La posible exclusión de Canadá del programa F-35 podría afectar la interoperabilidad en la OTAN y NORAD, en un contexto de tensiones comerciales y geopolíticas.
Canadá reconsidera F-35 ante fricciones con Washington
En marzo de 2025, el gobierno canadiense, liderado por el primer ministro Mark Carney, anunció una revisión de su compromiso de adquirir 88 aviones de combate F-35 de Lockheed Martin, valorado en 19.000 millones de dólares canadienses. Esta decisión, impulsada por el deterioro de las relaciones con Estados Unidos bajo la segunda administración de Donald Trump, plantea interrogantes sobre la alineación estratégica de Canadá con la OTAN y su rol en el Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD). Aunque el Ministerio de Defensa canadiense aclaró que no se trata de una cancelación definitiva, la revisión ha generado preocupación en Washington y Bruselas por sus posibles implicaciones en la cohesión transatlántica.
El anuncio llegó tras meses de tensiones comerciales, marcadas por la imposición de aranceles del 25% por parte de Trump a importaciones canadienses, bajo el argumento de combatir el tráfico de fentanilo a través de la frontera. Estas medidas, parte de una política comercial más amplia, han exacerbado las fricciones bilaterales, llevando a Ottawa a explorar alternativas para sus necesidades de defensa. Bill Blair, ministro de Defensa, señaló que el gobierno evalúa opciones como el Eurofighter Typhoon, el Rafale francés y el KF-21 Boramae surcoreano, en un esfuerzo por diversificar sus proveedores y reducir la dependencia de Estados Unidos.
La posible exclusión del programa F-35 no solo afecta la modernización de la Real Fuerza Aérea Canadiense, que busca reemplazar sus obsoletos CF-18 Hornet, sino que también pone en riesgo la interoperabilidad con aliados clave. El F-35, utilizado por 20 países, incluidos Reino Unido, Israel y Corea del Sur, es un pilar de la estrategia de defensa conjunta de la OTAN, gracias a su avanzada tecnología stealth y capacidades de intercambio de datos. Expertos advierten que optar por una plataforma no estadounidense podría complicar las operaciones conjuntas, especialmente en NORAD, donde Canadá y Estados Unidos colaboran estrechamente para monitorear amenazas aéreas en América del Norte.
Las tensiones actuales reflejan un cambio en la dinámica geopolítica. La administración Trump ha adoptado una postura crítica hacia la OTAN, cuestionando su valor y presionando a los aliados para aumentar su gasto en defensa. En abril de 2025, el secretario de Estado Marco Rubio minimizó el impacto de los aranceles en la capacidad de los miembros de la OTAN para financiar incrementos militares, pero las dudas persisten. La revisión canadiense del F-35 se interpreta como una respuesta a esta presión, combinada con demandas internas de mayor autonomía estratégica.
Datos clave sobre la revisión del F-35 en Canadá
- Contrato actual: Compra de 88 aviones F-35 por 19.000 millones de dólares canadienses, con 16 unidades ya comprometidas.
- Alternativas evaluadas: Eurofighter Typhoon (operado por Reino Unido, Alemania, Italia), Rafale (Francia) y KF-21 Boramae (Corea del Sur).
- Impacto económico: Cancelar el contrato podría generar multas significativas y afectar empleos prometidos por Lockheed Martin en Canadá.
- Interoperabilidad: El F-35 permite compartir datos en tiempo real con aliados de la OTAN, un factor crítico para misiones conjuntas.
- Plazo: La revisión comenzó en marzo de 2025; no se ha anunciado una fecha para la decisión final.
Impacto en la OTAN y las relaciones bilaterales
La revisión del F-35 llega en un momento delicado para la OTAN. La alianza enfrenta desafíos derivados de la reorientación de la política exterior estadounidense, que incluye un acercamiento a Rusia y una postura más transaccional hacia los aliados. En abril de 2025, en una cumbre en Bruselas, líderes como el secretario general Mark Rutte y la ministra de Asuntos Exteriores canadiense Melanie Joly reafirmaron el compromiso con la unidad transatlántica, pero las acciones de Canadá sugieren una búsqueda de mayor independencia. Esta postura podría alentar a otros miembros de la OTAN, como los países europeos que desarrollan cazas de sexta generación, a priorizar proyectos propios sobre soluciones estadounidenses.
En el contexto de NORAD, la exclusión del F-35 podría generar tensiones operativas. Desde su creación en 1958, NORAD ha dependido de la integración tecnológica entre Canadá y Estados Unidos. Los CF-18 canadienses, adquiridos en los años 80 para alinearse con los sistemas estadounidenses, están al final de su vida útil. Sin un reemplazo compatible, Canadá podría enfrentar dificultades para cumplir con sus compromisos de defensa aérea, especialmente en el Ártico, donde Rusia ha incrementado su actividad militar.
Analistas destacan que cancelar el contrato con Lockheed Martin no sería sencillo. Andrea Charron, profesora de la Universidad de Manitoba, señaló que “los costos de cancelar el contrato y la dificultad para encontrar repuestos para los CF-18 podrían dejar a algunas unidades en tierra si no se adquiere un nuevo interceptor a tiempo”. Además, Lockheed Martin ha ofrecido crear empleos en Canadá como incentivo para mantener el acuerdo, una propuesta que complica la decisión de Ottawa.
Históricamente, Canadá ha priorizado la interoperabilidad con Estados Unidos. En la década de 1980, la elección del CF-18 sobre alternativas europeas respondió a las necesidades de NORAD. La cancelación del Avro Arrow en 1959, un proyecto canadiense, también reflejó las presiones económicas y políticas de alinearse con Washington. La situación actual, sin embargo, se ve influenciada por un entorno más volátil, donde la retórica de Trump sobre la OTAN y los aranceles ha generado incertidumbre.
Contexto geopolítico y opciones estratégicas
La revisión del F-35 se enmarca en un panorama geopolítico cambiante. La administración Trump ha implementado una política de “América Primero” que incluye negociaciones para un nuevo acuerdo económico y de seguridad con Canadá, iniciadas en marzo de 2025. Estas conversaciones, combinadas con la pausa temporal de algunos aranceles en abril, reflejan un intento de estabilizar las relaciones bilaterales, pero la desconfianza persiste. En este contexto, Canadá explora alianzas con Europa y Asia, como lo demuestra su interés en el KF-21 surcoreano, descrito como una alternativa más económica al F-35.
Europa, por su parte, observa con interés la decisión de Canadá. Países como Francia, Alemania e Italia, que operan el Eurofighter o el Rafale, podrían beneficiarse de un giro canadiense hacia sus plataformas. Además, proyectos europeos de cazas de sexta generación, como el FCAS (Francia, Alemania, España) y el Tempest (Reino Unido, Italia, Japón), ganan atractivo ante las dudas sobre la fiabilidad de Estados Unidos como proveedor. Yvan Blondin, excomandante de la Fuerza Aérea Canadiense, señaló que “la incertidumbre sobre el F-35 fortalece el caso para programas europeos de próxima generación”.
A pesar de estas alternativas, la exclusión total del F-35 enfrentaría obstáculos significativos. La integración de Canadá en el programa F-35 comenzó en 1997, y empresas canadienses forman parte de la cadena de suministro global del avión. Cancelar el contrato no solo implicaría pérdidas económicas, sino también un distanciamiento estratégico de aliados clave. Por ello, algunos expertos creen que la revisión es más una maniobra política para presionar a Washington que una intención firme de abandonar el programa.
En conclusión, la revisión del F-35 por parte de Canadá refleja las complejidades de mantener la soberanía y la seguridad en un entorno geopolítico incierto. Mientras Ottawa evalúa sus opciones, la decisión final tendrá repercusiones de largo alcance para la OTAN, NORAD y las relaciones con Estados Unidos, en un momento en que la unidad transatlántica enfrenta pruebas significativas.