España encabeza los llamamientos para que los gobiernos empiecen a abordar el COVID-19 como cualquier otro virus respiratorio endémico, como la gripe estacional, a pesar de la oposición de la OMS y de las advertencias de que este enfoque es prematuro.
Ante la desesperación de los gobiernos y las poblaciones de todo el mundo por poner fin a la pandemia, se ha intensificado el debate sobre cuándo podría reclasificarse el virus.
“España quiere liderar este debate porque es oportuno y necesario hacerlo”, ha dicho la ministra de Sanidad, Carolina Darias, quien ha añadido que España ha pedido al Centro Europeo para la Prevención de Enfermedades (ECDC) que “estudie nuevas estrategias” para hacer frente al COVID.
España está en una buena posición para abrir el debate, ya que tiene una de las tasas de vacunación más altas del mundo, con un 90,5% de su población mayor de 12 años totalmente inmunizada.
Pero la cuestión ha provocado el desacuerdo entre los gobiernos que buscan cierta normalidad y algunos sectores de la comunidad médica que abogan por mantener la guardia alta.
El gobierno de izquierdas de España ha sido un destacado defensor de reclasificar el COVID-19 como una enfermedad endémica con brotes estacionales más leves con los que la humanidad puede convivir, como la gripe.
El país está trabajando con la comunidad científica para pasar finalmente de “gestionar una pandemia a gestionar una enfermedad que esperamos que la ciencia reclasifique como enfermedad endémica”, dijo esta semana el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.
Aunque Ómicron ha desencadenado un aumento de las infecciones, se han producido menos muertes y un menor número de ingresos hospitalarios, y muchos gobiernos han suavizado las restricciones, reduciendo los tiempos de aislamiento y relajando los controles fronterizos.
“A medida que el COVID se hace endémico, tendremos que sustituir los requisitos legales por consejos y orientaciones”, dijo el miércoles el Primer Ministro británico, Boris Johnson, al anunciar que se levantaban las restricciones en Inglaterra.
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Argumentando que “debemos aprender a convivir con el COVID” de forma similar a la gripe estacional, el secretario de Sanidad británico, Sajid Javid, dijo que el Gobierno establecería un plan a largo plazo para convivir con el coronavirus en unos meses.
Sin embargo, el martes, el jefe de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, insistió en que la pandemia “no está ni mucho menos acabada”, y advirtió que todavía “es probable que surjan nuevas variantes”.
La organización sanitaria de la ONU también advirtió contra la tentación de restar importancia a la gravedad de una enfermedad endémica.
“Endémica en sí misma no significa que sea buena, endémica sólo significa que está aquí para siempre”, dijo el director de emergencias de la OMS, Michael Ryan, en la mesa redonda de la Agenda de Davos sobre la equidad de las vacunas, citando como ejemplo la malaria.
Fernando García, epidemiólogo y portavoz de una asociación de salud pública, advirtió que hablar de tratar el COVID-19 como una enfermedad endémica a estas alturas era “crear falsas esperanzas”.
“Efectivamente, estamos avanzando para que el virus sea más endémico, pero no podemos decir que ya hayamos alcanzado ese estatus”, dijo Marco Cavaleri, responsable de la estrategia de vacunación de la Agencia Europea del Medicamento (EMA).
No hay un umbral numérico que distinga entre una epidemia y una enfermedad endémica, dijo García a la AFP.
“Una epidemia es cuando hay un brote muy importante de casos, por encima de lo normal, que es lo que hemos vivido desde principios de 2020”, dijo.
“Y las enfermedades endémicas pueden tener una tendencia estacional, pero no ejercen presión sobre el sistema sanitario”.
Cuando el COVID-19 se convierta en endémico, “la mayoría de las personas que se infecten tendrán síntomas leves”, dijo García.
“Habrá unos pocos que sufran complicaciones que hagan que acaben en el hospital y mueran”, añadió.
“Pero nunca se verá una de cada cuatro camas de cuidados intensivos ocupada por pacientes de COVID-19, ni siquiera el cinco por ciento de ellas. Los casos serán probablemente atendidos por la atención primaria”.
En España, más del 23 por ciento de las camas de cuidados intensivos están ocupadas por pacientes de COVID y más de 91.000 personas han muerto desde que la pandemia se instaló en marzo de 2020.
De esa cifra, 2.610 murieron entre el 17 de diciembre y el 18 de enero.
Algunos profesionales sanitarios han respaldado el planteamiento del Gobierno español.
“Dejemos de visitar y analizar a las personas sanas con síntomas leves, o de rastrear y analizar a sus contactos, abandonemos el autoaislamiento y la cuarentena”, instaba un artículo reciente de la SemFYC, que representa a unos 19.000 especialistas en medicina de familia.
“Todas estas actividades… han quedado sin sentido con la inmunidad adquirida (tanto por contagio como por vacunación) y la llegada de Ómicron”, decía.
Tampoco se da por hecho que el virus vaya a evolucionar para causar menos daño.
“La gravedad futura sigue siendo una gran incógnita. No hay ninguna ley que dicte que un virus deba volverse más leve con el tiempo”, escribió en Twitter Antoine Flahault, director del Instituto de Salud Global de Ginebra.
“Es muy difícil predecir la evolución de la virulencia”.