NUEVA YORK — Ni siquiera la presencia de un agente de seguridad altamente capacitado logra rescatar esta película.
“Capitán América: Un mundo feliz” representa la entrega número 35 del Universo Cinematográfico de Marvel en cines. Su desarrollo torpe, escenas de acción predecibles, personajes sin profundidad y efectos especiales de baja calidad la convierten en una de las peores producciones de la franquicia. Los intentos de humor resultan escasos y poco efectivos. En medio de este fracaso cinematográfico, aparece la única israelí del elenco, Ruth Bat-Seraph, un personaje desperdiciado.
Shira Haas, conocida por su trabajo en «Unorthodox», interpreta a Ruth Bat-Seraph, personaje que en los cómics es una agente del Mossad con superpoderes y el nombre código Sabra. Aunque en su versión original luce un traje ajustado con los colores de la bandera israelí, en la película se presenta como una asistente de seguridad del presidente de Estados Unidos, sin vínculos con Israel. Su formación ocurre en las «salas rojas», una referencia al programa de espionaje de la Viuda Negra en la era soviética. Inicialmente, el público debe desconfiar de ella, pero hacia el desenlace se revela como aliada.
El anuncio de la participación de Haas en la película generó controversia en redes sociales, con llamados a boicots. Resulta irónico que los espectadores acepten la existencia de extraterrestres y hechiceros, pero rechacen la aparición de una agente israelí. Su participación parece haber sido editada y reducida, pues desaparece sin explicación en la recta final. La producción experimentó múltiples regrabaciones, lo que sugiere cambios significativos en el montaje.
Avi Arad, exproductor de Marvel, comentó en 2012 que el nombre «Sabra» no resultaba comercialmente viable para una película con distribución global. Lo que no previno fue que las protestas vendrían desde las universidades estadounidenses y no desde Medio Oriente. En cuanto a su actuación, Haas intenta sacar lo mejor del material disponible, reduciéndose su rol a ejecutar maniobras de combate contra oponentes más grandes.
El resto de la historia exige al espectador conocimientos previos sobre «El Increíble Hulk» y «Los Eternos», además de la serie «El Halcón y el Soldado de Invierno». Sin embargo, el filme está dirigido a un público masivo que busca una experiencia entretenida en el cine. Quienes posean un mínimo de sentido común podrán comprender la trama: buenos contra malos, explosiones y Harrison Ford convertido en un monstruo rojo.
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Sam Wilson, interpretado por Anthony Mackie, asume el manto del Capitán América tras haber sido Falcon. Mantiene las alas de su personaje anterior y empuña el icónico escudo. Acompañado por Danny Ramírez, realiza una misión de rescate donde libera a monjas hispanohablantes de traficantes de armas.
Tras esta secuencia, la película introduce un contexto político tenso debido a la elección del nuevo presidente estadounidense, Thaddeus Ross. Interpretado anteriormente por William Hurt y ahora por Harrison Ford, Ross es un político con un pasado turbio que intenta proyectar una imagen de unidad. Curiosamente, el estreno del filme coincide con el regreso de Donald Trump al poder.
El Capitán América y su equipo sospechan de Ross, aunque respetan su investidura. En una cumbre internacional, Isaiah Bradley, exsoldado sometido a experimentos del gobierno, intenta asesinar a un líder mundial. Para cualquiera que haya visto «El mensajero del miedo», el uso del control mental resulta evidente, pero los personajes tardan una hora en descubrirlo.
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La trama revela que Ross está manipulado por un villano interpretado por Tim Blake Nelson. Expuesto a radiación gamma, su inteligencia ha aumentado, pero su apariencia se asemeja a un brócoli humano. El trabajo del equipo de maquillaje en su caracterización destaca sobre el resto de la producción.
Ross no es un político ejemplar, pero intenta hacer lo correcto. El mensaje central de la película parece ser que todos merecen una segunda oportunidad. En el contexto político actual de Estados Unidos, la coincidencia con un presidente enjuiciado y condenado por múltiples delitos resulta inquietante.
Sin embargo, los paralelismos con la realidad no son lo que hace que la película fracase. La ausencia de chispa y humor la condena. Las primeras producciones de Marvel equilibraban acción y comedia: «Iron Man» mostraba la redención de un traficante de armas, «Capitán América» retrataba el ajuste de un héroe de la Segunda Guerra Mundial a la era moderna, y «Thor» convertía la arrogancia de un dios nórdico en un elemento cómico. En esta entrega, la narración avanza sin alma ni espontaneidad, cumpliendo un propósito meramente comercial.
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Algunos momentos destacan, como la transformación de Harrison Ford en Hulk Rojo, con una actuación que recuerda a William Shatner. A pesar de esto, los efectos visuales resultan mediocres y la confrontación final con el Capitán América carece de impacto. Las secuencias de acción abusan de pantallas verdes y escenarios digitales poco convincentes.
Las producciones de Marvel suelen aprovechar al máximo sus recursos, pero esta entrega deja una sensación de insatisfacción. Cuando aparecen los créditos, la pregunta inevitable es: «¿Eso fue todo?»
Por supuesto, la franquicia no termina aquí. En tres meses llega «Thunderbolts». Solo queda esperar que supere a su predecesora.