El martes se cumplieron 100 días desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue informada de un grupo de casos de neumonía, de causa desconocida, en la ciudad de Wuhan, China. Mientras brindábamos por la Navidad y hacíamos la cuenta atrás para los fuegos artificiales de Año Nuevo, nadie podía imaginar que una pequeña cosa, invisible a simple vista, pararía el mundo y pondría nuestras vidas patas arriba.
Esta “cosa” ni siquiera tenía nombre hasta el 12 de febrero, cuando la OMS la definió como “coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo”, o SARS-CoV-2.
Estos primeros 100 días se han sentido como 100 meses, pero en realidad todavía estamos en los primeros cinco minutos de la primera mitad de una batalla desigual contra el COVID-19, la enfermedad que causa el virus; y cuanto más dure este juego de eliminación, más lesiones sufrirá nuestro equipo y más difícil será reducir nuestras pérdidas.
Oficialmente el virus ha infectado a casi 1.5 millones de personas en todo el mundo y ha matado a más de 85.000. Demasiados países están haciendo pruebas a muy pocas personas, por lo que las verdaderas cifras serán más altas.
La Organización Internacional del Trabajo cree que el virus podría acabar con 195 millones de puestos de trabajo en los próximos tres meses; sumado a los colapsos de los mercados bursátiles y al precio del petróleo, la economía mundial tardará años en recuperarse.
Los efectos sociales secundarios de nuestra nueva realidad durarán mucho tiempo, si no para siempre. A medida que pase cada día sin una cura o vacuna, los efectos negativos se verán exacerbados en formas que nos resultarán difíciles de comprender, prolongando así el período necesario para que la vida vuelva a la normalidad.
Hace 100 días… nos negamos a dar la mano a los que no nos gustaban y abrazamos a los que queríamos. En la nueva realidad, puede que ocurra lo contrario.
Hace 100 días… podías salir de un aeropuerto en menos de 15 minutos si no tenías equipaje. Hoy estarás en cuarentena durante 14 días antes de llegar a tu destino final, si es que se te permite viajar.
Hace 100 días… los hombres enmascarados atrajeron la atención de la policía y los servicios de seguridad. Ahora son los desenmascarados los que lo hacen. Las máscaras médicas son chalecos antibalas, cada persona que estornuda un potencial terrorista, dispara indiscriminadamente.
Hace 100 días… impedir que la gente entrara en los lugares de culto habría sido una flagrante violación de los derechos humanos. Ahora los clérigos de todas las religiones instan a los fieles a rezar en sus propios hogares.
Hace 100 días… sospechábamos del rastreo digital del “Gran Hermano”, y quedarse en casa era un castigo. Ahora suministramos voluntariamente todos nuestros datos geofísicos para que las autoridades sanitarias puedan predecir el próximo punto de infección del virus, y establecer si hemos entrado en contacto con una persona infectada.
¿Hay una solución para todo esto? Seguramente. Sin embargo, la cuestión no es si hay una solución, sino cuándo, y cuánto costará en vidas, dinero y libertades antes de que el mundo salga de este oscuro túnel.
El veterano diplomático estadounidense Henry Kissinger abordó estos temas en un artículo para el Wall Street Journal. Hizo un llamamiento a los líderes de su país para que lideren al mundo en esta batalla contra el coronavirus en tres ámbitos: Primero, apuntalar los esfuerzos y competencias científicas para encontrar una solución médica; segundo, esforzarse por curar las heridas de la economía mundial; tercero, salvaguardar los principios del orden mundial liberal.
Por supuesto, todo esto es más fácil de decir que de hacer, especialmente cuando la política interfiere y los Estados sucumben a la tentación de ponerse a sí mismos en primer lugar y al mundo en segundo lugar. La disputa entre los Estados Unidos y China por el supuesto sesgo pro-pekinés de la OMS y las acusaciones de encubrimiento de un virus por parte de China son prueba de ello. La incautación por parte de algunos países de envíos de equipo médico en camino a otros países también refleja este concepto.
Mientras tanto, más de la mitad del mundo está bajo llave. ¿Cuándo terminará? ¿Cuándo podremos volver a ver a nuestros amigos y familiares? Algunos estudios sugieren el final del verano en países a los que la pandemia llegó a mediados de marzo, pero la verdad es que son conjeturas.
En ausencia de “hechos científicos”, siempre hay ciencia ficción. Los eventos que estamos soportando tienen una asombrosa similitud con los de la película “Contagio” de Steven Soderbergh del 2011, lo que significa que ¡tomará al menos un año para que el mundo encuentre una vacuna y para que la vida vuelva a la normalidad!