En una ceremonia conmovedora en el vestíbulo de la Knéset, Amir Ohana, presidente de la Knéset, encendió una vela conmemorativa como parte del evento “Para cada persona hay un nombre”, que se lleva a cabo anualmente en memoria de los mártires y héroes del Holocausto.
Durante el evento, Ohana recordó a Ada Dadosh, una niña que nació y murió en el campo de concentración de Giado, en Libia.
“A los tres meses, Ada enfermó de neumonía. Su padre, Yosef, desesperado, se acercó al médico del campo, descrito por él como «el infierno en la tierra», y le rogó por un tratamiento. El médico tomó en brazos a Ada, usó una jeringa y le inyectó una sustancia que acabó con su vida casi instantáneamente. No fue medicina lo que inyectó, sino veneno”, relató Ohana.
Concluyó su discurso con un llamado a la memoria: “Que la memoria de Ada Dadosh, junto con la de los seis millones de personas que perecieron, sea bendecida para siempre”.