El alto clérigo Moqtada al-Sadr ordenó el martes a sus seguidores que pusieran fin a las protestas en el centro de Bagdad, aliviando un enfrentamiento que provocó la violencia más mortífera en la capital iraquí en años.
Al pedir disculpas a los iraquíes después de que 22 personas murieran en enfrentamientos entre un grupo armado leal a él y facciones musulmanas chiíes rivales respaldadas por Irán, Sadr condenó los enfrentamientos y dio a sus propios seguidores una hora para dispersarse.
“Esto no es una revolución porque ha perdido su carácter pacífico”, dijo Sadr, antiguo líder insurgente antiestadounidense, en un discurso televisado. “El derramamiento de sangre iraquí está prohibido”.
Al cumplirse el plazo, se pudo ver a los seguidores de Sadr abandonando el área de la fortificada Zona Verde en el centro de Bagdad donde se encontraban las oficinas del gobierno y donde habían ocupado el parlamento durante semanas.
Los enfrentamientos del lunes entre facciones rivales de la mayoría chiíta de Irak se producen después de 10 meses de bloqueo político desde las elecciones parlamentarias de octubre.
Los enfrentamientos enfrentaron a los leales a Sadr, que se ha posicionado como un nacionalista opuesto a toda influencia extranjera y especialmente iraní, contra grupos políticos y armados respaldados por Irán.
Sadr resultó el principal ganador de las elecciones, pero no consiguió formar un gobierno con los partidos árabes musulmanes suníes y kurdos, excluyendo a los grupos chiíes respaldados por Irán.
La violencia de esta semana estalló después de que Sadr dijera que se retiraba de toda actividad política, una decisión que, según él, estaba motivada por el fracaso de otros líderes y partidos chiíes a la hora de reformar un sistema de gobierno corrupto y en decadencia.
Un funcionario del gobierno iraquí, que habló bajo condición de anonimato poco antes del discurso de Sadr, dijo que las autoridades no podían imponer el control a los grupos armados rivales.
“El gobierno es impotente para detener esto porque el ejército está dividido entre los leales [a Irán] y los sadristas también”, dijo.
El presidente Barham Salih acogió con satisfacción el cese inicial de la violencia tras el discurso de Sadr, pero advirtió que la crisis política no había terminado y pidió la celebración de elecciones anticipadas -una exigencia de Sadr- como posible salida del estancamiento.
Los opositores chiíes de Sadr, alineados con Irán, acogieron con satisfacción su llamamiento a la calma, incluido Hadi al-Amiri, líder de la principal alianza política rival del clérigo populista. “La iniciativa de Sadr es valiente y merece ser alabada”, dijo en un comunicado.