El 18 de julio se cumple el vigésimo octavo aniversario del atentado contra la AMIA, en el que murieron 85 personas y más de 300 resultaron heridas en un ataque terrorista dirigido contra Argentina y su centro comunitario judío en Buenos Aires en 1994. Como demuestran las pruebas descubiertas por el fiscal argentino Alberto Nisman, fallecido en circunstancias sospechosas, y las órdenes de notificación roja publicadas por INTERPOL en 2007, la República Islámica de Irán y su sustituto, Hezbolá, fueron los responsables de este atentado suicida. El atentado contra la AMIA, el más mortífero de la historia de Argentina, sigue siendo un sombrío recordatorio no solo de la amenaza que supone el régimen iraní -el principal Estado patrocinador del terrorismo y el antisemitismo– para las comunidades judías de todo el mundo, sino también de la impunidad de la que siguen gozando los agentes, proxys y cómplices de Teherán en América Latina y fuera de ella.
Este año, la convocatoria de un foro en Buenos Aires para combatir el antisemitismo tendrá como telón de fondo el aniversario de la AMIA. Entre los asistentes estará la embajadora Deborah Lipstadt, enviada especial de Estados Unidos para vigilar y combatir el antisemitismo, así como otros líderes regionales y expertos de veinte países, cuya presencia ofrece una muestra de apoyo a quienes buscan justicia en el caso AMIA y contribuye a que la memoria de las víctimas no caiga en el olvido.
Lamentablemente, el foro sobre antisemitismo se celebra en medio de la preocupación por la seguridad derivada de la inmovilización por parte de las autoridades argentinas, el 8 de junio, de un avión de carga que hasta hace poco había sido operado por la sancionada Mahan Air de Irán hasta que fue entregado a la empresa estatal venezolana Emtrasur en enero. Los sospechosos patrones de vuelo del avión y los tripulantes vinculados al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) son una prueba de que Teherán ha pasado las últimas tres décadas profundizando sus redes ilícitas en la región.
Los itinerarios anteriores del avión en la Triple Frontera de Argentina, Brasil y Paraguay reflejan la creciente presencia del régimen iraní en una región enredada en el narcotráfico, el lavado de dinero y la violencia política. Otros itinerarios más allá de la Triple Frontera también dan cuenta de los intrincados esfuerzos de Teherán por evadir las sanciones en connivencia con los regímenes autoritarios de la región. La tripulación sobredimensionada de catorce venezolanos y cinco iraníes en un avión de carga vacío también apunta a las formas en que Teherán ha estado transportando funcionarios del régimen y oficiales de inteligencia junto con otra carga ilícita.
Además, el régimen iraní y sus cómplices han gozado de una creciente impunidad en América Latina durante las últimas tres décadas, y particularmente durante el último año. En enero, el vicepresidente iraní para asuntos económicos, Mohsen Rezaei, un antiguo líder de la IRGC buscado por Argentina mediante una notificación roja de Interpol por su presunto papel en el atentado contra la AMIA, disfrutó de una cálida bienvenida en Nicaragua durante la ceremonia de investidura de Daniel Ortega. Tres meses antes, un tribunal argentino absolvió a la ex presidenta y actual vicepresidenta del país, Cristina Fernández de Kirchner, y a sus colaboradores de un supuesto encubrimiento del papel de Teherán en el atentado de la AMIA. Mientras tanto, la investigación sobre el presunto asesinato de Alberto Nisman, el fiscal argentino que presentó originalmente la denuncia penal contra Kirchner, se ha estancado.
Irán también pretende ejercer su influencia en la región ampliando su poder blando. HispanTV, el medio de propaganda en español de Teherán, promueve conspiraciones antisemitas y realiza campañas de desinformación contra Israel. Además, el régimen iraní ha construido a lo largo de los años una red de centros culturales, instituciones educativas, medios de comunicación y editoriales en toda América Latina, utilizándolos para construir una red de clientes que puede incitar y activar no solo contra las comunidades judías sino también contra los individuos que perciben como enemigos del régimen y sus proxys. Si a esto se añaden los cálidos lazos entre Teherán y los regímenes autoritarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela, los agentes y apoderados iraníes, incluido Hezbolá, han acumulado importantes capacidades logísticas para perseguir el narcotráfico, el blanqueo de dinero, la evasión de sanciones y, lo que es más importante, la inminente preocupación de posibles ataques terroristas en la región.
Qué se puede hacer para abordar esta amenaza? La designación de Argentina de Hezbolá como organización terrorista en 2019 y la adopción de la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto en 2020 fueron pasos en la dirección correcta. Buenos Aires, sin embargo, necesita complementar estos pasos con una investigación exhaustiva del avión iraní convertido en venezolano y sus sospechosos tripulantes, carga y rutas de vuelo, independientemente de a dónde lleven las pruebas y a quién impliquen. Y aunque Estados Unidos y otros aliados han expresado con razón su preocupación, también deberían tomar medidas concretas y ofrecerse a ayudar a Buenos Aires para garantizar que se procesen y analicen todas las pruebas de actividad y planificación criminal. Al mismo tiempo, Washington debería seguir sancionando a las entidades e individuos vinculados a la IRGC, al tiempo que continúa haciendo frente a las ambiciones nucleares y balísticas de Teherán y a sus amenazas genocidas.
Argentina tardó muchos años en adoptar una postura clara sobre el atentado contra la AMIA y tratarlo como un ataque no solo contra la comunidad judía sino contra toda Argentina. Dado que el régimen iraní, que no ha escatimado en propagar la incitación antisemita ni en lanzar amenazas violentas, sigue siendo una amenaza muy real para las comunidades judías de todo el mundo, una verdadera conmemoración del atentado de la AMIA y el homenaje a la memoria de sus víctimas exigen una vigilancia contra los extremistas patrocinados por el Estado y comprometidos con la repetición de atentados similares. La prevención de tales atrocidades requiere la exposición, el desmantelamiento y la persecución de las redes ilícitas que los autores intelectuales iraníes han construido durante las últimas tres décadas.