El B-21 Raider, el próximo bombardero furtivo de Northrop Grumman, está destinado a renovar gran parte de la flota de bombarderos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Los Raiders ya están en camino. Este bombardero, que promete ser la próxima gran incorporación de largo alcance a la USAF, aspira a convertirse en el núcleo de la tríada nuclear y en una herramienta clave para ataques de precisión letal. Si se cumplen las expectativas, se sumarán al menos cien de estos aviones en las próximas décadas.
Inicialmente conocido como LRS-B (Long Range Strike Bomber), el B-21 Raider se ha diseñado para sustituir a gran parte de la actual flota de bombarderos de EE. UU., ofreciendo capacidades de penetración de largo alcance durante el próximo siglo.
Hoy en día, la flota estratégica de la USAF es una mezcla de tres aviones desarrollados durante la Guerra Fría. El B-52 Stratofortress, en servicio desde los años 50, se prevé que continúe activo en el futuro. El B-1B Lancer, diseñado en los 70, ha dejado atrás su misión nuclear y ahora se utiliza para misiones convencionales, especialmente tras ser intensamente usado en conflictos recientes. Por último, los 19 bombarderos furtivos B-2 Spirit que quedan en servicio se han mantenido operativos desde la década de 1990.
Aunque tener variedad en una fuerza aérea es importante, la combinación de estos tres aviones heredados de la Guerra Fría tiene sus limitaciones. El B-52 es una estructura robusta, pero hay misiones, como el ataque en profundidad, que ya no puede ejecutar en condiciones actuales.
El B-1B, aunque efectivo en su rol convencional tras las actualizaciones necesarias, envejece rápidamente y su mantenimiento es costoso. Los B-2, por su parte, son extremadamente caros de mantener, debido a sus características furtivas y al tamaño reducido de su flota, lo que incrementa los costos de entrenamiento y mantenimiento.
Aquí es donde entra en escena el Raider, un bombardero con forma de murciélago que recuerda al B-2, pero diseñado por Northrop Grumman con la promesa de integrar tantas tecnologías maduras como sea posible, con el objetivo de evitar los sobrecostos y problemas que han afectado a otros aviones furtivos en servicio.
En cuanto a su diseño, misión y componentes clave, el B-21 se inspira considerablemente en el B-2. Es más pequeño que el Spirit, pero mantiene una velocidad subsónica similar y tiene la mitad de la capacidad de carga de armas. Aunque se consideraron misiones no tripuladas en las primeras fases del proyecto, esta opción fue descartada para las misiones nucleares.
La Fuerza Aérea tiene en mente adquirir al menos 100 unidades, con la posibilidad de sumar otros 100 aviones si el proyecto avanza según lo previsto. Hasta ahora, el programa B-21 ha superado las expectativas, mostrando un progreso notable y sin contratiempos significativos.
El primer vuelo del Raider marcó un hito. Un informe de Bloomberg destaca que, sorprendentemente, el proyecto se mantiene dentro del presupuesto previsto, algo inusual para un avión tan avanzado. Dentro y fuera de la Fuerza Aérea, se percibe un consenso de que el B-21 alcanzará sus objetivos.
Es difícil recordar algún otro programa del Pentágono que haya tenido un rendimiento tan positivo como el Raider, especialmente en un proyecto de bombardero furtivo. Sin duda, la experiencia acumulada por Northrop Grumman con el B-2, un proyecto plagado de problemas, ha sido clave para evitar errores en el B-21.
No obstante, conviene ser cautelosos. La complejidad y los posibles problemas técnicos son considerables. Aunque Northrop Grumman ha intentado reducir los riesgos usando componentes maduros, los rápidos cambios en los entornos tecnológicos y estratégicos podrían requerir actualizaciones costosas y prolongadas en el futuro.
En servicio, es probable que el B-21 no provoque una revolución en las capacidades de ataque, a diferencia del B-2 o el B-52, y tampoco ofrecerá el impresionante rendimiento visual del B-1B. Sin embargo, si el proyecto se concreta con éxito, la USAF mantendrá una capacidad efectiva para amenazar objetivos en regiones tan profundas como China y Rusia.
La duda persiste sobre cuánto tiempo estará en servicio el B-21. Con el B-2 en activo desde hace más de treinta años, el B-1B con más de cuarenta, y el B-52 asombrosamente en uso durante setenta años, la Fuerza Aérea espera que el Raider tenga una vida útil prolongada. No obstante, el éxito de un avión furtivo depende de un conjunto específico de tecnologías, y es posible que los avances en sensores vuelvan obsoletas las características de baja visibilidad del Raider.
A pesar de estas incertidumbres, es probable que la Fuerza Aérea encuentre la manera de mantener la utilidad del B-21, adaptándolo a nuevas misiones a medida que evoluciona la tecnología.