Es posible que Europa pensara que, con el gasoducto Nord Stream II a punto de concluirse y la resolución de la crisis del gas en Moldavia, sus problemas energéticos habían terminado. No es así. Las recientes amenazas del dictador bielorruso Alyaksandr Lukashenko de cerrar el gasoducto Yamal-Europa sugieren que solo están empezando. Ya hay miles de inmigrantes tiritando en los gélidos bosques de la frontera polaca, y si Europa no es capaz de gestionar estas dos crisis, los europeos también pueden sentir el frío.
El gasoducto Yamal-Europa transita por Bielorrusia hacia Polonia y Alemania, lo que lo convierte en una palanca fundamental para que Lukashenko obtenga concesiones de la Unión Europea. Bruselas acaba de anunciar otra ronda de sanciones contra Bielorrusia en respuesta a su orquestación de la crisis migratoria en la frontera polaco-bielorrusa.
Desde junio, el personal de seguridad bielorruso ha alejado a miles de migrantes del puesto de control fronterizo donde pueden solicitar asilo legalmente y los ha dirigido hacia la frontera ahora fortificada, donde se encuentran con una fuerza de diecisiete mil policías fronterizos polacos. Dos mil migrantes están ahora atrapados en un purgatorio helado entre dos fuerzas policiales armadas, sin poder entrar en Polonia y sin poder regresar a Bielorrusia. En respuesta a lo que Polonia percibe como un “ataque de guerra híbrida”, ha amenazado con cerrar la frontera por completo. A su vez, Lukashenko dice que cortará el suministro de gas.
“Estamos calentando a Europa, y nos siguen amenazando con cerrar la frontera. ¿Y si cortamos el gas natural allí? Por lo tanto, recomendaría a los dirigentes polacos, a los lituanos y a otros descabezados que piensen antes de hablar”, dijo Lukashenkа.
La especial ira de Lukashenko hacia los países vecinos, Polonia y Lituania, tiene su origen en las controvertidas elecciones bielorrusas de agosto de 2020, que le permitieron iniciar su sexto mandato, a pesar de las denuncias generalizadas de que su victoria fue falsificada. Las elecciones dieron lugar a un movimiento de protesta de un año de duración que fue respondido por una brutal represión policial, lo que llevó a gran parte de la oposición bielorrusa, incluida su líder Sviatlana Tsikhanouskya, a buscar refugio en Polonia y Lituania. Ahora, mientras la crisis se agrava, la vecina Letonia también se moviliza para asegurar su frontera.
La decisión de Lukashenko de inundar a sus vecinos con inmigrantes y posiblemente cortarles el suministro de gas tiene dos objetivos. Uno es puramente punitivo, un medio de vengarse por albergar a activistas bielorrusos y por la imposición de sanciones de la UE. El otro es más coercitivo. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, sugirió que la UE frenara la afluencia de inmigrantes pagando a Bielorrusia para que los acoja, como paga a Turquía para frenar la afluencia de refugiados de Siria. Este tipo de pagos iría en contra de las sanciones impuestas por la UE a Bielorrusia y ayudaría a financiar un gobierno que actualmente está endeudado con Rusia por valor de 8.000 millones de dólares.
No es probable que la UE considere tales pagos. El flujo de inmigrantes no es orgánico, sino que ha sido diseñado por el régimen de Lukashenko específicamente para chantajear a la UE. Los migrantes denuncian que las agencias de viajes bielorrusas vinculadas al régimen de Lukashenko los atraen a Bielorrusia desde Irak y Siria con la promesa de facilitar el tránsito a Polonia. Los migrantes, a los que se les cobra entre 15.000 y 20.000 euros por la experiencia, informan de que son conducidos a la frontera, donde las fuerzas de seguridad bielorrusas les presionan para que atraviesen la frontera fuertemente reforzada.
Las tensiones entre los inmigrantes en la frontera polaco-belarusa no son nuevas. Una oleada de refugiados tayikos y chechenos que intentaban huir de Rusia y Asia Central a través de los pasos fronterizos polaco-bielorrusos hizo que Varsovia comenzara en 2016 a denegar sistemáticamente las solicitudes de asilo a los refugiados musulmanes. En 2017, el entonces ministro del Interior polaco, Mariusz Blaszczak, declaró abiertamente que Polonia percibe a los inmigrantes musulmanes como una amenaza, afirmando que los solicitantes de asilo de Chechenia y Asia Central serían tratados como migrantes económicos con falsas intenciones, en lugar de refugiados que huyen de la represión política. Al canalizar a los refugiados musulmanes hacia la frontera polaca, Lukashenko puede estar intentando exacerbar las tensiones entre Polonia y la UE y tratando de poner de manifiesto las contradicciones entre la hostilidad de Polonia hacia la inmigración y el supuesto compromiso de la UE con los derechos humanos.
Polonia ha exigido a la UE que tome “medidas concretas” para ayudarle en el conflicto, solicitando que la UE cofinancie su proyecto de muro fronterizo. También ha planteado la posibilidad de invocar el artículo 4 de la OTAN, que daría lugar a consultas con otros aliados de la OTAN para debatir las amenazas a la seguridad de Polonia, Lituania y Letonia. Ninguna de estas opciones es especialmente atractiva para la UE. Sin embargo, se ha puesto en gran medida del lado de Polonia, condenando las acciones de Bielorrusia y promulgando sanciones.
Las sanciones anunciadas hoy por la UE se dirigen principalmente a las compañías aéreas y las agencias de viajes que introducen inmigrantes en Bielorrusia, así como a treinta funcionarios bielorrusos vinculados al régimen de Lukashenko. Varios países de Oriente Medio han suspendido sus vuelos a Bielorrusia.
Irak ya ha iniciado el proceso de repatriación de sus ciudadanos desde Minsk.
Por su parte, Lukashenko ha calificado de “absurda” la acusación de que Bielorrusia ha tramado este embrollo. Amenaza con tomar represalias con nuevas sanciones. Cortar el suministro de gas es una opción probable. Al ser preguntado por esta posibilidad en el noticiero estatal ruso Channel One, el presidente ruso Vladimir Putin respondió que Lukashenko no le había mencionado la idea, pero que sin duda era capaz de llevarla a cabo.