Según una encuesta realizada en 2021 por el Chicago Council of Global Affairs (CCGA), el 71 % de los surcoreanos encuestados apoya que su gobierno desarrolle armas nucleares ante la creciente amenaza de Corea del Norte. Once años antes, en 2010, solo el 56 % de los surcoreanos se mostraba favorable a esta posibilidad.
Aunque Corea del Sur consideró brevemente un programa de armas nucleares en los años 60 y principios de los 70, abandonó voluntariamente esa idea en 1975 debido a presiones de Estados Unidos. En esa década, Seúl comenzó a preocuparse por un posible abandono de sus aliados estadounidenses, después de que Washington anunciara el retiro de parte de sus tropas de la península. Sin embargo, en 1975, bajo una fuerte presión de Estados Unidos, Corea del Sur firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de la ONU y cesó sus operaciones en las instalaciones de reprocesamiento nuclear, donde se estaba obteniendo plutonio para fabricar armas nucleares. Un tratado de 1958 permite técnicamente a Estados Unidos mantener armas nucleares en territorio surcoreano como medida de disuasión, pero en 1991 los estadounidenses retiraron todo su armamento nuclear de la región.
En 2025, las declaraciones del expresidente Donald Trump resaltando su agenda de “América Primero”, así como sus críticas al gasto militar en Corea del Sur y su relación peculiarmente cercana con el líder norcoreano Kim Jong-un, han hecho que muchos en Seúl duden del compromiso estadounidense para defenderlos en caso de una agresión por parte de Pyongyang.
Desde 2013, Corea del Norte ha desarrollado una capacidad nuclear cada vez más avanzada. Ese mismo año, la Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos (DIA) evaluó que Corea del Norte había logrado miniaturizar sus ojivas nucleares, lo que les permite colocar estas en misiles sofisticados. Mientras tanto, Corea del Sur ha hecho poco para contrarrestar esta amenaza creciente, confiando en que los estadounidenses los protegerán.
Corea del Sur abandonó su intención de desarrollar armas nucleares en los años 70 principalmente por temor a una reacción negativa de su principal aliado, Estados Unidos. Hoy en día, ante la amenaza norcoreana más peligrosa en años, temen que sin un arsenal propio no podrán depender del respaldo estadounidense.
Se presume que Trump busca reanudar las negociaciones de paz con Corea del Norte, como las que se llevaron a cabo durante su primer mandato. Sin embargo, para lograr esto, tendría que distanciarse en cierta medida de Corea del Sur. Por lo tanto, Seúl se enfrenta a la necesidad de arriesgarse a la desaprobación de Estados Unidos desarrollando su propio arsenal nuclear y misiles balísticos avanzados. Curiosamente, esta acción podría mejorar las posibilidades de un acuerdo con Corea del Norte, ya que la experiencia de las últimas tres décadas indica que Pyongyang solo responde a amenazas concretas. Con un disuasivo nuclear creíble, Corea del Sur podría ser tomada más en serio por Kim Jong-un.
Hasta ahora, la estrategia de Estados Unidos ha sido reforzar su alianza con Corea del Sur mediante el despliegue de tropas y equipamiento en su territorio. Estas fuerzas estadounidenses actúan como una especie de “cable trampa”: aunque Corea del Norte pudiera superar a las fuerzas iniciales, atacar a militares estadounidenses provocaría una represalia masiva, lo que aseguraría la destrucción del régimen de Kim Jong-un, algo que él teme profundamente.
Sin embargo, para Trump, la idea de que soldados estadounidenses estén expuestos en primera línea, sin que los surcoreanos paguen por ello, es inaceptable. Por primera vez, Corea del Sur podría contar con un socio en Washington que no solo no se oponga a que desarrollen armas nucleares, sino que incluso lo apoye, ya que esto liberaría a Estados Unidos de su controversial estrategia de disuasión directa en la península.
Si Corea del Sur, con una de las economías más avanzadas del mundo y un poderoso ejército regional, pudiera disuadir por sí sola a Corea del Norte, Estados Unidos podría redirigir sus recursos hacia otras prioridades estratégicas. Corea del Sur tiene la capacidad técnica para desarrollar rápidamente armas nucleares y sistemas avanzados de misiles balísticos, lo que restauraría el equilibrio de disuasión en la región. De este modo, sus líderes ya no tendrían que esperar y depender de la protección estadounidense frente a su vecino del norte.
A pesar de que Estados Unidos ha buscado históricamente evitar la proliferación nuclear, en el contexto coreano es poco probable que un arsenal surcoreano provoque una carrera armamentista regional. Por el contrario, este paso podría mejorar la relación con Washington al demostrar que Corea del Sur es un aliado capaz de defenderse. Además, obligaría a Pyongyang a adoptar una postura más defensiva, ante el temor de una respuesta devastadora en caso de provocación.
Con el ejército de Kim preparándose para una posible invasión y Trump cuestionando el papel de Estados Unidos en la península, el tiempo para que Corea del Sur adquiera sus propias armas nucleares podría estar agotándose.
Brandon J. Weichert, editor sénior de seguridad nacional en The National Interest y miembro del Centro para el Interés Nacional, colabora regularmente con instituciones gubernamentales y privadas en temas geopolíticos. Sus escritos han aparecido en múltiples publicaciones, como Washington Times, National Review, The American Spectator y Asia Times. Entre sus libros se encuentran Winning Space: How America Remains a Superpower, Biohacked: China’s Race to Control Life y The Shadow War: Iran’s Quest for Supremacy. Su obra más reciente, A Disaster of Our Own Making: How the West Lost Ukraine, está disponible para su compra en diversas librerías. Se le puede seguir en Twitter en @WeTheBrandon.