La capacidad de supervivencia de los portaaviones estadounidenses ante un potencial conflicto con China ha suscitado preocupaciones entre algunos expertos. Estos gigantes del mar, pilar central de la estrategia militar estadounidense, representan la punta de lanza de la proyección de poder naval.
La cuestión subyacente es si la confianza depositada en estos colosos navales es proporcional a las demandas de un enfrentamiento moderno con potencias como China, y qué ajustes deberían considerarse para mantener la supremacía naval estadounidense en tal escenario.
De cara al futuro naval: ¿Están preparados los portaaviones?
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Durante los últimos ochenta años, el portaaviones ha dominado los mares como el eje central de la fuerza naval más formidable del planeta. Estas verdaderas ciudades flotantes, capaces de proyectar fuerza aérea a escala global, amplían de manera exponencial el alcance militar naval. Sin embargo, el avance tecnológico plantea nuevos desafíos.
La creciente sofisticación de los submarinos, que ahora pueden penetrar las defensas de los grupos de ataque de portaaviones, pone de manifiesto la vulnerabilidad de estos leviatanes del mar.
Un ejemplo revelador fue el ejercicio militar conjunto entre Estados Unidos y Francia, donde un submarino francés de clase Rubis logró infiltrarse y “hundir” al USS Theodore Roosevelt en un simulacro, demostrando la posibilidad de que incluso los portaaviones más formidables puedan ser comprometidos.
A esto se suma la agilidad mejorada de los buques de superficie y el avance chino en misiles de alcance intermedio, junto con el desarrollo de misiles hipersónicos, representando amenazas emergentes para las cuales Estados Unidos busca aún respuestas efectivas.
Los portaaviones, pese a ser más vulnerables, no se consideran obsoletos en la mayoría de los escenarios conflictivos, permitiendo a Estados Unidos proyectar su poderío sin oposición significativa a nivel mundial.
Sin embargo, el creciente poderío misilístico, incluso de actores no estatales como los hutíes en Yemen, sugiere que los escenarios en el Indo-Pacífico podrían requerir de una reevaluación estratégica sobre la dependencia de los superportaaviones.
Hacia una nueva estrategia naval: La era posterior a los portaaviones
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Los desafíos asociados al tamaño y coste de los portaaviones, como el Gerald R. Ford, que ostenta un coste de 13.300 millones de dólares más el mantenimiento anual, plantean interrogantes sobre la sostenibilidad de esta estrategia naval. La visibilidad y vulnerabilidad de estas enormes estructuras, sumadas a las pérdidas potenciales en caso de ser comprometidas, sugieren la necesidad de explorar alternativas.
Brandon Weichert, analista de National Interest, propone un viraje estratégico hacia una flota ampliada de submarinos y buques de guerra de superficie más pequeños y ágiles. Esta diversificación de la potencia de fuego ofrecería ventajas significativas en términos de costes, flexibilidad ofensiva y reducción del riesgo de bajas masivas. Sin embargo, tal reorientación implicaría sacrificar la capacidad de proyección de fuerza aérea global desde el mar, un pilar de la estrategia militar estadounidense durante décadas.
Este debate sobre el futuro de la estrategia naval estadounidense pone de manifiesto la necesidad de adaptarse a las realidades de la guerra moderna, equilibrando la tradición con la innovación para mantener la supremacía en un entorno estratégico en constante evolución.