Más de cien personas han muerto por COVID-19, el nuevo coronavirus, desde el martes, casi todos en China, y la gran mayoría de ellos en la provincia de Hubei del país.
Las estadísticas oficiales muestran un descenso en la velocidad con la que los nuevos pacientes están siendo infectados por el virus, una señal de que los cierres que China ha impuesto en Wuhan y varias otras ciudades están empezando a funcionar.
Al mismo tiempo, China rechazó las solicitudes de los representantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que se entienda a Hubei.
Además, el gobierno chino ha decidido endurecer el cierre y los agentes de policía vestidos con equipo de protección van ahora caminando de casa en casa para comprobar la temperatura de los residentes. Cualquiera que sea sospechoso de haber contraído el coronavirus es transferido a uno de los grandes centros de aislamiento instalados en los pasillos y otros edificios públicos.
Las autoridades chinas han advertido que aquellos que se nieguen a cooperar, ya sea negándose a las inspecciones o a trasladarse a un centro de aislamiento si se les pide, serán severamente castigados.
Además, el gobierno está siguiendo las compras de las farmacias, y cualquiera que compre medicamentos para la fiebre o la tos necesita presentar una identificación y sus datos se transfieren a las autoridades, que acuden a su casa para investigar si necesita ser trasladado a un centro de aislamiento.
La ciudad sigue estando bloqueada, no se permite a nadie entrar o salir de ella, y los residentes solo pueden salir de sus casas para comprar alimentos y suministros. En ciertos vecindarios, los residentes están obligados a permanecer en sus casas, y el gobierno coloca canastas de comida en cada puerta.