Avances en radares y sistemas satelitales de China y Rusia desafían el sigilo del F-35, crucial para la superioridad aérea de EE. UU.
Avances chinos y rusos en detección de cazas F-35
China y Rusia han desarrollado tecnologías que permiten detectar el caza furtivo F-35 Lightning II, un pilar de la superioridad aérea de Estados Unidos. Según un estudio publicado en mayo de 2024 en la revista china Aerospace Technology, investigadores del Changchun Institute of Optics, Fine Mechanics and Physics (CIOMP) afirman que un dirigible estratosférico equipado con sistemas de detección infrarroja puede identificar un F-35 a casi 2,000 kilómetros de distancia. La clave está en el análisis de la firma infrarroja del avión, particularmente en el penacho de escape del motor, que alcanza temperaturas cercanas a 1,000 Kelvin, mucho más altas que el fuselaje, que se enfría a 281 Kelvin para minimizar su detectabilidad. Este avance representa un salto significativo en las capacidades de negación de acceso y área (A2/AD) de China, especialmente en escenarios simulados que involucran a Taiwán.
Por otro lado, China ha implementado su sistema de navegación satelital BeiDou para detectar aviones furtivos como el F-35 y el F-22 Raptor. Un artículo del South China Morning Post detalla que científicos chinos han desarrollado un radar móvil que utiliza señales refractadas de BeiDou para rastrear estos aviones. Este sistema, descrito en un estudio de la Chinese Journal of National University of Defence Technology, emplea una técnica de detección ciega con una sola antena, lo que reduce costos y complejidad en comparación con los radares pasivos tradicionales. Aunque las capacidades de este radar aún no se han probado contra un F-35 en condiciones reales, su diseño permite operar con otras constelaciones satelitales, como GPS, Galileo o GLONASS, si BeiDou fuera interferido.
Rusia, por su parte, ha avanzado en tecnologías de detección con sistemas como el radar Irbis-E del caza Su-35 y el sistema de búsqueda y seguimiento infrarrojo (IRST) que puede identificar aviones furtivos a distancias de hasta 50 kilómetros. Además, el sistema de misiles tierra-aire S-500, aún en desarrollo, promete capacidades mejoradas para interceptar aviones furtivos, aunque su desempeño real no se conocerá hasta su despliegue. Estas tecnologías buscan explotar las limitaciones del sigilo, como las emisiones térmicas y las señales electromagnéticas en ciertas frecuencias, que no pueden eliminarse por completo.
En noviembre de 2024, China presentó en la exhibición aérea de Zhuhai el caza furtivo J-35A, diseñado para competir con el F-35. Este avión, desarrollado por la Aviation Industry Corporation of China, incorpora características avanzadas de sigilo e inteligencia, y su diseño comparte similitudes con el F-35, lo que sugiere una posible influencia de datos obtenidos a través de ciberespionaje. Un caso notable es el de Su Bin, un ciudadano chino que en 2016 se declaró culpable de robar diseños del F-35 y el F-22 para China, facilitando mejoras en aviones como el J-20 y el J-35.
Datos clave sobre la detección del F-35
- El dirigible estratosférico chino detecta el F-35 a 2,000 km mediante infrarrojos, pero solo a 350 km desde el frente debido a su menor perfil térmico.
- El radar basado en BeiDou usa una antena única, lo que reduce costos y lo hace móvil, pero su efectividad real está por verificarse.
- El Su-35 ruso detecta aviones furtivos a 50 km con su sistema IRST, aunque su radar cross-section sigue siendo mayor que el del F-35.
- El J-35A chino, presentado en 2024, busca igualar al F-35 en sigilo y capacidades de red, con posibles influencias de diseños robados.
Implicaciones para la superioridad aérea de EE. UU.
El sigilo del F-35, basado en un diseño que minimiza su sección transversal de radar (RCS) y su firma infrarroja, ha sido un componente crítico de la capacidad de Estados Unidos para proyectar poder aéreo sin ser detectado. Sin embargo, las nuevas tecnologías chinas y rusas desafían esta ventaja. Aunque los sistemas de detección como el radar basado en BeiDou o el dirigible estratosférico no garantizan la capacidad de completar una cadena de eliminación (detectar, rastrear, apuntar y derribar), sí reducen la ventana de operación segura para el F-35 en entornos hostiles. Un piloto retirado del F-35, Dan Flatley, explicó en 2017 que el sigilo no implica invisibilidad total, sino romper un eslabón en la cadena de eliminación del enemigo, como evitar el rastreo o el guiado de misiles. Sin embargo, los avances recientes sugieren que esta tarea es cada vez más difícil.
China ha intensificado su modernización militar, con un enfoque en operaciones centradas en redes y guerra electrónica. El J-35A, descrito como un “base” en el campo de batalla, está diseñado para coordinar ataques en red con otros aviones y sistemas, similar al rol del F-35 como “quarterback” en las fuerzas estadounidenses. Este enfoque, combinado con sistemas de detección avanzados, busca contrarrestar la ventaja tecnológica de Estados Unidos en el Indo-Pacífico, especialmente en regiones sensibles como el Mar del Sur de China y Taiwán.
Rusia, aunque rezagada en comparación con China, ha invertido en sistemas como el Su-57, que incorpora capacidades limitadas de sigilo y sensores avanzados. Sin embargo, la producción del Su-57 ha sido lenta, con menos de 40 unidades fabricadas desde 2010, y su dependencia de motores no optimizados para sigilo limita su competitividad frente al F-35. A pesar de esto, los sistemas de detección rusos, como el IRST del Su-35, pueden complementar los esfuerzos chinos en un contexto de cooperación militar cada vez más estrecha entre ambos países.
Los avances chinos en particular han generado preocupación en Estados Unidos. En octubre de 2024, los senadores republicanos Roger Wicker y Eric Schmitt advirtieron que la Fuerza Aérea china está “al borde de capacidades aéreas que cambiarán el mundo”, y criticaron a la Fuerza Aérea estadounidense por dar por sentada su superioridad aérea. Esta preocupación se ve agravada por la reubicación de más de 10,000 soldados estadounidenses desde Japón a bases en Guam y Hawái, alejándolos del alcance de China, lo que refleja un cambio estratégico en respuesta a estas amenazas.
Respuestas y desafíos para Estados Unidos
Estados Unidos no ha permanecido pasivo ante estos desarrollos. El Congreso aprobó un paquete de varios miles de millones de dólares para modernizar la flota de F-22 Raptors, mejorando sus sensores y permitiendo la integración de nuevos sistemas de armas. Estas actualizaciones buscan mantener la competitividad del F-22, especialmente en misiones de superioridad aérea en los primeros días de un conflicto potencial con China.
El F-35, por su parte, sigue siendo un activo clave debido a su versatilidad y capacidades de red. A diferencia de aviones de generaciones anteriores, el F-35 puede realizar múltiples tareas simultáneamente, como atacar objetivos terrestres mientras evade defensas aéreas. Su costo operativo, que ahora es comparable al del F-15EX, y su capacidad para operar en entornos de alta amenaza lo mantienen como una plataforma líder. Además, la experiencia operacional de aliados como Israel, que ha utilizado el F-35 en entornos de combate real, demuestra su efectividad en escenarios de alta amenaza.
Sin embargo, los desafíos persisten. La detección de aviones furtivos no depende únicamente de un avance tecnológico, sino de la integración de múltiples sistemas, como radares de onda larga, sensores infrarrojos y redes de datos de alta velocidad. Rebecca Grant, analista de seguridad nacional, señaló en 2019 que el sigilo de quinta generación no es frágil y no puede ser neutralizado por un solo avance tecnológico. Aun así, la combinación de tecnologías chinas, como el dirigible estratosférico, el radar BeiDou y satélites comerciales asistidos por inteligencia artificial, podría proporcionar a China una ventaja en escenarios de combate aéreo.
La cooperación entre China y Rusia también plantea un desafío adicional. La presencia de un alto funcionario ruso en la exhibición aérea de Zhuhai en 2024 subrayó los lazos militares cada vez más estrechos entre ambos países. Esta colaboración podría facilitar el intercambio de tecnologías de detección y tácticas para contrarrestar el sigilo estadounidense, especialmente en regiones donde sus intereses estratégicos convergen.