Abdul Hameed Ghabin se ha adelantado a su tiempo. Pidió públicamente la paz entre Arabia Saudita e Israel incluso antes de los Acuerdos de Abraham, y atacó a Irán y a los palestinos antes de que fuera popular hacerlo. Debido a ello llegó a ser detenido por incitación por el establishment saudí, y ahora ha sido liberado tras una segunda detención.
En 2018 y 2019, Ghabin apoyó abiertamente la plena normalización con Israel, haciendo esas declaraciones en medios de comunicación en lengua árabe sin miedo. Las autoridades de entonces no sabían qué hacer con él.
Por un lado, no estaba haciendo nada ilegal. Por otro, ponía en aprietos a los altos funcionarios del reino, que intentaban presentarse como defensores de la causa palestina.
Que yo sepa, Ghabin fue el primer saudí que escribió una columna de opinión en un periódico israelí, Israel Hayom. En su artículo, “Una nueva perspectiva saudí para la paz”, criticó a Jordania. Esto era arriesgado, ya que, desde el punto de vista árabe, es inaceptable que un ciudadano saudí ataque a un Estado miembro de la Liga Árabe. En la mayoría de los países árabes no hay democracia y no se toleran las opiniones contrarias.
Ghabin fue víctima de conflictos entre bastidores dentro de Arabia Saudita. Los moderados no querían perjudicarle, pero los extremistas se las ingeniaron para que fuera detenido. En algunos países árabes, no es necesaria la orden de un juez para realizar una detención; basta con una llamada telefónica de un político u otro alto funcionario de seguridad. Esto es lo que ocurrió en el caso de Ghabin. En opinión de muchos en Arabia Saudita, había cruzado la línea del comportamiento aceptable y recibió su merecido.
En países como Arabia Saudita no hay libertad de expresión. Los que se atreven a hacer ruido sin la aprobación de las autoridades suelen pagar el precio de la cárcel, o algo peor. Ghabin no atacó al establishment saudí. Si lo hubiera hecho, es casi seguro que habría sido ejecutado o condenado a décadas de prisión.
El periodista saudí pasó un año en prisión, además de los cinco meses que estuvo en una comisaría. Durante ese tiempo, se le retiró la nacionalidad y las autoridades intentaron acusarle de espiar para Israel. Los cargos que se le imputaban incluían el intento de obtener la ciudadanía saudí mediante engaño, el contrabando de dinero, el apoyo a los británicos y el perjuicio a los palestinos. No fue condenado por ninguno.
Al cabo de un año y medio, cuando finalmente quedó claro para las autoridades que el encarcelamiento de Ghabin carecía de fundamento, se retiraron los cargos contra él. Una comisión estatal está examinando ahora el asunto. Si llega a la conclusión de que Ghabin ha sido perjudicado, lo que es probable, será indemnizado.
Recientemente, Ghabin ha sido puesto en libertad con severas restricciones. Tiene prohibido salir del país, ser entrevistado por cualquier medio de comunicación y abrir cuentas en las redes sociales.
El encarcelamiento de Ghabin constituye una violación de la libertad de prensa y de la libertad de expresión, y es una grave violación de los derechos humanos. Fuentes con las que hablé en Arabia Saudita me dijeron que fue liberado en parte para no dañar las delicadas relaciones con la administración Biden.
Ghabin ya ha sufrido bastante. Los países occidentales deberían ofrecerle asilo político a él y a su familia, porque nunca podrá volver a llevar una vida normal en Arabia Saudita.