Las últimas cifras del Pentágono indican que el número total de casos de COVID-19 entre los miembros del ejército de los Estados Unidos ha superado los 60 mil desde el inicio de la pandemia. La COVID-19 y otros brotes similares podrían convertirse en una consideración cada vez más importante en el cálculo de futuros despliegues militares. Podrían añadir ímpetu al desarrollo del Pentágono de armas autónomas letales (LAW) o al menos ser citadas como una razón perfecta para hacerlo. Esto podría, a su vez, tener importantes implicaciones para el futuro tanto de las operaciones militares de los Estados Unidos en Medio Oriente como de la presencia militar estadounidense en la región, que durante mucho tiempo ha sido objeto de desacuerdo político en Washington.
Ya existen numerosas armas terrestres, aéreas y marítimas capaces de realizar vigilancia y reconocimiento de voz, así como de rastrear y elegir de forma independiente los objetivos a atacar de forma autónoma utilizando inteligencia artificial (IA), lo que el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha denominado “máquinas con el poder y la discreción de quitar vidas sin intervención humana”.
Implicaciones para las operaciones militares de EE.UU.
La incorporación de la IA y las leyes en plataformas nuevas o existentes tendrá enormes implicaciones para las operaciones militares de los Estados Unidos en general. Por su propia naturaleza, el conflicto militar es una empresa costosa desde el punto de vista ético, moral, político, económico y psicológico. Alterar o eliminar por completo estos costos cambiará el curso de las operaciones militares y la guerra de manera profunda. En los últimos años, los operadores estadounidenses de aviones teledirigidos (es decir, aviones teledirigidos tripulados) en Medio Oriente ya han tenido que hacer frente, según se informa, a la alteración de los costos psicológicos y morales que supone estar lejos del campo de batalla. Se ha descrito su experiencia de matar a personas en medio mundo como algo más parecido a un videojuego que la experiencia psicológica y personal mucho más difícil de los soldados del campo de batalla. El futuro uso de los letales aviones teledirigidos autónomos (es decir, los aviones no tripulados) podría eliminar por completo la participación humana y, con ella, muchos de los costos asociados. Los dirigentes de los Estados Unidos han necesitado históricamente asegurar recursos financieros, movilizar poblaciones y arriesgar su credibilidad al emprender operaciones militares, especialmente en Medio Oriente. El uso de las leyes reduce efectivamente este umbral y hace que les sea más fácil hacerlo.
También hay importantes implicaciones sistémicas que son más difíciles de predecir. En una variedad de sectores, la complejidad del sistema está aumentando de manera difícil de comprender. La burbuja inmobiliaria de las hipotecas de alto riesgo de los Estados Unidos es un excelente ejemplo de ello en el sector financiero: Capas sobre capas de complejidad crearon un sistema en el que existían riesgos que pocos comprendían o predecían, y que lo llevarían al colapso una vez estresado. Facebook es otro ejemplo del sector tecnológico: Su visión original era conectar a las personas y mejorar su acceso a la información, fomentando la democratización en todo el mundo. En cambio, sus algoritmos alimentaron la polarización, el populismo y la desinformación que vemos hoy en día.
El impacto de los sistemas autónomos en la gestión de las operaciones militares podría ser igualmente perturbador, pero potencialmente más difícil de discernir. Podrían repercutir en el ciclo tradicional de iniciación, estancamiento y conclusión de los conflictos al hacer que los dirigentes estuvieran menos dispuestos a considerar medios diplomáticos y políticos para resolver las crisis. Esta tendencia ya se ha puesto en marcha con el aumento de los aviones teledirigidos y las armas cibernéticas, que se han utilizado ampliamente en Medio Oriente. En esos casos, las operaciones militares ya no tienen comienzos y finales discernibles, sino que consisten en un conflicto prolongado de bajo nivel en el que nunca se logra una victoria definitiva. También podría significar que se pasen más por alto los factores subyacentes de los conflictos. Es posible que los ataques con aviones teledirigidos en Yemen y Pakistán hayan eliminado las amenazas terroristas inmediatas, pero han hecho poco para abordar las causas subyacentes del terrorismo, lo que constituye un sombrío recordatorio de que la utilidad estratégica de esas armas está desconectada del contexto político y económico. Desde una perspectiva operacional, tampoco está claro cómo la autonomía afectaría a las doctrinas de mando y control y a la cadena de comunicación durante las operaciones, por no hablar de los necesarios controles y equilibrios que repercuten en las normas para entablar combate de las fuerzas, la inmunidad judicial, el derecho humanitario y la rendición de cuentas de los dirigentes a todos los niveles. Es posible que haya que considerar incluso las implicaciones internas de los Estados Unidos: El Departamento de Defensa es uno de los mayores empleadores (públicos o privados) de los Estados Unidos, y aunque las preocupaciones sobre la prisa por subcontratar trabajos a las máquinas no son nuevas, la reducción del número de puestos de trabajo en el ejército de los Estados Unidos podría alimentar aún más el desempleo y la privación de derechos.
Impacto en la presencia regional de los Estados Unidos
También se desconoce en gran medida el impacto que las leyes podrían tener en la presencia militar de los Estados Unidos en Medio Oriente. Durante al menos los últimos 15 años este ha sido un tema de política interna importante, y cada elección presidencial estadounidense ha presentado candidatos que han hecho de la reducción del número de tropas en Medio Oriente una prioridad de campaña. Esto podría significar que los políticos de los Estados Unidos podrían inicialmente inclinarse a adoptar las leyes siempre que sea posible y acelerar su desarrollo. Por su parte, es probable que los líderes y ciudadanos de la región encuentren problemático aceptar el uso generalizado de las leyes. Dejando de lado la indignación ética y moral, podría contribuir aún más a la impresión de una retirada de los Estados Unidos de Medio Oriente y a la sensación de inseguridad de la región. En la misma línea, también podría alentar a la región a lograr una mayor autosuficiencia para satisfacer las necesidades de defensa legítima o empujar a sus líderes a buscar asociaciones con otros garantes de la seguridad.
Los Estados Unidos tienen una larga y complicada relación con Medio Oriente, especialmente en lo que se refiere a su papel de seguridad. La introducción en la última década y media de aviones teledirigidos y armas cibernéticas, que nunca se sostuvieron bien bajo el escrutinio del derecho internacional y la opinión pública, ha complicado aún más el panorama. Se ha argumentado ampliamente que en algunos aspectos funcionaron en contra de los intereses de los Estados Unidos en la región, a pesar de los beneficios inmediatos a corto plazo. Es casi seguro que la función de seguridad de los Estados Unidos y su relación con la región se complicará aún más con la introducción de sistemas de armas autónomos. No es realista pensar que la trayectoria de su desarrollo cambiará, dado el impulso que se observa en las aplicaciones no militares y la falta de confianza y cooperación mundiales. No obstante, es imperativo dar forma a la conversación sobre su regulación más pronto que tarde, y antes de que el uso militar de la tecnología prolifere aún más.