El F-22 Raptor, diseñado para la Guerra Fría, fue cancelado en 2009 tras fabricarse solo 187 unidades. Su número limitado plantea un desafío ante rivales emergentes.
Un caza adelantado a su tiempo pero sin continuidad
El F-22 Raptor, una de las aeronaves más avanzadas de la Fuerza Aérea de EE. UU., enfrenta un dilema estratégico desde que su producción se canceló en 2009. Aunque fue diseñado como el caza definitivo para la supremacía aérea, su número limitado lo ha convertido en un recurso escaso.
La idea inicial era fabricar 750 unidades, pero tras el fin de la Guerra Fría y el cambio de prioridades hacia conflictos asimétricos, el programa fue cancelado con solo 187 aviones producidos. En ese momento, la administración de Barack Obama y el secretario de Defensa Robert Gates consideraron que el F-22 no era esencial para los conflictos en Irak y Afganistán.
La decisión también estuvo influenciada por el costo del programa. Con un precio de 150 millones de dólares por unidad, el Raptor se percibía como un lujo innecesario, especialmente cuando el F-35, más barato y versátil, prometía ser una alternativa viable.
El veto a la exportación y sus consecuencias
Uno de los factores que contribuyó a la escasez del F-22 fue la prohibición de exportarlo. A diferencia del F-35, el Raptor nunca se ofreció a aliados como Japón o Australia, debido a preocupaciones sobre la seguridad de su tecnología, especialmente su sigilo y radar AESA AN/APG-77.

En ese momento, la restricción tenía sentido. Tras la caída de la Unión Soviética, EE. UU. no enfrentaba un adversario aéreo significativo, lo que hacía innecesario mantener una gran flota de Raptors. Sin embargo, con la rápida modernización de las fuerzas aéreas de China y Rusia, la falta de más unidades del F-22 se ha convertido en un problema.
Datos clave sobre el F-22 y sus competidores
- Producción limitada: Solo 187 unidades fabricadas, con 183 operativas en 2025.
- Capacidades: Supercrucero (Mach 1,5 sin postcombustión), sigilo avanzado (RCS de 0,0001 m²) y vectorización de empuje.
- Armamento: Seis AIM-120 AMRAAM y dos AIM-9 Sidewinder en bahías internas.
- Competencia: China ha desplegado más de 200 J-20, mientras que Rusia opera cerca de 22 Su-57.
- Modernización: La USAF invertirá 7.800 millones de dólares para actualizar 140-150 unidades hasta 2030.
El avance de China y Rusia frente al Raptor
El desarrollo del J-20 Mighty Dragon de China y del Su-57 Felon de Rusia ha cambiado el panorama de la aviación de combate. Aunque el F-22 sigue siendo superior en sigilo y maniobrabilidad, la cantidad de cazas de quinta generación en el mundo está en aumento.

China ya tiene más de 200 J-20 operativos en 2025 y planea seguir expandiendo su flota. Su sigilo es inferior al del Raptor, pero su alcance y carga útil lo convierten en un adversario serio. Rusia, aunque en menor escala, también continúa mejorando el Su-57, que si bien es más detectable, posee nuevas tecnologías.
Frente a este panorama, algunos expertos, como el exgeneral John Michael Loh, han señalado que la decisión de limitar la producción del F-22 fue un error. Argumentan que una flota más numerosa habría fortalecido la capacidad de EE. UU. para mantener la superioridad aérea, especialmente en el Indo-Pacífico, donde China está desplegando cazas y misiles de largo alcance.
¿Un error estratégico o una decisión acertada?

La Fuerza Aérea de EE. UU. ha tratado de mitigar la escasez del Raptor con planes de modernización. Se invertirán 7.800 millones de dólares hasta 2030 para mejorar aproximadamente 150 F-22, integrando misiles AIM-260 y nuevos sensores.
Sin embargo, reiniciar la producción es inviable. Las líneas de ensamblaje se desmantelaron hace años, y reconstruirlas costaría más de 200 millones por unidad, un precio que el Pentágono no está dispuesto a pagar.
Aunque el F-35 se ha producido en mayor número y tiene capacidades avanzadas, su desempeño en combate aire-aire no es equiparable al del F-22. Con un número creciente de J-20 en el Pacífico y una flota reducida de Raptors, el dilema persiste: ¿fue la cancelación del F-22 un ahorro estratégico o una concesión peligrosa?