El entorno de seguridad de Europa ha cambiado desde que Rusia lanzó su invasión a gran escala de Ucrania. La neutralidad ya no garantiza la seguridad frente a la agresión rusa. La invasión marca un punto de inflexión histórico para Finlandia y Suecia, y ambos países nórdicos han solicitado su ingreso en la OTAN. Aunque su adhesión conjunta contribuiría a disuadir la agresión rusa al tiempo que reforzaría la arquitectura de seguridad de la OTAN, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan amenaza con vetar sus solicitudes. Desgraciadamente, Turquía sigue desestabilizando la Alianza en un momento en que ésta más necesita unidad. Si Erdogan bloquea la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN, el Mundo Libre debería expulsar a Turquía de la Alianza.
La interminable lista de violaciones de Turquía
La OTAN es algo más que una alianza militar. Es una comunidad de Estados con intereses comunes y valores democráticos compartidos. El artículo 2 del Tratado del Atlántico Norte establece que los miembros deben fortalecer sus instituciones democráticas, promover condiciones de estabilidad y bienestar y eliminar los conflictos en sus políticas económicas internacionales. Durante su último mandato, Erdogan ha hecho exactamente lo contrario. De hecho, ha debilitado las instituciones democráticas de Turquía, ha aplicado políticas económicas internacionales conflictivas y ha desestabilizado la Alianza. No faltan ejemplos que demuestran que Turquía ha incumplido el artículo 2 del Tratado del Atlántico Norte.
Turquía ha chantajeado a Suecia y Finlandia, ha encarcelado a más periodistas que Rusia, ha dado cobijo a miembros de organizaciones terroristas como Hamás y los Hermanos Musulmanes, ha puesto en peligro a soldados estadounidenses en Siria, ha amenazado con invadir el territorio de la OTAN, ha amenazado a la OTAN y ha amenazado a Estados Unidos. Turquía ha chantajeado a Suecia y Finlandia, ha encarcelado a más periodistas que Rusia, ha dado cobijo a miembros de organizaciones terroristas como Hamás y la Hermandad Musulmana, ha puesto en peligro a soldados estadounidenses en Siria, ha amenazado con invadir Grecia, socio de la OTAN, ha violado el embargo de armas del Consejo de Seguridad de la ONU contra Libia, ha comprado material militar ruso y comprometido así el programa del caza furtivo F-35, ha ayudado a militantes del ISIS a cruzar la frontera de Turquía con Siria, ha patrocinado la limpieza étnica de armenios en Nagorno Karabaj por parte de Azerbaiyán y ha ayudado a Rusia e Irán a eludir sanciones. La lista es interminable, pero una cosa es cierta: Turquía ha violado de hecho el artículo 2 del Tratado del Atlántico Norte.
Para la mayoría de los países, el ingreso en la OTAN ha servido como herramienta de democratización y peldaño para la adhesión a la Unión Europea. No es el caso de Turquía. A pesar de ser miembro de la OTAN desde 1952 y candidato a la UE desde 1999, Turquía no ha cumplido los criterios de adhesión. Dada la crisis financiera de Turquía, su erosión democrática, su continua ocupación de Chipre y sus constantes amenazas contra Grecia, es improbable que Turquía se adhiera algún día a la UE. Ankara es consciente de esta realidad y la ha tenido en cuenta en sus cálculos estratégicos. Para Turquía, el ingreso en la OTAN es simplemente un instrumento para aumentar su influencia. Esto permite a Ankara perseguir sus ambiciones hegemónicas siendo un mal socio de sus aliados en vez de un oponente directo de la Alianza.
Dejar a Turquía fuera de las soluciones regionales
Evidentemente, expulsar a Turquía de la OTAN por incumplir el Artículo 2 del Tratado del Atlántico Norte tendría graves consecuencias para la Alianza. Por ejemplo, reduciría la capacidad de la OTAN para proyectar su poder en el Mar Negro, el Cáucaso y Oriente Medio. La Alianza perdería su segundo mayor ejército sobre el papel. Se restringiría el acceso a los estrechos turcos y al Mar Negro. Probablemente cesaría el valioso intercambio de inteligencia entre la Agencia Central de Inteligencia y la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía. Por último, la menor influencia de Washington sobre Ankara también aumentaría la probabilidad de que Turquía invadiera Grecia.
Sin embargo, existen soluciones a corto, medio y largo plazo para la mayoría de estos problemas. La Alianza mantiene el acceso al Mar Negro a través de Rumanía y Bulgaria. Los cargamentos podrían sortear los estrechos turcos transitando por el puerto rumano de Constanza o el búlgaro de Burgas, y trasladándose después por ferrocarril al puerto griego de Alexandroupoli para su exportación a los mercados internacionales. Los acuerdos de base con Nicosia podrían sustituir a la base aérea de Incirlik y permitir a la Alianza proyectar su poder en Oriente Medio. Más adelante, un posible ingreso de Ucrania, Georgia o Armenia – todos estos países son signatarios de la Asociación para la Paz de la OTAN – podría restablecer la presencia de la Alianza en el Mar Negro y el Cáucaso.
A pesar de las consecuencias que la expulsión turca tendría para la OTAN, haría mucho más por debilitar la posición internacional de Turquía. Al fin y al cabo, la ambición turca para el siglo XXI consiste en convertirse en una potencia mundial en la encrucijada de Europa y Asia, y la integración en la OTAN proporciona a Ankara la influencia necesaria para conseguir este objetivo, incluso a costa de sus aliados. En contraste con los designios hegemónicos de Turquía, Finlandia y Suecia son democracias liberales de pleno derecho que comparten los intereses comunes y los valores democráticos de la OTAN. Ahora, Helsinki y Estocolmo han tomado la difícil aunque necesaria decisión de abandonar la neutralidad en favor del ingreso en la OTAN. Esto representa una coyuntura crítica tanto en la historia finlandesa como en la sueca.
Verdaderos aliados
Finlandia ha sido neutral desde el final de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de sus legítimos agravios por los territorios cedidos a la Unión Soviética en la posguerra, Helsinki mantuvo esta neutralidad durante toda la Guerra Fría. En la actualidad, Finlandia comparte con Rusia una frontera de 1.340 kilómetros de longitud. Esto aumenta el riesgo de que Helsinki sea invadida por Moscú.
La adhesión de Finlandia situaría a San Petersburgo, la segunda ciudad más grande de Rusia, a menos de 200 km de las fronteras de la OTAN desde un segundo punto (el primero es Narva, Estonia). Esto contribuiría a disuadir las agresiones rusas. Además, Finlandia posee una sofisticada industria de defensa, cuenta con el mayor arsenal de artillería de Europa, mantiene un sistema de servicio militar obligatorio y puede tener hasta un millón de reservistas listos para el combate en pocas semanas.
La neutralidad de Suecia se remonta a las guerras napoleónicas. Durante siglos, Estocolmo se apoyó en Finlandia como Estado tapón entre Rusia y Suecia. Esto permitió a Suecia seguir una política exterior más neutral, e incluso evitó entrar en la Segunda Guerra Mundial. Suecia mantiene un sistema de servicio militar obligatorio, posee una sofisticada industria de defensa y cuenta con la quinta armada más fuerte del mundo. La adhesión de Suecia también proporcionaría a la OTAN una presencia permanente en la isla de Gotland. La situación estratégica de esta isla en medio del mar Báltico es crucial para los cables de comunicación submarinos regionales, la vigilancia del transporte marítimo, la instalación de sistemas de defensa antiaérea y la proyección de poder en el exclave ruso de Kaliningrado. Esto convertiría al mar Báltico en otro lago de la OTAN en Europa.