero sí disminuirá. Es imperativo que emprendamos este proceso explicativo de manera masiva y sistemática.
Concluyendo, quiero abordar otro aspecto crucial relacionado con el objetivo primordial de esta guerra: la erradicación de Hamás. En este sentido, la analogía con la Alemania nazi es pertinente y esclarecedora. Recordemos que en 1943, los Aliados exigieron la rendición incondicional de Alemania, una postura que mantuvieron inquebrantablemente hasta el final de la guerra. Hoy, a finales de 2023, es momento de que esta exigencia resuene de nuevo, con la misma firmeza, frente al monstruo estatal que es Hamás en Gaza. Esta demanda, vital para nuestra existencia, es tan legítima y no negociable como lo fue la demanda aliada a la Alemania nazi. Si Hamás no acata, la responsabilidad de las muertes de los inocentes recaerá exclusivamente en ellos, tal como ocurrió con el régimen nazi y las víctimas civiles en Berlín, Hamburgo, Dresde y otras ciudades alemanas. Este mensaje debe ser proclamado con claridad y contundencia. El pueblo judío ha dejado de ser una víctima; para garantizarlo, se fundó el Estado de Israel.