La semana pasada, China publicó un documento de posición sobre la guerra ruso-ucraniana que, aunque escaso en detalles, pedía un “alto el fuego completo”, para “ayudar a las partes en conflicto a abrir la puerta a un acuerdo político lo antes posible”, y se oponía a la amenaza o el uso de armas nucleares. Sin embargo, la administración Biden también advirtió de que China está considerando la posibilidad de enviar artillería y aviones no tripulados para reforzar los suministros rusos. Con el aumento de la posibilidad de que China se implique en el conflicto, la guerra ha entrado en una nueva fase crítica y se acumulan las pruebas de que los responsables políticos occidentales comprenden lo que está en juego para Ucrania y desean evitar para siempre una guerra debilitante.
El documento de posición de China se limita a exponer lo que los analistas han deducido de las declaraciones oficiales desde el comienzo del conflicto. Pero la perspectiva de que Pekín se convierta en un participante en la guerra -ya sea como facilitador diplomático o como proveedor de armas- refuerza el hecho de que China no quiere que su socio estratégico más cercano se debilite hasta quedar irreconocible. Con su vasta base industrial, las posibles implicaciones en el campo de batalla de la implicación china en Ucrania son significativas.
El hecho de que China haya manifestado públicamente que le gustaría que la guerra terminara cuanto antes y que no permitirá que la posición rusa se derrumbe debería tomarse como una advertencia para Occidente. No está claro el grado de implicación de Pekín en cualquier proceso de negociación, pero proporcionar a Moscú capacidades en el campo de batalla podría contrarrestar eficazmente la ayuda que están enviando los socios de Ucrania.
La guerra de Ucrania: pensando en un escanerio difícil
Incluso sin una intervención china, ya hay indicios de que los costes de intentar sobrevivir a los incesantes ataques de Rusia son cada vez más difíciles de soportar para Estados Unidos y sus aliados. La preocupación por los futuros volúmenes de ayuda militar está influyendo claramente en el cálculo de los responsables políticos occidentales. Tras la visita sorpresa del presidente Joe Biden a Kiev, un informe del Wall Street Journal indicaba que varios aliados de la OTAN están presionando al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy para que considere la posibilidad de entablar conversaciones de paz con Rusia.
Según el Journal, “los políticos del Reino Unido, Francia y Alemania albergan cada vez más dudas de que Ucrania sea capaz de expulsar a los rusos del este de Ucrania y Crimea… y creen que Occidente sólo puede ayudar a mantener el esfuerzo bélico durante un tiempo, especialmente si el conflicto se estanca”. Este relato coincide con un informe anterior del Washington Post de este mes que señalaba que “funcionarios estadounidenses están diciendo a los líderes ucranianos que se enfrentan a un momento crítico para cambiar la trayectoria de la guerra”. El Post citaba la advertencia de un alto funcionario de la administración de que “seguiremos intentando inculcarles que no podemos hacer nada y todo para siempre”.
La verdad es que los niveles de producción occidentales de varias municiones críticas, como los misiles antiblindaje Javelin y los obuses de 155 mm, sencillamente no pueden seguir el ritmo de los disparos ucranianos sobre el terreno. Aunque se ha informado de que las cadencias de fuego rusas han disminuido considerablemente, Kiev depende completamente de la ayuda militar occidental para resistir el ataque masivo de las unidades rusas recién movilizadas. Además, el ritmo y la intensidad de los combates están afectando gravemente a la mano de obra y los recursos ucranianos. Además de los graves daños económicos y de infraestructuras sufridos durante el primer año del conflicto, millones de ucranianos han huido al extranjero.
Los que se quedan son reclutados y enviados al frente tras sólo un mes de entrenamiento; como consecuencia, ambos bandos han sufrido un elevado número de bajas. Sin embargo, dadas las ventajas relativas de Rusia en mano de obra y producción industrial autóctona, los líderes occidentales tienen razón al concluir que es improbable que Ucrania restablezca el statu quo ante.
Los socios de Ucrania deberían animar a Kiev a consolidar ahora sus avances en vez de gastar más hombres y material en una agotadora ofensiva de primavera contra unidades rusas atrincheradas. Una guerra prolongada en Ucrania entraña varios riesgos que no benefician a los intereses de Estados Unidos y podrían complicar los esfuerzos para poner fin al conflicto. Como explicaba un reciente estudio de la RAND Corporation, entre estos riesgos se encuentran el uso de armas nucleares por parte de Rusia, un conflicto directo entre la OTAN y Rusia, un sufrimiento humanitario prolongado, trastornos económicos mundiales duraderos y una merma de los recursos estadounidenses necesarios para otras prioridades estratégicas. Para la propia Ucrania, una guerra interminable contra una gran potencia vecina con armas nucleares obstaculizará sus esfuerzos de reconstrucción nacional y disuadirá a los inversores internacionales.
¿Qué pasará después?
Los esfuerzos de Occidente para armar a Ucrania sin provocar una confrontación directa con Rusia han tenido éxito hasta ahora. Del mismo modo, las victorias de Ucrania en el campo de batalla han refutado las evaluaciones pesimistas sobre su capacidad para recuperar el territorio ocupado. Sin embargo, la trayectoria de cualquier guerra puede cambiar rápidamente y lo que ha funcionado durante los últimos doce meses puede no ser lo óptimo para los próximos doce. “El tiempo”, como advirtieron recientemente la ex Secretaria de Estado Condoleezza Rice y el ex Secretario de Defensa Robert Gates, “no está de parte de Ucrania”.
La perspectiva de una intervención china en el conflicto debería hacer comprender este punto a aquellos en las capitales occidentales que ven la escritura en la pared.