El fallido intento de asesinato del primer ministro iraquí, Mustafá Al-Kadhimi, llevado a cabo el domingo con aviones no tripulados de fabricación iraní, demuestra que, en su política exterior hacia la región árabe, Irán continúa con su objetivo habitual de debilitar y desestabilizar cualquier Estado soberano respetado y legítimo.
Como las acusaciones sobre quién estaba detrás del ataque se centraron en las milicias respaldadas por Irán en Irak, fue bastante divertido leer en las redes sociales a los llamados respetables expertos occidentales que achacaban la situación al asesinato el año pasado del comandante terrorista Qassem Soleimani, de la Fuerza Quds, y de Abu Madhi Al-Muhandis, el jefe de las Unidades de Movilización Popular. Increíblemente, el análisis de estos expertos afirmó que las muertes de Soleimani y Al-Muhandis hicieron que las milicias patrocinadas al 100% por Irán en Irak fueran menos controlables por -esperen- Irán. Esto es una total tontería.
El atentado contra el primer ministro iraquí fue exactamente el tipo de acción que Soleimani habría ordenado. Desgraciadamente, es muy dudoso que la investigación conduzca a conclusiones sustanciales. En un escenario ideal, los responsables de esta acción deberían ser llevados ante la justicia, y los jueces iraquíes decidirían su destino. Es luchando contra estos ataques con instituciones soberanas como Irak puede ganar. Si el objetivo de Irán para Irak es permitir que sus milicias sigan desangrando el país, la mejor respuesta es fortalecer el Estado y hacerlo aún más poderoso: Todos los poderes y para todo su pueblo.
El momento de este ataque es también otra razón para señalar con el dedo acusador a Irán y a sus milicias, ya que estas últimas fueron ampliamente rechazadas durante las elecciones parlamentarias del mes pasado. El hecho es que los iraquíes comprenden que la política de Irán en Oriente Medio no tiene nada que ver con la liberación de sus hermanos chiíes que viven bajo la opresión, como ellos afirman. Irak es el ejemplo perfecto de que se trata en realidad de una política de expansionismo violento. Incluso en Irak, donde la mayoría de la población es chiíta, Irán está creando más divisiones y caos. Los resultados de las elecciones enviaron claramente un mensaje a Teherán: Trata con nuestro Estado y no interfieras en nuestros asuntos internos.
A diferencia del Líbano, donde es demasiado tarde para sacar al país de su ocupación iraní, Irak aún tiene una oportunidad. Es una misión difícil, pero es la única manera de que Irak mantenga su soberanía. Es un camino pavimentado de peligros. La mejor y más eficaz manera de afrontarlo es ilegalizar inmediatamente a las milicias y hacer que entreguen sus armas. Irak no sobrevivirá si se permite que las milicias sigan poniendo en peligro y amenazando toda voz que reclame la soberanía. La coexistencia con las milicias armadas no es una opción. El Estado debe tener el monopolio de las armas. Es hora de que los líderes políticos iraquíes demuestren que su lealtad está con su propia nación tomando esta valiente decisión.
Otro paso importante hacia la estabilidad en Irak sería prohibir también toda financiación extranjera de la vida política y pública nacional. Además, no debería permitirse a ningún partido político administrar servicios sociales, como subvenciones a los bienes o servicios médicos gratuitos. Esto exige un intenso escrutinio de tales acciones, que podrían utilizarse para influir en el electorado y crear divisiones en la sociedad. Todas las prestaciones sociales deben ser ofrecidas por el Estado y a todos los ciudadanos, independientemente de su religión o etnia. Las organizaciones benéficas deben ser apolíticas.
El Líbano cometió el error fatal de permitir que Hezbolá conservara su arsenal militar, mientras que todas las demás milicias renunciaron a los suyos al final de la guerra civil, y dejó que construyera instituciones paralelas al Estado. Es una de las principales causas de la actual situación catastrófica del país. Se ha permitido que el grupo se convierta en un Estado por encima del Estado y ha destruido el país. Por lo tanto, el ejército iraquí debería estar capacitado para hacer frente a cualquier amenaza, ya sea interna o externa. No debería necesitar la ayuda o el apoyo de ningún grupo armado.
Más allá de aplicar la voluntad del pueblo, el fin de las milicias armadas es una necesidad para dar estabilidad a la situación política del país. No es una sorpresa que se haya producido una escalada como la del domingo. ¿Acaso todo el mundo ha olvidado que 30 activistas iraquíes que criticaban a las milicias respaldadas por Irán han sido asesinados en los últimos tres años? ¿Cuántos asesinatos y secuestros más son necesarios para que los iraquíes se unan contra esta amenaza? ¿Reaccionarán cuando todos los jueces honorables sean asesinados? ¿O cuando desaparezcan académicos universitarios? Esto es lo que ocurre cuando las milicias actúan con total impunidad.
Por lo tanto, desarmar a estas milicias es la misión más importante que deberá emprender el próximo gobierno. Se trata de la última oportunidad para que Irak sobreviva y se libere del control iraní. También es la única manera de erradicar todos los síntomas que conlleva la injerencia extranjera, como la corrupción. Además, nada justifica la existencia de las milicias, ni siquiera la amenaza de ISIS.