Israel se enfrenta a un momento crucial, no solo para su propia seguridad, sino también para redefinir su posición en el ajedrez geopolítico mundial. La guerra actual, aunque ha golpeado duramente al país tanto en espíritu como en imagen, también brinda una oportunidad única: terminar el conflicto no solo recuperado, sino en una posición de fuerza mayor a la que ostentaba antes del estallido del mismo. La clave está en cómo Israel juegue sus cartas en este delicado tablero de estrategias y alianzas.
El primer frente en esta batalla estratégica es la firme contención del eje iraní. No es suficiente para Israel lograr una victoria superficial contra Hamás; el objetivo debe ser más ambicioso y exhaustivo. Esta guerra no se gana solo con victorias tácticas en Gaza. El verdadero triunfo radica en erradicar las amenazas estratégicas que emanan tanto de Hezbolá como de los hutíes. Una victoria en estos tres frentes significaría un cambio radical, no solo restaurando la seguridad en las fronteras de Israel, sino también reafirmando su papel como un guardián de estabilidad en la región.
Enfrentar a Hamás no es solo un golpe al islamismo suní, sino también una señal clara a las naciones del Golfo, que observan con ansiedad y esperan que Israel termine el trabajo de forma concluyente. Por otro lado, un ataque decisivo contra Hezbolá no es solo un golpe al brazo armado de Irán; es un mensaje contundente a toda la red terrorista chiíta. En las últimas dos décadas, Irán ha remodelado el paisaje regional, infiltrándose y fortaleciendo su influencia a través de financiamiento, entrenamiento y armamento. Hezbolá, en este juego de poder, no es un actor menor, sino un pilar central. Neutralizar a Hezbolá tendría un impacto directo no solo en la seguridad de Israel, sino en la dinámica del poder en Líbano, evitando que este país caiga bajo el yugo de una república islámica dominada por Hezbolá.
El segundo gran tablero en el que Israel debe mover sus piezas es en el dominio marítimo. La amenaza de los hutíes en el Mar Rojo, con sus graves implicaciones económicas, exige una respuesta israelí. Esta no debería limitarse a operaciones puntuales de ataque o asesinatos, sino que debe ser vista como una oportunidad para fortalecer la presencia naval de Israel a largo plazo. Asegurando la libertad de navegación tanto en el Mar Rojo como en el Mediterráneo, Israel puede posicionarse como un actor crucial en estas rutas vitales para el comercio global.
El tercer aspecto crucial en este escenario es la exportación de seguridad. A pesar de los desafíos económicos que la guerra impone a Israel, emerge un potencial significativo. Los retos bélicos han acelerado el desarrollo de nuevas tecnologías militares, abarcando desde tácticas terrestres hasta defensa contra misiles balísticos y ciberataques. Paralelamente, la creciente demanda mundial de equipos militares y preparación en seguridad abre una ventana de oportunidad para Israel. Este país, dotado de un conocimiento técnico avanzado y una creatividad ingenieril sin par, tiene la capacidad de posicionarse como un proveedor clave de sistemas de armas, especialmente en mercados como Europa y Asia Oriental. Esta es una oportunidad no solo comercial, sino también estratégica, que podría consolidar a Israel como una potencia en el sector de la seguridad global.
El cuarto aspecto, no menos importante, es el demográfico. Los recientes ataques contra judíos alrededor del mundo han sacado a la luz a los enemigos de Israel, desencadenando un aumento alarmante de la violencia antisemita. Esto, previsiblemente, desencadenará una ola de inmigración judía desde países occidentales hacia Israel. Es imperativo que Israel no solo fomente esta tendencia, sino que se asegure de ser un destino atractivo también desde una perspectiva económica. Tal afluencia demográfica podría ser decisiva en la lucha por el asentamiento en todo el país, impactando a largo plazo el panorama demográfico entre el mar Mediterráneo y el río Jordán. El éxito en este frente podría neutralizar la amenaza de la creación de un estado palestino en el corazón de Israel, abriendo la puerta a una visión alternativa: un dominio israelí con autogobierno local para los árabes de Judea y Samaria.
Un axioma ineludible en las relaciones internacionales es que la fuerza y la victoria generan apoyo y disposición a cooperar por parte de aliados, y temor en los enemigos. Israel, en honor a las víctimas de la masacre de Simjat Torá y a los valientes soldados de las FDI en el frente, tiene el deber de capitalizar sus logros militares para forjar una plataforma política que la eleve tanto en la esfera geopolítica regional como mundial. La estrategia y la acción decisiva en estos cuatro frentes podrían no solo redefinir la posición de Israel en el tablero global, sino también marcar el inicio de una nueva era en su historia.