Yahya Sinwar y los cabecillas de Hamás están cosechando un éxito perverso y macabro. Lejos están de enfrentarse al infortunio de una derrota aplastante cuando esto temrine. Nada que se asemeje a la humillante capitulación de Japón en el USS Missouri, donde MacArthur, con una firmeza implacable, forzó a la delegación japonesa a inclinar la cabeza y firmar su vergüenza y rendición sin ambages.
Para los terroristas de Hamás, el temor al castigo es un fantasma que no los acecha. Lo que perpetraron el 7 de octubre les es indiferente; más bien, se encuentran ante un escenario de recompensas, si los planes de Biden fructifican. Qué paradójico trato: asesinar judíos y, como recompensa, recibir las llaves de un país de estreno.
Biden ha declarado su disposición a otorgar reconocimiento formal a un Estado palestino, dirigido ni más ni menos que por la Autoridad Palestina, con un historial manchado por el terrorismo.
Así, Gaza se perfila nuevamente en el horizonte. Este guion ya nos es familiar. En 2005, Ariel Sharon, en un acto de generosidad, cedió Gaza a la Autoridad Palestina, solo para verla caer en manos de Hamás.
¿Acaso los palestinos no disponen ya de un Estado, en la forma de Israel? Casi dos millones de árabes gozan de plenos derechos ciudadanos aquí.
Eso les otorgaría, de facto, tres Estados: Gaza, Israel y partes de Judea/Samaria. Un logro notable para un pueblo que clama estar oprimido. Mientras tanto, los israelíes se aferran a un único país, que, según Biden y otros visionarios globalistas, aún resulta excesivo.
Según esta lógica, los israelíes deben ceder aún más terreno a los degolladores y decapitadores.
¿Qué ha cambiado, entonces? ¿Acaso una epifanía colectiva ha transformado de la noche a la mañana a estos violadores seriales en ciudadanos modelo? La historia nos dice lo contrario. Dondequiera que han pisado, han arrastrado consigo la sombra de la muerte, como lo demuestran los sangrientos capítulos de Jordania y Líbano en las décadas de 1970 y 1980.
Brigitte Gabriel relata con dolor cómo los cristianos en Líbano fueron víctimas de una masacre tras la llegada y toma de poder de los palestinos. Solo Israel se erigió como bastión de seguridad ante tal barbarie.
Nada ha cambiado. La brutalidad que los definía ayer, los define hoy. Sin embargo, para Biden han adquirido de súbito una pátina de respetabilidad, sin fundamento alguno más allá de su arbitraria proclamación.
Conocer a Biden es entender el mundo al revés en el que prefiere operar, siempre en contraposición a Trump. Observemos cómo trata con guante de seda a los millones de inmigrantes ilegales, desplazando ciudadanos estadounidenses de sus propios hogares para alojar a delincuentes, en un acto de escarnio hacia su propia gente.
¿Han oído acaso sobre los sucesos en Times Square, Nueva York, donde una turba atacó a agentes de la policía, solo para ser liberados sin fianza por el fiscal Alvin Bragg? Un espectáculo de impunidad.
Los inmigrantes ilegales son agasajados con vivienda, educación y atención médica gratuitas. Bienvenidos al mundo de Biden, un mundo en el que incluso los comentaristas de izquierda como Jessica Tarlov de Fox News intentan minimizar el impacto de figuras como AOC y el “Squad” en la política, argumentando su supuesta insignificancia.
Pero, ¿realmente son insignificantes? La realidad es que Biden danza al son que le toca el “Squad”, adoptando una postura cada vez más inclinada hacia la izquierda socialista, alineándose con sus visiones distorsionadas sobre Estados Unidos e Israel. Rashida Tlaib habla, y él, sumiso, acata.
Bajo su mandato, la preocupación por los “civiles inocentes” eclipsa la brutal masacre de los 1.200 civiles israelíes el 7 de octubre. Ahora aboga por un Estado palestino, como si la soberanía israelí fuera un juguete en sus manos, ignorando las legítimas preocupaciones de Israel por su seguridad y futuro.
Y lo que es más desconcertante, a pesar de su manifiesta incompetencia, de los evidentes fracasos, de que los inmigrantes ensucian sus ciudades, ¿es posible que un gran segmento de estadounidenses desee continuar en esta senda?
Algunas encuestas sugieren que Biden podría igualar o incluso superar a Trump en las próximas elecciones generales. Si ese fuera el caso, nos encaminamos hacia un abismo aún más profundo. Este panorama no solo es alarmante, sino cada vez más catastrófico.