En las últimas semanas, los medios de comunicación han informado de que Teherán se está preparando para construir una planta conjunta de producción de aviones no tripulados en Rusia (Euromaidan Press, 6 de febrero). Según los informes, la inteligencia occidental cree que la planta de producción en cuestión forma parte de un acuerdo de defensa de 1.000 millones de dólares firmado recientemente entre Moscú y Teherán (Iran International, 5 de febrero).
Ambas partes han negado la existencia de tal proyecto (Business Gazeta, 8 de febrero), y el portavoz presidencial ruso, Dmitry Peskov, declaró que Rusia tiene sus “propios programas [de armamento] de desarrollo” (Oreanda News, 6 de febrero). Sin embargo, Rusia, conocida por su amplio uso de la maskirovka -enmascaramiento y engaño militar-, y también Irán, no deben tomarse al pie de la letra. De hecho, a pesar de anteriores afirmaciones en sentido contrario, los drones kamikazes iraníes han ido a parar a manos de las Fuerzas Armadas rusas y se están utilizando para aterrorizar a civiles ucranianos inocentes. El desarrollo de una planta conjunta de producción de aviones no tripulados consolidaría aún más las relaciones ruso-iraníes en materia de defensa, lo que podría conducir a una asociación de pleno derecho subrayada por una mayor cooperación militar.
Desde el otoño del año pasado, las Fuerzas Armadas rusas han recurrido activamente a drones kamikaze iraníes para destruir infraestructuras críticas de Ucrania (Kyiv Independent, 26 de octubre de 2022). Recientemente, se han difundido informes de que las existencias rusas de drones iraníes se están agotando (Unian, 17 de febrero). Aun así, parece que el floreciente bloque antioccidental está considerando alternativas a más largo plazo para mantener a raya a Occidente en la guerra en curso, y una fábrica conjunta de drones representa una de las opciones más factibles en este sentido.
Este escenario facilitaría a Rusia el acceso a un flujo continuo de drones kamikazes iraníes, lo que aumentaría la presión sobre los sistemas de defensa antiaérea y el personal militar de Ucrania. Si se materializa, la apertura de una instalación iraní de aviones no tripulados en la inminente vecindad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tendrá también inmensas implicaciones estratégicas, como llevar los complejos militares de un importante rival estratégico a las puertas de la Alianza. Además de reforzar la creciente cooperación militar entre Teherán y Moscú, este desarrollo también supondría un gran peligro para la futura seguridad del flanco oriental de la OTAN, con repercusiones a largo plazo.
Si el plan se lleva a cabo, la planta de aviones no tripulados en cuestión se convertirá en la última incorporación a la extensa red de producción mundial de Teherán, que incluye instalaciones en Tayikistán, Siria y Venezuela, entre otras. Según fuentes de inteligencia de dominio público, la planta se ubicará probablemente en la ciudad de Yelabuga, al este de Moscú (Gazeta.ru, 5 de febrero). Con una capacidad de producción prevista de unos 6.000 drones iraníes al año, la fábrica será un verdadero multiplicador de fuerzas para sostener la guerra de Rusia contra Ucrania durante los próximos meses. También ofrecerá un impulso adicional a una posible ofensiva en primavera (Gazeta.ru, 5 de febrero).
La construcción de una planta de producción también será mucho más sostenible que los frecuentes traslados de drones en una zona caliente altamente peligrosa y logísticamente desafiante. La instalación puede proporcionar a Rusia ventajas estratégicas clave, como el fácil acceso a piezas de repuesto y apoyo para el mantenimiento. Cabe destacar que el emplazamiento propuesto para la instalación de producción, Yelabuga, está cerca del río Kama.
En este sentido, los complejos militares iraníes presentan una tendencia interesante. Algunas de las instalaciones de producción de misiles más críticas de Teherán (incluidas las de Parchin y Baniyas) se encuentran cerca de un suministro de agua (Radio Free Europe/Radio Liberty, 16 de agosto de 2017; Iran International, 26 de mayo de 2022). Por lo tanto, aunque todavía es pronto, la instalación de producción prevista también podría convertirse en un nuevo punto potencial para la producción de misiles iraníes.
Otro aspecto influyente en términos de implicaciones estratégicas es la consideración de qué drones se producirán en esta instalación conjunta. En un principio, la planta de producción podría fabricar los infames drones kamikazes Shahed-136 y Shahed-131 que ya se están utilizando en Ucrania. Sin embargo, lo realmente preocupante es que la línea de producción podría incluir versiones renovadas y modificadas de estos drones, que dotarán a estos vehículos aéreos no tripulados de mayor velocidad y alcance. Algunas fuentes afirman que los iraníes ya se han embarcado en este viaje, modificando los tradicionales Shahed-131 para incluir ojivas más destructivas (Eurasian Times, 10 de febrero). Si se cumplen, estos planes podrían transformar los drones iraníes en una amenaza más amplia en el flanco oriental de la OTAN, que ya no se limita sólo a Ucrania.
La instalación en cuestión también concedería a Teherán una red ampliada de proveedores. En realidad, a pesar de las sanciones occidentales, Rusia sigue teniendo abiertos varios canales de suministro. Desde el comienzo de la guerra, algunas empresas fantasma del Cáucaso meridional (por ejemplo, Armenia) y de China han facilitado al Kremlin la elusión de las sanciones (Eurasianet, 10 de marzo de 2022). Según la inteligencia estadounidense, estos canales han proporcionado a la base industrial rusa de tecnología de defensa semiconductores y subcomponentes para sistemas críticos. Por lo tanto, Occidente debería tener en cuenta que, en caso de un acuerdo de producción con Irán, estos países también se convertirán indirectamente en cómplices del programa de desarrollo de aviones no tripulados de Teherán.
Además, con una mayor presencia a las puertas de la OTAN, esto significaría que Teherán tendrá un acceso y una exposición más fáciles a algunos de los sistemas más sofisticados de Occidente derribados en Ucrania. Tarde o temprano, esto podría convertirse en una amenaza alarmante que desafiaría directamente la ventaja tecnológica, los conocimientos técnico-militares y los derechos de propiedad intelectual de la Alianza.