Desesperado por sofocar las sangrientas protestas que se extendieron por todo Irak, el general iraní Qassem Soleimani voló a Bagdad y tomó el control de su ejército y servicios de seguridad. El miércoles 30 de octubre, un helicóptero especial transportó al jefe de la Guardia Revolucionaria Al Quds desde el aeropuerto internacional de Bagdad hasta la Zona Verde fortificada de la capital.
En la oficina del primer ministro, encontró una reunión en curso de los jefes militares y de seguridad sobre la manera de frenar la protesta que desde el 25 de octubre ya se había cobrado cientos de muertos y miles de heridos mientras pasaba por Bagdad y los pueblos chiítas del sur.
Soleimani, que entró en la reunión con un grupo de ayudantes, tomó la presidencia del primer ministro iraquí Adel Abdul-Mahdi. Entonces dijo a los comandantes allí reunidos: “En Irán sabemos cómo tratar las protestas. Esto pasó en Irán y lo tenemos bajo control”.
Era obvio para los funcionarios iraquíes presentes que el general iraní se estaba haciendo cargo, según informan las fuentes de DEBKAfile. En efecto, se trató de un golpe iraní para la toma de control de los dirigentes políticos y de seguridad de Irak. Esta medida extrema tenía por objeto frenar la caída libre de la influencia de Teherán en Bagdad, así como en Beirut, bajo el peso creciente del descontento popular en Irak y Líbano.
En el Líbano, Irán no logró impedir que Saad Hariri dimitiera como primer ministro y derrocara al gobierno. Hariri fue útil a Teherán porque estaba dispuesto a entregar a su apoderado, Hezbolá, un papel de liderazgo en el gobierno y la cooperación con los intereses iraníes en el país. Su salida aumentó las perspectivas del movimiento de protesta por la unidad nacional, manifestándose durante más de dos semanas, para alcanzar su objetivo de un gobierno no laico dirigido por tecnócratas y libre del dominio iraní/Hezbolá. Para el régimen revolucionario islámico de Teherán, esto sería una pérdida aplastante.
También en Irak, Abdul-Mahdi está dispuesto a dimitir, en contra de los deseos de Teherán. Sólo espera encontrar un candidato adecuado para asumir el cargo de primer ministro en una transición ordenada.
Por lo tanto, la posición de Irán se tambalea en sus dos esferas de influencia clave. La emergencia trajo a Soleimani a buscar remedios prácticos. Parece que lo dejó demasiado tarde.