Desde el 11 de julio, decenas de miles de cubanos en ciudades y pueblos de toda la isla han estado protestando contra la opresión del régimen comunista que ha prohibido tales manifestaciones durante casi sesenta años. El 12 de julio, el presidente Biden emitió una débil declaración de un párrafo de apoyo a ellos, diciendo que los estadounidenses están con ellos y pidiendo al régimen del presidente cubano Miguel Díaz-Canel que escuche y sirva a su pueblo.
Si Biden hubiera querido decir lo que dijo. Como veremos en un momento, las acciones de su administración demuestran claramente que no lo quiso.
Los cubanos protestan contra el régimen por la escasez de alimentos, las frecuentes interrupciones de la electricidad durante horas, la falta de servicios médicos y la fallida respuesta del régimen a la pandemia del COVID-19. Las protestas han sido pacíficas, pero las respuestas del régimen no.
En respuesta a estas protestas, Díaz-Canel ha ordenado a las tropas y a los fieles “revolucionarios” que salgan a la calle. Las tropas han disparado contra los manifestantes, matando al menos a uno e hiriendo a otros. Unos ciento cincuenta han sido “desaparecidos”. Esos “fieles” han golpeado a los manifestantes con puños y palos. El régimen, que pretende cortar todas las noticias procedentes del país, ha cortado todos los servicios de Internet (incluidas las redes sociales) que los manifestantes utilizaban para organizarse.
Muchos de los manifestantes son jóvenes para los que la revolución de Fidel Castro es historia antigua. A veces cantan “no tenemos miedo” y llevan banderas estadounidenses como orgullosos símbolos de libertad. Puede que no consigan derrocar al régimen, pero no obstante son peligrosos porque su movimiento puede crecer rápidamente si consiguen el apoyo de Estados Unidos.
Lamentablemente, Biden no tiene el consejo de mi difunto amigo y prominente cubano-americano, José Sorzano. Él fue embajador adjunto en la ONU de la gran Jeanne Kirkpatrick durante la administración Reagan.
El embajador Sorzano podría haber explicado a Biden la naturaleza de los controles económicos del régimen sobre el pueblo de Cuba. Como me explicó una vez, la economía comunista cubana se resume en cinco palabras: “No hay, no te toca”. Los cubanos tienen que hacer cola para comprar leche, pan o carne o esperar a que los autobuses les lleven y traigan de sus trabajos. Las muertes por la pandemia de COVID-19 se multiplican por la falta de vacunas y atención médica.
La opresión del pueblo cubano va mucho más allá de la escasez de alimentos impuesta por el régimen comunista. Han aparecido vídeos de policías golpeando a manifestantes a pesar del bloqueo de Internet por parte del régimen. La policía ha estado acorralando a los líderes de las protestas. La tortura de los presos políticos es rutinaria.
El equipo de Biden ha reaccionado con fuerza a las protestas cubanas de la forma más útil para el régimen comunista.
La política de fronteras abiertas de Biden se extiende a todas las nacionalidades excepto a los cubanos (quizás porque podrían convertirse en republicanos). El Secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Majorkas, dijo que no se permitiría la entrada de inmigrantes ilegales cubanos en Estados Unidos. “Permítanme ser claro. Si se lanzan al mar, no vendrán a Estados Unidos”. Dijo que no habría entrada a Estados Unidos ni siquiera para aquellos que puedan demostrar un “temor fundado de persecución o tortura”.
La postura de Majorkas es rotundamente ilegal. El temor fundado a la persecución o la tortura es uno de los motivos legales para obtener asilo político en Estados Unidos. Además, amenazó con arrestar a los propietarios de barcos estadounidenses que intenten ayudar a los cubanos a huir de la isla.
Biden y Majorkas deberían avergonzarse de sus acciones, pero son políticamente incapaces de sentir esa vergüenza.
Al parecer, choca a algunos medios de comunicación, políticos y grupos de presión estadounidenses, como el movimiento Black Lives Matter, que muchos manifestantes cubanos lleven banderas estadounidenses durante sus marchas. BLM culpa de la situación de los cubanos al embargo de Estados Unidos, diciendo que el “trato inhumano de los cubanos” por parte del gobierno estadounidense ha llevado a la isla a esta crisis.
El embargo se estableció por ley en 1961. Para acabar con él, como dijo el congresista Lincoln Díaz-Balart (R-Fl), el gobierno cubano tiene que liberar a todos los presos políticos, legalizar todos los partidos políticos, los sindicatos y la prensa libre y programar elecciones multipartidistas libres. El régimen cubano no hará ninguna de esas cosas porque acabarían con su capacidad de oprimir a la población.
En lugar de apoyar a los manifestantes cubanos, Biden se siente más cómodo con la invitación que el Secretario de Estado Anthony Blinken hizo la semana pasada al Consejo de Derechos Humanos de la ONU para que viniera a Estados Unidos a “investigar” los derechos humanos de los afroamericanos y el supuesto abuso de poder policial contra ellos. Cuba, junto con Rusia, China, Pakistán, Libia y Venezuela, son miembros del CDH. Esa “investigación” es una burla a la ley y a la Constitución de Estados Unidos.
Sería fácil para Biden revertir la hipocresía de la política de su administración hacia los refugiados cubanos. Tiene que hablar en favor de la libertad de Cuba y permitir que los refugiados cubanos se beneficien de su política de fronteras abiertas. Si es posible, debería restablecer el servicio de Internet en Cuba para permitir que el mundo sea testigo de la opresión comunista.
Biden debería pedir al Congreso que apruebe una resolución condenando la opresión del régimen de Díaz-Canel y exigiendo la libertad de todos los cubanos.
Biden no hará nada de eso. Estados Unidos siempre ha estado a favor de la libertad y en contra de la opresión, pero Biden evidentemente no está dispuesto a hacerlo.
– Jed Babbin, subsecretario de Defensa en la administración de George H.W. Bush, es el autor de “In the Words of Our Enemies”.