Alrededor de un tercio de los israelíes que trabajan (32%) dicen que han faltado al trabajo en la última semana, y sólo alrededor de un tercio (27%) dicen que sus hijos han ido a la escuela durante ese mismo tiempo. El resto dice que sus hijos no han ido a la escuela en absoluto (20%) o sólo parcialmente (53%), según una encuesta realizada por el instituto de investigación Maagar Mochot para Israel Hayom en la que participaron 508 personas de 18 años o más.
Las cifras confirman lo que todos los israelíes que viven aquí durante la quinta oleada de la pandemia ya saben: que en realidad se está produciendo una “cuarentena silenciosa”, en lugar de que el gobierno declare abiertamente una cuarentena general de la población, como ocurre en varios países del mundo, entre ellos China y los Países Bajos.
Esta “cuarentena silenciosa” se puede ver y sentir en todos los sectores y aspectos de la vida fuera de casa, desde las aulas semivacías, las carreteras relativamente descongestionadas, los trenes y autobuses semivacíos, los espectáculos y otros eventos culturales que se han cancelado en masa, y los centros comerciales semivacíos.
Esta situación, tan grave desde el punto de vista económico, social y de salud pública, como refleja la encuesta, contrasta además con las arrogantes e inconexas declaraciones de algunos ministros del Gobierno, como el de Finanzas, Avigdor Lieberman, que ha dicho que “los restaurantes están llenos”, o la ministra de Educación, Yifat Shasha-Biton, que ha afirmado en repetidas ocasiones que el 90% de los estudiantes israelíes van a la escuela con normalidad.
No es de extrañar, por tanto, que el sondeo mostrara que Shasha-Biton recibió la peor calificación por su actuación durante la quinta oleada (sólo el 18% le dio una nota alta o muy alta), junto con Lieberman (sólo el 20%). Mientras tanto, el ministro de Sanidad, Nitzan Horowitz (23%), el primer ministro, Naftali Bennett (25%), el ministro de Asuntos Exteriores y primer ministro suplente, Yair Lapid (26%), y el ministro de Defensa, Benny Gantz (35%), recibieron notas altas o muy altas del público.
Según la encuesta, sólo el 22% de los encuestados da al gobierno una nota alta o muy alta por su gestión de la crisis de COVID, el 30% le da una nota mediocre y casi la mitad (48%) le da un suspenso.