En el umbral de 2023, el portaaviones USS Gerald R. Ford (CVN-78) marcó un hito al completar su primer despliegue global en aguas del Mediterráneo.
Piedra angular de la nueva generación de portaaviones de propulsión nuclear de la Marina estadounidense, el buque demostró su capacidad operativa realizando más de 8.000 operaciones aéreas en respuesta a la guerra entre Israel y Hamás.
A pesar de los retos afrontados desde su concepción, dada la cadena de contratiempos técnicos y operativos, las capacidades únicas del USS Gerald R. Ford lo convierten en un activo indispensable para la flota.
Sin embargo, el debate entre los expertos gira en torno al elevado coste de los buques de la clase Ford y su susceptibilidad a los ciberataques, los misiles hipersónicos y otras amenazas emergentes, lo que podría poner en entredicho la viabilidad futura del concepto de “supercarrier”.
El debate sobre el futuro de los superportaaviones ante las nuevas amenazas
La cuestión que se plantea es si la clase Ford representará la última estirpe de portaaviones que construirá la Marina estadounidense, ante un panorama en el que las amenazas evolucionan a un ritmo vertiginoso.
La clase Nimitz, predecesora de los Ford, ejemplifica la relevancia histórica de los portaaviones de propulsión nuclear. Durante casi cinco décadas, estos leviatanes de 100.000 toneladas han sido el pilar de la Armada, navegando a más de 30 nudos gracias a sus dos reactores nucleares A4W, y demostrando ser un pilar estratégico de la proyección del poder naval.
Como heredero de este linaje, el diseño de la clase Ford se ha perfeccionado para superar a sus predecesores. Procedente del programa CVN-21, esta nueva clase introduce innovaciones significativas que aumentan la eficiencia operativa, como el Sistema Electromagnético de Lanzamiento de Aeronaves (EMAL) y el Tren de Arresto Avanzado (AAG), mejorando así significativamente la capacidad y el rendimiento de los buques de esta clase.
La superioridad de los portaaviones de la clase Ford reside en su revolucionaria tecnología y diseño estratégico. El uso de sistemas como el EMAL (Electromagnetic Aircraft Launching System) y el AAG (Advanced Arresting Gear) permite a estos gigantes marítimos ejecutar hasta un 25% más de misiones aéreas y generar una capacidad eléctrica sin precedentes, triplicando la generada por sus predecesores.
Propulsados por el innovador reactor nuclear A1B desarrollado por Bechtel, estos buques superan ampliamente en potencia a los reactores A4W que propulsan los portaaviones de la clase Nimitz.
Avances y vulnerabilidades: La dialéctica de la clase Ford
Diseñados para dominar los mares y preparados para adaptarse a tecnologías futuras aún no imaginadas, los portaaviones de la clase Ford encarnan la visión de futuro de la Marina estadounidense. Esta capacidad de anticipación y adaptación garantiza que mantendrán su relevancia estratégica, a pesar de su elevado coste de adquisición y explotación.
Sin embargo, esta avanzada flotilla se enfrenta a importantes retos derivados del cambiante panorama de las amenazas globales. La proliferación de vehículos aéreos no tripulados (UAV) y de vehículos submarinos no tripulados (UUV), junto con el desarrollo de misiles hipersónicos, plantean retos formidables.
Estas nuevas amenazas, capaces de eludir las defensas tradicionales, podrían comprometer la seguridad de estos gigantes del mar. Además, la complejidad inherente a los sistemas de los portaaviones Ford los hace potencialmente vulnerables a los ciberataques, aumentando el espectro de riesgos a los que se enfrentan.
A pesar de estos retos, la capacidad estratégica que ofrecen los portaaviones, para proyectar poder aéreo desde cualquier punto del océano, sigue siendo un pilar fundamental de la defensa nacional estadounidense.
Aunque otros buques, como las fragatas y los portaaviones de propulsión convencional, pueden desempeñar funciones similares, ninguno alcanza el nivel de eficacia y sofisticación que los modernos portaaviones de propulsión nuclear ofrecen a la estrategia militar estadounidense.