Las facciones beligerantes de Libia firmaron el viernes un acuerdo de alto al fuego permanente, pero cualquier fin duradero a años de caos y derramamiento de sangre requerirá un acuerdo más amplio entre los innumerables grupos armados y las potencias externas que los apoyan.
La enviada interina de las Naciones Unidas, Stephanie Williams, dijo que el cese del fuego comenzaría inmediatamente y que todos los combatientes extranjeros deben abandonar Libia en tres meses. Las fuerzas se retirarán de las líneas del frente y una nueva fuerza de policía conjunta asegurará esas áreas.
Mientras que el primer vuelo comercial de pasajeros en más de un año cruzaba las líneas del frente desde Trípoli a la ciudad oriental de Bengasi el viernes, Williams señaló la “tensa” historia reciente de Libia, una de las numerosas treguas rotas y soluciones políticas fallidas.
“Pero no debemos dejar que los cínicos ganen”, añadió, aclamando a ambas partes por su “coraje” al acordar un alto al fuego y mencionando que merecían el apoyo internacional.
El acuerdo del viernes se alcanzó después de que el internacionalmente reconocido Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA) en junio derrotara al Ejército Nacional Libio (LNA) de Khalifa Haftar, con sede en el este, en su asalto de 14 meses a la capital.
Desde entonces, las líneas del frente se han estabilizado cerca de la ciudad costera central de Sirte y el LNA puso fin a su bloqueo de ocho meses de la producción petrolera libia que estaba estrangulando las finanzas estatales de ambas partes.
Sin embargo, Turquía, el principal patrocinador del LNA, expresó inmediatamente su escepticismo sobre la posibilidad de que el alto el fuego se mantuviera, y el presidente Tayyip Erdogan señaló “no parece demasiado factible”.
Turquía, junto con los principales patrocinadores extranjeros del GNA, Rusia, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto, ha canalizado armas y combatientes hacia Libia a pesar del embargo de armas de las Naciones Unidas, que todos apoyaron públicamente.
Hubo precaución dentro de Libia también. “Todos queremos terminar la guerra y la destrucción. Pero personalmente no confío en los que están en el poder”, expresó Kamal al-Mazoughi, de 53 años, un hombre de negocios sentado en un café de Trípoli.
“Si no hay fuerza o mecanismo para aplicar esto en el terreno, este acuerdo solo será tinta sobre papel”, agregó Ahmed Ali, 47, en Bengasi.
POSTURA Y POSICIONAMIENTO
Los detalles clave sobre la aplicación del alto el fuego, incluida la supervisión de la salida de los combatientes extranjeros y la fusión de los grupos armados, se ha dejado en manos de los subcomités en las futuras conversaciones.
Ambas partes han desplegado miles de combatientes extranjeros en Libia, incluidos sirios, sudaneses, chadianos y mercenarios europeos traídos por el grupo ruso Wagner. Desde junio se han atrincherado también a lo largo de las líneas de frente de Sirte con nuevas armas y posiciones defensivas.
Mientras tanto, las conversaciones políticas programadas en Túnez a principios del mes próximo con miras a la celebración de elecciones nacionales, tendrían que llegar a un acuerdo sobre cuestiones históricamente difíciles de resolver y superar la desconfianza generalizada.
“Todavía no hay ninguna señal clara de que los beligerantes libios estén considerando esto como algo más que un período de postura y posicionamiento”, sostuvo Tarek Megerisi, becario de política del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
Libia no ha disfrutado de estabilidad política desde el levantamiento de 2011 respaldado por la OTAN contra Muammar Gaddafi y está dividida desde 2014 entre el este y el oeste.
El asalto de Haftar a Trípoli el año pasado se inició cuando el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, llegó a Trípoli para preparar las conversaciones de paz.
Como ese asalto se derrumbó este verano gracias al apoyo turco al GNA, Egipto amenazó con intervenir directamente, levantando el espectro de una sangrienta escalada regional.
Puso en primera línea las instalaciones energéticas de Libia, el mayor premio para ambas partes en el Estado miembro de la OPEP, mientras los mercenarios marchaban hacia los puertos y yacimientos petrolíferos.
Sin embargo, las Naciones Unidas están impulsando también una vía económica en las conversaciones para buscar un acuerdo entre las principales facciones sobre la futura gestión de la riqueza de Libia y sus instituciones soberanas.
“Lo que prevalece entre (las facciones libias) es el deseo de reiniciar la economía”, manifestó Jalel Harchaoui, un analista que trabaja en Libia. “Ese alineamiento es frágil y temporal”, advirtió.