Para asegurar el naciente Imperio japonés, Tokio amplió sus fuerzas armadas, especialmente su marina, y centró sus esfuerzos en Manchuria, el sudeste asiático, Indonesia y Filipinas. La clave para asegurar sus posiciones en Asia era desplazar la presencia militar estadounidense en el Pacífico y convertirse en la potencia hegemónica indiscutible en Asia.
La doctrina diplomática predominante en Estados Unidos a finales de los años 30 era el aislacionismo. Sin duda, esto animó a Tokio a concluir que, incluso con sólo seis portaaviones en la armada japonesa, era posible forzar una retirada estadounidense. Los dirigentes japoneses supusieron que el ataque a Pearl Harbor debilitaría la confianza de los estadounidenses hasta tal punto que no podrían recuperarse de él.
Es importante revisar esta historia hoy en día, cuando la República Islámica de Irán pretende expulsar al ejército estadounidense de Oriente Medio e imponer la hegemonía iraní en toda la región. De hecho, el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, declaró durante la oración del viernes 17 de enero de 2020 que el verdadero castigo para Estados Unidos sería “expulsarlos de la región”.
El plan de Teherán comenzó a desarrollarse poco después del derrocamiento del Sha en 1979. Irán eligió el Líbano como una de sus primeras zonas de prueba y desplegó su Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica en el valle de la Bekaa. Hizo todo lo posible para expulsar al Cuerpo de Marines estadounidense de Beirut, utilizando a Hezbolá, la milicia chiíta que estaba construyendo bajo su mando.
Los iraníes aplicaron tácticas militares diferentes a las del Japón imperial. Las milicias chiíes se convirtieron en su instrumento preferido en todo Oriente Medio, ya sea en las Torres Khobar de Arabia Saudí, en la insurgencia de Irak o en Bahrein, el cuartel general de las fuerzas navales estadounidenses en Oriente Medio. Incluso reclutaron a sunitas como Hamás y el Polisario en el Sahara Occidental.
Irán utilizó su creciente experiencia en el vuelo de vehículos aéreos no tripulados, especialmente en Yemen, para atacar los intereses estadounidenses en Arabia Saudí y Siria. Pero la idea subyacente sigue siendo la misma: debilitar la determinación estadounidense y hacer que Washington retroceda para que Irán pueda tomar la región como propia.
Es totalmente factible negar a Irán la victoria que cree tener a su alcance. Teherán cree que los vientos de la historia soplan en su dirección. En los años siguientes, Pearl Harbor fue considerado por los expertos como un fracaso de la inteligencia. La información que Estados Unidos necesitaba estaba allí. Los prejuicios cegaron a los responsables políticos de entonces, al igual que los prejuicios sobre Irán nublan el juicio de los responsables políticos de hoy.
Después de todo, Estados Unidos opera en Oriente Medio en una amplia coalición con Gran Bretaña, los Estados árabes e Israel. Irán puede tener ambiciones imperiales. Pero si se escuchan esta vez, Pearl Harbor no se repetirá.
Dore Gold es el ex embajador de Israel ante las Naciones Unidas y actual presidente del Jerusalem Center for Public Affairs. Este artículo apareció por primera vez en el Jerusalem Post el 9 de diciembre de 2021. Traducción Audiatur-Online.