Diversos sistemas de armamento se han convertido en icónicos de conflictos históricos particulares. Para el pueblo estadounidense, el mosquete de ánima lisa simboliza la Guerra de Independencia; el mosquete estriado, la Guerra Civil; el gas mostaza, la Primera Guerra Mundial; el P-51 Mustang y el B-17 Flying Fortress, la Segunda Guerra Mundial; los misiles balísticos intercontinentales (ICBM), la Guerra Fría; y el napalm, la Guerra de Vietnam.
No obstante, la Operación Tormenta del Desierto generalmente no se asocia con el uso de acorazados, sino más bien con imágenes de tanques M1 Abrams, misiles Tomahawk, y helicópteros Apache dominando el campo de batalla.
Contrario a esta percepción, dos acorazados hicieron historia en la Operación Tormenta del Desierto, marcando la última vez que Estados Unidos utilizó acorazados en combate. Desde las aguas del Golfo Pérsico, desplegaron su potencia de fuego en un último adiós a una era de guerra naval.
Última misión de combate de un acorazado en la Tormenta del Desierto
En este histórico despliegue, los acorazados USS Missouri (BB-63) y USS Wisconsin (BB-64), ambos de la clase Iowa, fueron reactivados y participaron activamente. Originalmente comisionados durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente desactivados, su resurgimiento no fue impulsado por un capricho del destino, sino por una estrategia defensiva contra la expansión soviética.
La reactivación de estos colosos navales fue una directa consecuencia de la política de defensa estadounidense de los años ochenta, específicamente bajo la administración de Ronald Reagan, que buscaba una expansión significativa de las fuerzas navales de EE. UU. frente a la Unión Soviética. En su ambición por conformar una flota de 600 navíos, la rápida solución encontrada fue devolver a la vida a las unidades inactivas de la flota.
El proceso de reactivación de los acorazados Missouri y Wisconsin no fue una tarea trivial. Requirió una modernización exhaustiva para asegurar su funcionalidad y relevancia en el contexto de la época, un mundo dominado por figuras como Madonna, Ozzy Osbourne, y Sylvester Stallone.
Este esfuerzo de modernización significó adaptar estas reliquias de la Segunda Guerra Mundial a las nuevas realidades tácticas y tecnológicas del momento, permitiéndoles desempeñar un papel crucial en la liberación de Kuwait.
Resurgimiento del acorazado clase Iowa en la Operación Tormenta del Desierto
Con la invasión de Kuwait por parte de Saddam Hussein en agosto de 1990, el presidente George H.W. Bush tomó medidas decisivas enviando tropas y fuerzas navales a Arabia Saudita y al Golfo Pérsico en defensa de Kuwait.
Este despliegue marcó el inicio de una presencia militar estadounidense en Arabia Saudita que, posteriormente, inspiraría a Osama bin Laden y Al Qaeda a perpetrar ataques contra intereses estadounidenses. Entre las unidades navales desplegadas se encontraban los acorazados Missouri y Wisconsin, preparados para entrar en acción.
En enero de 1991, el USS Missouri entró en combate durante la Tormenta del Desierto, ejecutando operaciones de bombardeo contra un búnker de comando y control iraquí cerca de la frontera saudí. Este hecho marcó el regreso del Missouri al combate, no visto desde su participación en la Guerra de Corea en marzo de 1953.
El USS Wisconsin tomó el relevo en febrero de 1991, marcando su primer uso en combate desde marzo de 1952. Ejecutó disparos de precisión a 19 millas de distancia, logrando la destrucción de una batería de artillería iraquí en el sur de Kuwait, demostrando así la capacidad de proyección de fuerza a gran distancia de estos acorazados.
A pesar de que las fuerzas iraquíes no representaban una amenaza significativa para los buques navales estadounidenses, y de que la Armada desempeñó un papel secundario en comparación con el Ejército y la Fuerza Aérea durante el conflicto, los acorazados de la clase Iowa demostraron su valía.
Fueron recuperados de la inactividad, modernizados y desplegados exitosamente en un teatro de operaciones contemporáneo, donde cumplieron con su misión de forma admirable. Este despliegue no solo refleja la flexibilidad y capacidad de adaptación de la estrategia militar estadounidense, sino también la duradera relevancia de estos gigantes del mar en el arte de la guerra naval.