Una serie de ciudades del oeste de Irán se declararon en huelga el miércoles, en conmemoración de una serie de asesinatos cometidos por las fuerzas de seguridad del país a finales de septiembre en el marco de la represión del movimiento de protesta antigubernamental en todo el país.
Durante el incidente en cuestión -calificado de masacre por muchos miembros de la oposición iraní-, la policía y las fuerzas de seguridad iraníes abrieron fuego contra un grupo de manifestantes en Zahedan, capital de la provincia sudoriental iraní de Baluchistán, matando a unos 100 civiles. La matanza tuvo lugar el 30 de septiembre; el miércoles se cumplió el cuadragésimo día desde el suceso, un periodo de tiempo con significado religioso para muchos musulmanes chiíes en Irán. Entre las ciudades en las que se produjeron ataques el miércoles se encuentran muchas de la provincia noroccidental del Kurdistán, como Kermanshah, Marivan y Saqqez, la capital provincial.
Las protestas nacionales en curso en Irán continúan desde el 16 de septiembre, cuando Mahsa Amini, una mujer kurda de veintidós años de Saqqez, murió a causa de las heridas sufridas durante su detención y encarcelamiento por la policía religiosa del país. La naturaleza de la detención de Amini -que se debió a que no llevaba correctamente el pañuelo en la cabeza, un requisito legal según la ley teocrática iraní- ha provocado manifestaciones sostenidas en todo el país y ha llevado a miles de mujeres iraníes a quemar sus pañuelos y a bailar en público. Las mujeres han asumido un papel central en las protestas en curso, hecho que se refleja en el principal lema de protesta del movimiento, “Mujeres, vida, libertad”.
Aunque Irán ha sufrido repetidas oleadas de protestas desde 2017 -la más dramática a finales de 2019, cuando hasta 1.000 manifestantes murieron en medio de las protestas a nivel nacional por la subida de los precios del combustible-, la actual ola de protestas tiene un carácter explícitamente antigubernamental y ha sido descrita por muchos observadores como la mayor amenaza interna para el gobierno clerical de Irán desde que tomó el poder en 1979. En consecuencia, Teherán ha respondido a las protestas con una dura represión; se sabe que hasta ahora las fuerzas de seguridad iraníes han matado al menos a 300 civiles, entre ellos al menos cuarenta y un niños, según la ONG de derechos humanos de Irán, con sede en Noruega. El gobierno también estableció restricciones al acceso a Internet en un intento de impedir que los manifestantes se organizaran y aprobó la pena de muerte para su uso en casos penales de manifestantes, una medida que probablemente pretende disuadir a los posibles manifestantes de volver a las calles.
A pesar de estos esfuerzos, las protestas han continuado, y un puñado de políticos reformistas de Teherán han pedido que se atiendan algunas de sus demandas, como el fin de la impopular ley del pañuelo en la cabeza. El Frente Reformista Iraní, un grupo político formado en 2021 por funcionarios vinculados al ex presidente reformista Mohammad Jatamí, habría sugerido “cambios valientes e innovadores” para poner fin a la crisis, que podrían incluir un referéndum a escala nacional. Sin embargo, la mayor parte de la clase política iraní se ha opuesto firmemente a las reformas, señalando que podrían ser percibidas por los manifestantes como una señal de debilidad del gobierno y fomentar nuevos disturbios.