La decepción se dibuja en el rostro de María Ponte al salir de una carnicería en la favela caraqueña de Petare, la más grande y conflictiva de Venezuela. Entró allí con la esperanza de que algún fenómeno hubiera hecho bajar los precios, lo que le habría permitido comer carne por primera vez este año.
Al salir de la tienda, la mujer solo llevaba varios kilos de pellejo de pollo, con la que hará su propio aceite para freír huevos y arepas, un bollo a base de harina de maíz que goza de gran popularidad en Venezuela.
“Llevo más de tres meses sin comer un trocito de carne”, cuenta Ponte a EFE. “Fue un bistec que nos comimos mi hijo y yo. Y solo somos dos en casa”, añade.
En otro punto de Petare, la jubilada Encarnación Almarza tiene mejor suerte y compra varios kilos de carne.
Pero luego aclara que no es para su casa, sino que la utilizará para preparar las tortas rellenas que vende a diario para redondear sus ingresos.
Es decir, cocinará y venderá la carne, no para su consumo personal, aunque señala que la come todos los días, aunque es un alimento más accesible, algo que no pueden decir todos los habitantes de este barrio pobre, donde los problemas del país sudamericano encuentran un escaparate.
Sin poder adquisitivo
Casos como el de Ponte y Almarza se repiten cada vez más en Venezuela, un país que atraviesa la peor crisis de su historia moderna.
Los venezolanos consumen cada vez menos carne por el escaso poder adquisitivo de los trabajadores, como dijo a EFE Armando Chacín, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedenaga).
“La carne venezolana es la más barata de América Latina y de muchos países del mundo”, dice Chacín en una entrevista telefónica. “Pero hay un tema de escaso poder adquisitivo que ha bajado el consumo de proteínas de los venezolanos”, añade.
En Venezuela, el salario mínimo es de 1.800.000 bolívares, lo que equivale a algo menos de un dólar, según el tipo de cambio oficial del Banco Central.
Alrededor de siete millones de personas, entre empleados públicos y pensionistas, reciben este ingreso, aunque la tiranía del socialista Nicolás Maduro asegura que este colectivo también recibe más dinero a través de diversos planes de ayuda social.
En cualquier caso, pensionistas y empleados públicos consultados aseguran que sus ingresos no superan, en el mejor de los casos, los 10 dólares mensuales, mientras que el kilo de carne se puede conseguir entre 4 y 6 unidades de la moneda estadounidense, un precio que podría considerarse barato en otros países, pero no en Venezuela.
Tres kilos de carne al año
Esta realidad, explica Chacín, hizo que el consumo de carne se desplomara en Venezuela y pasara de más de 65 kilos per cápita en 1999 -año en que llegó al poder el fallecido expresidente Hugo Chávez (1999-2013)- a solo 3 en 2020.
“En Fedenaga entendemos que hoy no hay capacidad para consumir la matanza que estamos produciendo en el país, aunque sea baja”, continúa Chacín.
El directivo señala que la producción ganadera de Venezuela apenas cubre 40% de los requerimientos de acuerdo con el tamaño de la población.
“El gran drama del ciudadano venezolano es que tiene la carne más barata de América Latina, pero no puede comerla. No tiene el poder de comprarla”, dice Chacín.
Como consecuencia, muchos han comenzado a variar su dieta, dejando de lado la carne, producto del que históricamente obtenían el hierro necesario para el organismo.
En definitiva, las políticas socialistas de “redistribución de la riqueza” del chavismo destruyeron los servicios públicos del país, la empresa privada y empujaron al 96% de los venezolanos a la pobreza.