La hiperinflación ha asolado a lo largo de los años a Zimbabwe, Venezuela y la ex Yugoslavia, entre otros países.
Ahora, Líbano se ha visto atrapado por el fenómeno, convirtiéndose en el primer país de Medio Oriente y el Norte de África en sufrir un rápido y desbocado aumento de los precios de los bienes y servicios.
Se une a Venezuela, que ha estado atrapada en la hiperinflación desde abril, su segundo brote en los últimos años, según Steve H. Hanke, Profesor de Economía Aplicada de la Universidad Johns Hopkins y experto en el tema.
Esto ocurre cuando la tasa de inflación de un país excede el 50% mensual durante un período de tiempo, definido por Hanke como 30 días consecutivos. Eso ocurrió en Líbano esta semana.
“Líbano es el primer país de Medio Oriente y África del Norte en la historia que experimenta una hiperinflación”, afirmó Hanke, quien junto con su colega Nicholas Krus ha rastreado otros 61 episodios de hiperinflación en la historia del mundo, como Hungría en 1945 y Yugoslavia entre 1992 y 1994, cuando la hiperinflación alcanzó un máximo de 313 millones por mes.
“Las causas subyacentes de la inflación son siempre las mismas”, explicó Hanke. “Los gobiernos empiezan a tener déficits fiscales cada vez mayores y piden al banco central que financie esos déficits porque las vías de financiación de impuestos y bonos son inadecuadas. En las hiperinflaciones, los bancos centrales deben financiar virtualmente todas las operaciones fiscales del gobierno”.
Enredado en su peor crisis desde la guerra civil de 1975-1990, la situación de Líbano ha empeorado desde que dejó de pagar su deuda en marzo, después de años de ingeniería financiera por parte del banco central para ayudar a financiar al gobierno. El costo de los alimentos y la ropa aumentó 190% y 172% respectivamente en mayo con respecto al año anterior, según los datos oficiales citados por el Credit Libanais.
Los modestos avances en Venezuela en la domesticación de la inflación desde el año pasado han sido eliminados por la crónica escasez de combustible y el desplome de la tasa de cambio. Después de alcanzar un pico en el 2018 de 1,8 millones por ciento, según datos oficiales, la inflación se redujo el año pasado a medida que el gobierno suavizó los controles económicos, ayudando a mantener los aumentos mensuales de los precios al consumidor por debajo del 30% en febrero y marzo.
Aunque el número de mercados emergentes y fronterizos que actualmente experimentan graves problemas de inflación es bastante bajo, está aumentando, señaló Hanke, añadiendo que el impacto de la COVID-19 no ha empeorado la inflación en los países con problemas monetarios en un grado significativo.
Zimbabwe, Siria, Sudán e Irán se enfrentan a una inflación creciente, pero ninguno de ellos está sufriendo actualmente una hiperinflación, indicó Hanke.
Las expectativas de inflación a largo plazo para los mercados emergentes aumentaron drásticamente en el inicio de la pandemia, en particular para las economías más vulnerables. Pero desde entonces, esas expectativas han disminuido a niveles mínimos históricos para muchos mercados emergentes.
En un intento por estimular sus economías, muchos bancos centrales de mercados emergentes flexibilizaron agresivamente la política monetaria tras la pandemia, medidas que fueron posibles gracias a su baja inflación y a la enorme flexibilización cuantitativa de los bancos centrales de los mercados desarrollados.