La evolución del campo de batalla ucraniano ha introducido un nuevo vector de amenaza aérea: drones equipados con capacidades de visión en primera persona (FPV) y cargados con granadas o proyectiles de detonación a distancia.
Estos dispositivos, capaces de liberar su carga letal en amplias zonas mediante explosiones aéreas, representan un riesgo aún mayor para las unidades de infantería sin cobertura adecuada, superando en peligrosidad a los modelos de drones FPV de detonación por impacto conocidos hasta ahora.
En el transcurso de los 25 meses de conflicto entre Rusia y Ucrania, se ha observado la aparición de una amenaza aún más grave para las fuerzas enemigas: los drones equipados con ojivas direccionales. Estas ojivas proyectan metralla en un cono concentrado, similar a la dispersión de una escopeta o al efecto de una mina Claymore cuando se despliega en el aire.
La mina estadounidense M18 Claymore, conocida por lanzar 700 esferas de acero de tres milímetros en un arco de 60 grados y diseñada específicamente para repeler asaltos masivos de infantería, sirve de comparación adecuada para ilustrar el concepto que subyace a estas “minas de arcilla voladoras”, término utilizado por David Hambling, de Forbes, en su análisis de este desarrollo en Ucrania.
Nuevas dimensiones de la guerra aérea: Drones con ojivas direccionales
Вечірнє.
— Анатолій Штефан (Штірліц) (@Shtirlitz53) March 20, 2024
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Abundan los registros visuales que muestran a las fuerzas rusas y ucranianas empleando drones para lanzar cargas explosivas, tanto omnidireccionales como guiadas, sobre objetivos enemigos. Sin embargo, un vídeo reciente destaca como ilustración dramática de esta táctica.
En el vídeo, se ve a dos soldados rusos caminando por un terreno sembrado de proyectiles cuando son interceptados por un dron FPV ucraniano. A pesar de sus esfuerzos por neutralizarlo, el operador del dron, situado a kilómetros de distancia, maniobra el dron para alinear su ojiva direccional con los soldados, lo que provoca su muerte instantánea debido al impacto concentrado de metralla.
Aunque el aumento de la letalidad que una ojiva direccional proporciona a un dron FPV de dos libras y tres kilómetros de alcance es notable, esta capacidad no está exenta de dificultades. El control preciso de un FPV, especialmente en las caóticas condiciones del combate que incluyen polvo, confusión y posibles interferencias de la señal, exige un alto nivel de destreza y experiencia, atributos que solo se adquieren con la práctica y que son difíciles de mantener cuando los operadores de drones también se convierten en objetivos.
No obstante, las fuerzas armadas ucranianas están consiguiendo formar una legión de operadores altamente cualificados capaces de manejar los más de 50.000 drones FPV de un solo uso que se fabrican mensualmente en una red de talleres repartidos por toda Ucrania, gracias a la experiencia acumulada en el campo de batalla y a una formación específica.
Estos drones, cada vez más equipados con ojivas direccionales, representan una amenaza mortal para cualquiera que se encuentre en el campo de visión de la cámara frontal del dron momentos antes de la detonación, marcando un nuevo capítulo en la estrategia militar aérea.