La Fuerza Aérea de Estados Unidos ha iniciado la reactivación y modernización de sus bombarderos B-1B Lancer, extraídos del depósito de chatarra, como una medida para mitigar los retrasos en el programa B-21 Raider y fortalecer su mermada flota de bombarderos.
Ante los desafíos que enfrenta la Fuerza Aérea con el programa B-21 Raider, la decisión de reactivar los B-1B Lancer ha sido crucial para cubrir las carencias en su flota de bombarderos, la cual se encuentra en un estado alarmantemente reducido.
El bombardero B-1B, que realizó su primer vuelo hace varias décadas, continúa siendo un recurso valioso para la Fuerza Aérea, a pesar de su antigüedad. En una medida que puede parecer inusual, el servicio sigue recuperando estos fuselajes de su depósito de chatarra para utilizarlos en operaciones actuales.
Recientemente, la Fuerza Aérea anunció que uno de estos bombarderos, conocido como Lancelot, reemplazará a otro B-1 que sufrió la explosión de su motor durante un mantenimiento de rutina en 2022.
En lugar de invertir en la reparación del avión dañado, se optó por activar uno de los bombarderos retirados, almacenado en el 309.º Grupo de Mantenimiento y Regeneración de Aeronaves, ubicado en la Base de la Fuerza Aérea Davis-Monthan en Arizona.
A pesar de que el B-1B puede considerarse una plataforma obsoleta, la Fuerza Aérea sigue implementando actualizaciones en estos aviones, y es probable que Lancelot sea modernizado en un futuro próximo.
En julio pasado, aparecieron en redes sociales imágenes de un B-1B transportando una nueva bomba antibúnkeres. Según el medio The Aviationist, el bombardero fue capturado volando sobre el desierto de Mojave con una bomba GBU-72/B de 5.000 libras.
El fotógrafo Ian Recchio, quien estaba en la zona fotografiando aviones y reptiles, notó la presencia del B-1 durante la recarga de combustible en vuelo con un KC-135, un evento poco común. Recchio aprovechó la ocasión para capturar imágenes del bombardero y el avión cisterna, que sobrevolaron la zona durante aproximadamente dos horas.
La integración del GBU-72 en los B-1B incrementará significativamente su capacidad letal si se implementa plenamente. Esta y otras modificaciones recientes permiten que el B-1B continúe siendo relevante frente a las amenazas emergentes.
En el contexto de la disminución de la flota de bombarderos de la Fuerza Aérea, es cada vez más importante que más B-1B sean reactivados y devueltos al servicio activo.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los líderes estadounidenses identificaron la necesidad de desarrollar un bombardero moderno que pudiera igualar la capacidad de carga del B-52 Stratofortress y la velocidad del B-58 Hustler. De este programa surgió el B-1A, un avión que sería venerado durante décadas. El prototipo, desarrollado por North American Rockwell, incorporaba grandes alas de geometría variable, similares a las del North American XB-70 y el General Dynamics F-111 Aardvark, para mejorar la sustentación durante el despegue y aterrizaje.
La variante B-1B, aprobada por la administración de Ronald Reagan a principios de los años 1980, fue diseñada para contrarrestar los avances de la aviación soviética. Este modelo mejorado presentaba una mayor capacidad de carga, junto con sensores y radares avanzados.
A lo largo de los años, el Lancer ha recibido múltiples actualizaciones, incluyendo un sistema de identificación amigo-enemigo modernizado, un almacenamiento masivo de datos actualizado, un nuevo sistema de aviónica defensiva y la capacidad de comunicación de datos tácticos Link 16.
Aunque la Fuerza Aérea dispone de modelos más modernos, el número total de bombarderos sigue siendo peligrosamente bajo. Con los posibles retrasos en el programa del B-21 Raider y la creciente inestabilidad geopolítica mundial, reactivar los B-1B del cementerio de aviones puede ser una solución temporal clave para la Fuerza Aérea hasta que el Raider esté operativo.