En el actual escenario de carrera armamentística mundial, Estados Unidos y China están avanzando rápidamente en el desarrollo de cazas de sexta generación, dando paso a una nueva y más sofisticada fase de competición militar.
La presentación por parte de China de un modelo de su caza de sexta generación propuesto para 2021, junto con el ambicioso calendario de Estados Unidos para implantar su sistema de Dominio Aéreo de Nueva Generación (NGAD) para 2030, pone de relieve un avance significativo en la tecnología de guerra aérea.
Avanzando hacia una era de superioridad aérea de sexta generación
Mientras el mundo sigue luchando por desarrollar y desplegar flotas de cazas de quinta generación, Estados Unidos y China ya están inmersos en la construcción de una generación de aviones de combate aún más avanzada y costosa.
Esta competición entre dos superpotencias es un claro signo de la transición del mundo desde el anterior “momento unipolar”, que reconocía a Estados Unidos como la única superpotencia mundial, a un escenario geopolítico más complejo y multipolar, con Estados Unidos, China y Rusia en su cúspide, donde el riesgo de una guerra entre grandes potencias es más palpable que nunca.
Este fervor por desarrollar cazas de sexta generación subraya la intensidad y gravedad de la rivalidad entre las grandes potencias, presagiando una escalada armamentística con implicaciones de largo alcance.
La carrera armamentística de sexta generación se intensifica
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El temor se apoderó de la comunidad internacional en 2021, cuando China desveló un modelo de su caza de sexta generación sin cola durante un espectáculo aéreo, acontecimiento al que siguió la publicación esporádica de imágenes conceptuales del caza en las redes sociales. La dirección de Chengdu Aerospace Corporation, la entidad que está detrás del diseño de este avión avanzado, prevé su posible despliegue operativo para 2035.
Por su parte, Estados Unidos proyecta la entrada en servicio de su caza de sexta generación para 2030, aunque las limitaciones de su infraestructura industrial de defensa podrían sugerir una visión más cautelosa sobre estos plazos.
Se especula con que tanto el proyecto chino como el NGAD estadounidense aspiran a ser “sistemas de sistemas”, lo que refleja la conclusión de los principales ejércitos del mundo de que, para dominar los futuros combates aéreos, no basta con desarrollar un caza superior. Es necesario integrar estas aeronaves en un ecosistema ampliado de armas de nueva generación, que incluya también vehículos aéreos no tripulados en funciones de apoyo, como el concepto “Loyal Wingman”.
Estrategia de despliegue de cazas de sexta generación: un análisis
Aunque Estados Unidos planee desplegar su caza de sexta generación antes que China y consiga una superioridad aérea temporal de cinco años, la capacidad de producción de China podría permitirle superar en número a los cazas estadounidenses. Además, el modelo de desarrollo secuencial de China podría proporcionarle ventajas al aprender de los posibles errores cometidos por Estados Unidos en su prisa por adelantarse.
En su obra “Copycats” (2010), Oded Shenkar explica cómo, en el campo de la innovación, los imitadores suelen superar a los innovadores copiando y mejorando sobre la base de sus errores, ahorrando recursos y tiempo. Este planteamiento se refleja en el desarrollo del caza chino de quinta generación J-20, que ha seguido el ritmo de sus homólogos estadounidenses F-22A Raptor y F-35 Lightning II, a pesar de llegar más tarde a la escena.
La copia como estrategia militar: implicaciones y resultados
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Así pues, aunque Estados Unidos se esfuerce por ser el primero en desplegar tecnología de sexta generación, no se asegura una ventaja definitiva. China, observando y aprendiendo, puede optimizar su desarrollo para evitar fracasos y aprovechar el espionaje industrial para cerrar rápidamente la brecha tecnológica. El J-20, que combina características del F-22 y del prototipo ruso MiG-1.44, es un testimonio de cómo China utiliza la imitación y el espionaje para complementar su innovación.
Aunque reconocen el avance tecnológico del J-20, muchos líderes militares estadounidenses también lo consideran un producto de tecnología robada a Estados Unidos, lo que no disminuye su amenaza potencial.
Este patrón de innovación seguida de una rápida imitación pone de relieve un ciclo en el que Estados Unidos, como pionero, invierte más en desarrollo, solo para que China se apropie de sus avances, que logra avances significativos sin incurrir en los mismos costes.
Este dinamismo pone de relieve una estrategia en la que China se beneficia de la inversión y el esfuerzo innovador de Estados Unidos, consolidando una competencia en la que la imitación desempeña un papel tan crucial como la innovación original.
Dudas sobre la viabilidad de los cazas de sexta generación
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La necesidad de que Estados Unidos, o cualquier nación, desarrolle cazas de sexta generación queda en entredicho al considerar las complicaciones y los elevados costes asociados a los actuales sistemas de quinta generación. A pesar de ser considerados logros tecnológicos de vanguardia, tanto el F-35 como el F-22 han demostrado ser proyectos extremadamente caros.
Según declaraciones recientes de un piloto del F-35, la constante actualización de este avión se debe a que sus especificaciones se basan en los requisitos militares de la década de 1990, un periodo en el que Estados Unidos no se enfrentaba a adversarios importantes.
Sin embargo, el panorama de las amenazas ha evolucionado considerablemente y seguirá haciéndolo, alejándose cada vez más de ese contexto en los próximos cinco años. Además, la concepción del futuro del poder aéreo está cambiando; ya no se limita a los confines del cielo, sino que se está expandiendo hacia el espacio exterior.
En este contexto, los considerables gastos destinados al desarrollo de un sistema de sexta generación por las Fuerzas Aéreas y la Marina estadounidenses podrían asignarse de forma más eficaz a proyectos centrados en asegurar y ampliar la supremacía espacial de Estados Unidos.
A pesar de ello, parece que el Pentágono se mantiene inamovible en su rumbo actual, motivado quizás por la atracción que ejerce la innovación aeronáutica y el deseo de disponer de aviones más nuevos y tecnológicamente más avanzados.