El nuevo liderazgo de Irak, dominado por la alianza electoral “Movimiento Sadrista”, se enfrentó a su primer gran desafío en materia de seguridad cuando una ola de violencia sectaria arrasó Bagdad la semana pasada. Este aumento de la violencia supondrá un reto para el Movimiento Sadrista en su intento de formar un gobierno mayoritario tras su victoria en las elecciones iraquíes de octubre de 2021.
El jueves por la tarde, un ataque con cohetes contra la embajada de Estados Unidos en el interior de la “Zona Verde” de Bagdad hirió a varios civiles, entre ellos un niño. Al día siguiente, se lanzaron granadas de mano contra la sede del partido suní Taqaddum, dirigido por el presidente del Parlamento iraquí, Mohamed Halbousi, y contra las oficinas del destacado político suní Khamis al-Khanjar. Por último, el domingo, dos bancos asociados a políticos de la región autónoma del Kurdistán del país fueron atacados en el centro de Bagdad, con el resultado de dos heridos.
Ningún grupo de Irak ha reivindicado la autoría de ninguno de los atentados. Los atentados constituyen el último episodio de disturbios desde que el nuevo parlamento del país tomó posesión a principios de este mes.
La primera sesión del nuevo parlamento, que tuvo lugar el 8 de enero, cayó rápidamente en la violencia después de que Halbousi, un aliado del líder chiíta Muqtada al-Sadr, fuera reelegido como portavoz. Halbousi fue confirmado por los votos del Movimiento Sadrista y del Partido Democrático del Kurdistán (PDK). Sin embargo, contó con la fuerte oposición de los opositores de Sadr, entre ellos la “Alianza Fatah”, una coalición de partidos chiítas vinculados a Irán, y la “Coalición del Estado de Derecho” chiíta, dirigida por el ex primer ministro Nouri al-Maliki. Las negociaciones en curso para elegir un nuevo presidente deben concluirse en un plazo de treinta días, tal y como especifica la Constitución iraquí.
Sadr, que es uno de los hombres más poderosos de Irak a pesar de no tener ningún cargo electo, ha criticado abiertamente en el pasado el díscolo sistema político del país. Se ha mostrado especialmente crítico con el sistema muhasasa, que aplica de facto cuotas sectarias para los cargos políticos. Una de las principales estipulaciones del sistema establece que el primer ministro del país debe ser siempre un chiíta, el presidente del parlamento debe ser un suní y el presidente, en gran medida ceremonial, debe ser un kurdo.
El sistema muhasasa ha sido objeto de críticas por parte de los manifestantes iraquíes en los últimos años, y su abolición fue uno de los principales objetivos de las protestas de la oposición unida que comenzaron en octubre de 2019. Las protestas provocaron la dimisión del ex primer ministro Adil Abdul-Mahdi, al que muchos manifestantes consideraban excesivamente afín a los intereses iraníes.
Se espera que Sadr, que ha cultivado una reputación de nacionalista iraquí opuesto a la influencia extranjera tanto de Irán como de Estados Unidos, desempeñe un papel importante en las posibles reformas del sistema electoral del país en los próximos años. Ha propuesto la eliminación de las cuotas sectarias en favor de un “gobierno de mayoría nacional”. Dicho gobierno incluiría presumiblemente a sus aliados suníes y kurdos y excluiría a sus otros oponentes chiíes.
“Hoy no hay lugar para el sectarismo o la división étnica, sino para un gobierno de mayoría nacional en el que los chiíes defiendan los derechos de las minorías, los suníes y los kurdos”, tuiteó Sadr antes de la primera sesión parlamentaria.
Sin embargo, los expertos han advertido de que dejar de lado a la oposición podría provocar más violencia, ya que los grupos que no puedan ganar las elecciones podrían recurrir a la violencia para asegurar sus objetivos políticos.