Las defensas aéreas hutíes casi derriban aviones estadounidenses en Yemen durante la Operación Rough Rider, revelando riesgos y costos operativos elevados.
Incidentes cercanos exponen riesgos en Operación Rough Rider
Las defensas aéreas de los hutíes en Yemen pusieron en peligro a aviones de combate estadounidenses, incluyendo F-35 y F-16, durante la Operación Rough Rider, una campaña de ataques aéreos iniciada en marzo de 2025. Según The New York Times, varios funcionarios estadounidenses confirmaron que “varios F-16 y un F-35 estuvieron a punto de ser alcanzados por misiles hutíes”, lo que destacó la vulnerabilidad de las fuerzas aéreas de Estados Unidos frente a sistemas antiaéreos avanzados. La operación, liderada por el Comando Central de EE. UU. (CENTCOM) bajo el mando del general Michael Kurilla, buscaba neutralizar sitios de defensa aérea y al liderazgo hutí, pero enfrentó serios reveses.
En solo un mes, Estados Unidos perdió siete drones MQ-9 Reaper por fuego hostil y dos F/A-18 Super Hornet asignados al Escuadrón de Caza de Ataque (VFA) 192, operando desde el portaaviones USS Carl Vinson. Los costos operativos alcanzaron 1.000 millones de dólares, sin incluir las aeronaves destruidas. A pesar de los intensos bombardeos, que incluyeron el despliegue de bombarderos furtivos B-2 Spirit, las fuerzas estadounidenses no lograron establecer superioridad aérea sobre Yemen. Más de 1.000 objetivos fueron atacados, y varias figuras clave de los hutíes fueron eliminadas, pero las reservas de armas avanzadas, como misiles de precisión, comenzaron a agotarse, generando preocupación en el Pentágono sobre la capacidad para futuras operaciones en el Indo-Pacífico.
La controversia también marcó la operación. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, enfrentó críticas por usar la aplicación Signal para discutir detalles de la operación, incluyendo accidentalmente a un periodista no autorizado en un chat grupal. Aunque no se reportaron daños directos al personal por esta falla de seguridad, los incidentes con los F/A-18 dejaron varios heridos. Los casi impactos de misiles hutíes contra aviones tripulados subrayaron el riesgo para los pilotos y el potencial de pérdidas humanas.

El 5 de mayo de 2025, tras menos de dos meses de combates, la Casa Blanca ordenó suspender nuevas misiones. Un acuerdo de alto el fuego, mediado por Omán, prohibió ataques mutuos entre Estados Unidos y los hutíes. Sin embargo, los hutíes continuaron atacando objetivos no estadounidenses, y no está claro si el acuerdo aborda estos incidentes.
Datos clave sobre las defensas aéreas hutíes
- Misiles avanzados: Los hutíes poseen misiles guiados por infrarrojos y radares, suministrados por Irán, incluyendo diseños soviéticos como R-27, R-73 y R-77.
- SAM merodeadores: Interceptaciones revelaron misiles Saqr-1 (o 358), con sensores infrarrojos de imagen, similares a los del AIM-9X Sidewinder.
- Vulnerabilidad de aviones: El F-35, aunque furtivo, emite firmas infrarrojas detectables, lo que lo hace susceptible a misiles avanzados.
- Contramedidas: Los F-16 y F-35 usan bengalas, paja y señuelos como BriteCloud para evadir misiles.
Despliegue de recursos y desafíos logísticos
La Operación Rough Rider involucró un despliegue masivo de recursos. Además de los portaaviones USS Carl Vinson y USS Harry S. Truman, bases del CENTCOM en la región apoyaron la campaña. Los B-2 Spirit, estacionados en Diego García, jugaron un papel clave, pero enfrentaron problemas logísticos. Solo cuatro B-2 Shelter Systems (B2SS) estaban disponibles, insuficientes para los seis aviones desplegados. Imágenes satelitales mostraron que los B-2 quedaron expuestos a los elementos, lo que pudo afectar sus superficies absorbentes de radar. Tras el alto el fuego, los B-2 regresaron a la Base Aérea Whiteman para mantenimiento.

En su lugar, cuatro B-52H Stratofortress llegaron a Diego García. Estos bombarderos, menos sigilosos, dependerían de misiles de largo alcance como el AGM-158 JASSM en caso de reanudarse los combates. Algunos analistas sugieren que su despliegue también podría ser una señal dirigida a Irán, aliado de los hutíes. Los EA-18G Growlers, operando desde los portaaviones, desempeñaron un rol crucial en misiones de supresión de defensas aéreas enemigas (SEAD), usando inhibidores y misiles antirradiación para neutralizar radares hutíes.
Las defensas aéreas hutíes, aunque no completamente conocidas, son sofisticadas. Irán ha proporcionado misiles guiados por infrarrojos y radares, incluyendo misiles aire-aire adaptados como el R-27, R-73 y R-77. Los misiles Saqr-1, equipados con sensores infrarrojos de imagen, representan una amenaza significativa. Estos sistemas, similares a los usados en el AIM-9X Sidewinder, pueden distinguir formas de aviones y rechazar contramedidas como bengalas. Los misiles guiados por radar, aunque efectivos, son vulnerables en entornos con misiones SEAD activas, ya que los radares son detectables y susceptibles a ataques.
1340z CHIRO 11 flt x3 USAF B-2/a Spirits's
— Andy (@Andyyyyrrrr) May 10, 2025
Departed from Diego Garcia #FJDG
Checking in with San Francisco (SFO) HF on 5574 khz After Completing AAR with #DEED11-14 Flt
Cleared to Whiteman AFB #KSZL Via Flightplan Route.#CHIRO11 #CHIRO12 #CHIRO13 #B2 pic.twitter.com/5NaKbl6rWy
El F-35, diseñado para minimizar su sección transversal de radar, sigue siendo detectable por sensores infrarrojos debido a las emisiones de su motor turbofán. Aunque el diseño incorpora medidas para reducir la firma infrarroja, estas tienen límites. Los F-16, menos avanzados, enfrentaron más incidentes cercanos, posiblemente debido a su mayor detectabilidad o a diferencias en las misiones asignadas.
Contexto estratégico y limitaciones tecnológicas
La Operación Rough Rider reflejó las tensiones entre los objetivos estratégicos de Estados Unidos y las capacidades de los hutíes. La campaña buscaba debilitar la infraestructura militar hutí, pero los resultados fueron mixtos. Aunque se destruyeron numerosos objetivos, la incapacidad para lograr superioridad aérea y los altos costos operativos generaron críticas. La pérdida de drones y aviones tripulados, junto con los casi impactos a cazas avanzados, expuso las limitaciones de las operaciones aéreas en entornos con defensas sofisticadas.
The moment an American MQ-9 reaper drone was shot down by the Houthis in Yemen using a missile from the KUB (Sa-6) SAM system. pic.twitter.com/O9q6s3MCJO
— AMK Mapping 🇳🇿 (@AMK_Mapping_) December 29, 2024
Las contramedidas electrónicas y físicas de los F-35 y F-16, como bengalas, paja y señuelos como BriteCloud, fueron cruciales para evitar derribos. Sin embargo, la tecnología hutí, respaldada por Irán, demostró ser un desafío inesperado. Los misiles Saqr-1, con sensores avanzados, complicaron las operaciones, especialmente contra aviones furtivos que dependen de su baja detectabilidad por radar.
El alto el fuego mediado por Omán marcó una pausa en las hostilidades, pero no resolvió la guerra subyacente. Los ataques hutíes contra objetivos no estadounidenses continuaron, lo que sugiere que el acuerdo tiene limitaciones. Mientras tanto, el redespliegue de los B-52 y la salida de los B-2 indican un ajuste en la estrategia estadounidense, posiblemente enfocado en disuadir a Irán mientras se preservan recursos para otros teatros.
La experiencia en Yemen subraya la importancia de adaptar tácticas y tecnologías a amenazas emergentes. Las defensas aéreas hutíes, aunque no comparables a las de una potencia militar, demostraron ser lo suficientemente avanzadas como para desafiar a las fuerzas aéreas más sofisticadas del mundo.