De Corea del Norte llegan noticias más preocupantes de lo habitual. En el verano de 2020, el país se vio afectado por una serie de desastres naturales en medio de la pandemia de coronavirus. En enero de 2021, el líder norcoreano Kim Jong Un dijo que el plan económico quinquenal del país había fracasado. En junio, admitió que la situación alimentaria del país “se está poniendo tensa”. Aunque el gobierno mantiene que no ha habido ningún caso de coronavirus dentro de sus fronteras, los informes sugieren que el país se ha visto, al menos, afectado. Aunque el panorama de lo que está ocurriendo en Corea del Norte no está nada claro, estas informaciones sugieren que el pueblo norcoreano podría estar enfrentándose a sus condiciones de vida más extremas en décadas. Sin embargo, el gobierno estadounidense no debe asumir que Corea del Norte está al borde del colapso.
El colapso de Corea del Norte se ha predicho una y otra vez desde el final de la Guerra Fría, pero Corea del Norte persiste a pesar de estas predicciones. Corea del Norte perdió un importante apoyo financiero con la caída de la Unión Soviética y el fortalecimiento de los lazos entre Corea del Sur y Rusia a principios de la década de 1990. Las inundaciones y la hambruna de mediados de la década de 1990 respaldaron los pronósticos de que el Estado norcoreano estaba cerca de su fin. Las predicciones sobre el fracaso del régimen también cobraron fuerza cuando Kim Jong Un asumió el liderazgo del país en 2011, a sus veintitantos años. En la actualidad, las ocasionales desapariciones de Kim de la vida pública desencadenan intensas especulaciones sobre el estado del régimen y el potencial de inestabilidad.
Además de las crisis internas que amenazan con desestabilizar el régimen, el régimen de Kim se enfrenta a fuerzas externas que intentan moldear las decisiones del régimen y socavar su fortaleza. Las Naciones Unidas y algunos Estados miembros han promulgado sanciones dirigidas a una amplia gama de actividades económicas norcoreanas, desde bienes de lujo e importaciones de energía hasta exportaciones de marisco y carbón. Sin embargo, este aislamiento del sistema económico internacional no ha llevado al régimen a poner fin a sus programas de armas de destrucción masiva ni a sus actividades ilícitas. Por el contrario, el régimen ha utilizado estas actividades ilícitas -como la ciberdelincuencia, la falsificación de moneda y el narcotráfico- para generar ingresos frente a las fuerzas desestabilizadoras.
Aunque es probable que Corea del Norte esté sometida a tensiones, Estados Unidos no debe asumir que la desaparición del régimen de Kim es inminente. Los indicios de inestabilidad interna deben considerarse en el contexto más amplio de un régimen que ha demostrado repetidamente una increíble resistencia a las amenazas tanto internas como externas. La política estadounidense debe tratar a Corea del Norte como un desafío a largo plazo. Mientras tanto, Estados Unidos debe hacer lo que pueda para apoyar a los norcoreanos de a pie cuando se enfrenten a una crisis de salud pública o alimentaria, reconociendo al mismo tiempo que, en última instancia, la responsabilidad de su difícil situación corresponde a un régimen que da prioridad a los privilegios de la élite sobre el bienestar público.