BAGDAD, Irak – Dos días después de las elecciones legislativas en Irak, los partidos musulmanes chiítas pro Irán y los grupos armados denunciaron el martes que los primeros resultados de la votación, que sugieren una disminución del apoyo, son una “manipulación” y una “estafa”.
Las elecciones parlamentarias del domingo -las quintas en este país asolado por la guerra desde la invasión liderada por Estados Unidos y el derrocamiento del dictador Sadam Husein en 2003- estuvieron marcadas por una participación récord del 41%.
Los partidos que representan a la mayoría musulmana chiíta de Irak han dominado la política iraquí desde el inicio de la invasión, pero los primeros resultados de la votación del domingo han profundizado la división entre las poderosas facciones de ese campo.
Según los resultados preliminares de la comisión electoral, el mayor ganador parece ser el movimiento del clérigo chiíta e inconformista político Moqtada Sadr, que aumentó su ventaja a 73 de los 329 escaños de la asamblea.
Los partidos chiítas proiraníes vinculados a los grupos armados que componen la red paramilitar conocida como Hashed al-Shaabi, o Unidades de Movilización Popular (PMU), registraron pérdidas.
La Alianza Fatah (Conquista), que hasta ahora era el segundo bloque del parlamento, sufrió un fuerte descenso, pasando de 48 a solo una docena de escaños, según los observadores y los resultados recopilados por AFP.
“Apelaremos contra los resultados y los rechazamos”, dijo una declaración conjunta de varios de los partidos chiíes, incluida la Alianza Fatah.
“Adoptaremos todas las medidas disponibles para impedir la manipulación de los votos”, añadió el comunicado firmado también por el partido del ex primer ministro Haider al-Abadi, que ocupó el cargo entre 2014 y 2018.
“Estafa y timo”
Una de las facciones más poderosas de Hashed, las Brigadas de Hezbulá, rechazó las elecciones como “la mayor estafa y timo a la que ha sido sometido el pueblo iraquí en la historia moderna”.
“Los hermanos de Hashed al-Shaabi son los principales objetivos”, denunció su portavoz Abu Ali al-Askari.
El Hashed se formó en 2014 y pasó a desempeñar un papel importante en la derrota del grupo terrorista suní Estado Islámico, que había expandido su autoproclamado “califato” centrado en Siria y se había hecho con un tercio de Irak.
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Desde entonces, el Hach se ha integrado en el aparato de seguridad del Estado iraquí, y muchos legisladores vinculados a él fueron elegidos para el Parlamento en 2018.
El primer ministro Mustafa al-Kadhemi adelantó la votación de 2022 para apaciguar un movimiento de protesta liderado por jóvenes que estalló hace dos años contra la corrupción, el desempleo, el desmoronamiento de los servicios públicos y la influencia iraní en la política.
Irak es un importante productor de petróleo, pero casi un tercio de sus casi 40 millones de habitantes viven en la pobreza, según cifras de la ONU, y la pandemia del COVID-19 no hizo más que agravar una larga crisis económica.
El movimiento de protesta terminó tras la muerte de cientos de manifestantes. Desde entonces, más activistas han sido objeto de derramamiento de sangre y secuestros que el movimiento atribuye a grupos armados proiraníes.
El futuro político de Kadhemi es ahora incierto, y pocos observadores están dispuestos a predecir quién se convertirá en líder tras el habitual regateo entre facciones que sigue a las elecciones iraquíes.
Otra tendencia notable en las elecciones fueron los avances de la Alianza del Estado de Derecho, proiraní, del ex primer ministro Nuri al-Maliki, que ocupó el cargo entre 2006 y 2014. Su partido puede contar con unos 30 escaños.
La misión de observadores de la UE dijo que consideraba la baja participación de los votantes como una “clara señal política”, con la esperanza de que fuera “escuchada por la élite política”.