Los videos de teléfono celular de escenas horribles de la explosión del martes en el puerto de Beirut previsiblemente alimentaron la especulación sobre quién estaba detrás del incidente y por qué.
Inicialmente, la historia era que un almacén que contenía varias toneladas de fuegos artificiales programados para ser usados en festividades había explotado. Luego, fuentes militares oficiales informaron que el almacén contenía material inflamable o explosivo, especificando además que se trataba de nitrato de amonio, que estuvo almacenado en un almacén durante seis años.
Pero incluso mientras las autoridades libanesas estaban investigando febrilmente, algunos de los ciudadanos se apresuraron a sugerir que no se trataba de un accidente o una negligencia, sino de un ataque terrorista que recordaba a los bombardeos que sacudieron Líbano en el decenio de 1980, o al enorme atentado que mató al Primer Ministro Rafik Hariri en el 2005 cuando viajaba en un convoy vigilado. La implicación fue que se trataba de un bombardeo perpetrado por actores libaneses.
También se señalaron los dedos a Israel, acompañados de la explicación de que el bombardeo en el puerto formaba parte de la campaña de Israel contra el Irán. Los expertos libaneses citaron el incendio que estalló en barcos iraníes en el puerto de Bushehr, en el Golfo Pérsico, hace unas semanas, un incidente atribuido a Israel, así como otros incendios recientes en el Irán.
Algunos de los demás misterios que los servicios de seguridad libaneses tendrán que disipar se refieren a la propiedad del almacén que explotó, la naturaleza de los “materiales inflamables” que contenía y, no menos importante, si hay otras concentraciones de materiales inflamables en el puerto, en barrios residenciales o en otros lugares sensibles.
La respuesta a esta última pregunta puede tener importantes repercusiones no solo en la forma en que Hezbolá opera en Líbano, sino también en la batalla política que se libra actualmente en el país por las crisis económicas y sanitarias creadas por el coronavirus. Incluso después de que resultara que la explosión fue causada por un accidente y no por un ataque deliberado, el enorme alcance de los daños y el gran número de personas muertas y heridas plantearán preguntas concretas sobre el almacenamiento de municiones, misiles, armas y explosivos en zonas pobladas. Los libaneses conocen bien el mapa de las bases y los arsenales de misiles de Hezbolá, ya que su ubicación se ha dado a conocer en los medios de comunicación y en Internet. Cualquiera que viva cerca de una de ellas es consciente de la amenaza que supone la posibilidad de que un accidente provoque una explosión o un ataque israelí deliberado. La explosión en el puerto hace que esta amenaza sea aún más concreta.
Pero el desmantelamiento y la neutralización de esos arsenales, o su alejamiento de las zonas pobladas, es una cuestión delicada desde el punto de vista político, porque significaría desarmar “la resistencia libanesa” y dejar el país desprovisto de toda fuerza capaz de disuadir a Israel. Los dirigentes políticos de Líbano se han abstenido de exigir directamente el desarme de Hezbolá, a pesar de que el carácter militar de la organización y el hecho de que sea definida como organización terrorista por los Estados Unidos y algunos países europeos socavan la capacidad de Beirut de obtener ayuda financiera o préstamos del Fondo Monetario Internacional para sacar al país de su grave crisis financiera.
La explosión del puerto de Beirut podría ahora, al menos, provocar algunos cambios en el discurso público, e incluso posiblemente entre algunos dirigentes políticos, que darían lugar a la exigencia de retirar los almacenes de armas y municiones de Hezbolá de los centros de población, a lo que la organización probablemente se oponga, ya que la expondría a acciones militares israelíes que por ahora se están impidiendo, ya que Israel supuestamente no querría atacar a los civiles.
Un mayor nivel de exigencia depende de la reacción pública a la explosión y de si el movimiento de protesta del país la ve como una amenaza nacional de la que es responsable la dirección política. En tal caso, aunque oficialmente el gobierno solo sería culpable por descuidar la supervisión de estos almacenes, tendría que examinar y neutralizar otros lugares de almacenamiento, incluidos los utilizados por Hezbolá.
En los próximos días, tanto el gobierno como Hezbolá intentarían demostrar que fue una fuerza mayor, el desgaste del material inflamable o el calor lo que causó el incidente, y el gobierno se comprometería a examinar todos y cada uno de los almacenes potencialmente peligrosos, sin jurar que los retiraría, para evitar la confrontación con Hezbolá.
Incluso cuando solo fue un accidente, una explosión de tal magnitud en el principal puerto de Líbano envía un mensaje de advertencia también al Irán, que hace solo un mes afirmó que desplegaría buques y petroleros en Líbano. Incluso se habló de un buque que albergaría una central eléctrica, que daría electricidad a Beirut. La cuestión de la ayuda iraní ha suscitado y sigue suscitando controversias políticas en Líbano sobre su compromiso, o la falta de éste, con las sanciones contra Teherán.
Aceptar la ayuda iraní aparentemente no es una violación de las sanciones de los Estados Unidos, pero la comunidad internacional, Israel y los Estados Unidos en particular, temen que esos buques, si llegan a Líbano, inicien una línea de suministro regular no solo de aceite, harina y medicinas, sino también de armas, municiones y piezas de misiles. Así pues, incluso si algunas de las terminales portuarias de Beirut pueden reanudar sus operaciones, el temor del Líbano a un ataque, israelí o de otro tipo, dirigido contra buques iraníes se hace realidad aunque no exista esa intención en este momento.
Más allá de las implicaciones políticas, el gobierno libanés ha sufrido un golpe masivo en su línea de suministro más vital, lo que puede afectar a su capacidad de introducir productos básicos y mantener la regularidad de las exportaciones e importaciones. El puerto de Beirut, que recientemente ha atravesado varias fases de desarrollo, es uno de los más importantes de Medio Oriente, transfiriendo mercancías de Europa a Siria, Irak, Jordania y los Estados del Golfo. También es una de las principales fuentes de ingresos de Líbano. Su cierre, en un momento en que Líbano necesita cada dólar, haría su parte en la agitación política que amenaza la estabilidad del país.