Reliquia de la era soviética, el “Almirante Kuznetsov” fue concebido como uno de los tres portaaviones insignia de una flota que nunca llegó a materializarse del todo, truncada por el colapso de la Unión Soviética. Este colapso no solo marcó un punto de inflexión político, sino que también sumió al portaaviones en una serie de retos tecnológicos y de mantenimiento.
Al funcionar con mazut, un combustible notoriamente barato, pero muy contaminante, el Kuznetsov carece de las avanzadas tecnologías de catapulta que caracterizan a sus contemporáneos de lanzamiento desde el aire, y se enfrenta a obstáculos operativos derivados de una construcción deficiente y un mantenimiento inadecuado.
A pesar de estas limitaciones, Rusia persevera en su explotación, motivada por el temor a un declive de sus capacidades estratégicas, sobre todo teniendo en cuenta las posibles repercusiones en su alianza con China. El consenso general lo cataloga como uno de los portaaviones más deficientes jamás construidos, y no sin fundamento.
Los portaaviones se han convertido en los bastiones indiscutibles del poder nacional en el mar. Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha dominado este ámbito, liderando las operaciones de portaaviones en todo el mundo.
Esta era no solo vio a Estados Unidos a la vanguardia, sino que también fue testigo de cómo múltiples naciones operaban sus propias flotas de portaaviones. Al principio, la Marina estadounidense se encontraba en un dilema operativo en cuanto al uso estratégico de estos buques, especialmente antes del ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
La Armada Imperial Japonesa fue la precursora en reconceptualizar los portaaviones como plataformas ofensivas primarias, desplazando así al acorazado de su pedestal como símbolo del poder naval. Fue esta innovación táctica la que marcó la diferencia en Pearl Harbor y posteriormente en la campaña del Pacífico, donde la supremacía aeronaval estadounidense se convirtió en un factor decisivo.
Después de la guerra mundial, el portaaviones reafirmó su condición de cúspide del poder naval. Durante la Guerra Fría, la flota de portaaviones estadounidense fue objeto de envidia internacional. A diferencia de la Marina Roja soviética, que se centraba en los cruceros de batalla pesados y los submarinos como instrumentos de proyección de poder, Estados Unidos perfeccionó el arte de las operaciones de portaaviones.
No fue hasta la década de 1980 cuando la Unión Soviética empezó a considerar seriamente la inclusión de portaaviones en su estrategia naval.
El desafío naval ruso: entre la ambición y la realidad
A pesar de su vasta extensión territorial que domina el norte de Eurasia, Rusia ha predominado históricamente como potencia terrestre. Esta característica geográfica ha influido profundamente en su planteamiento militar, su estructura social y su tendencia a la autocracia.
La construcción de portaaviones, por tanto, representó un cambio significativo en su doctrina militar, evidenciado por el ambicioso proyecto Almirante Kuznetsov. Sin embargo, la disolución de la Unión Soviética sumió este proyecto en la incertidumbre, dejando a Rusia un legado naval complejo y lleno de desafíos.
En la era postsoviética, Rusia heredó el Almirante Kuznetsoven condiciones que distan mucho de ser ideales. La falta de experiencia y recursos para el mantenimiento de una flota de portaaviones, unida a las complicaciones económicas, limitaron seriamente sus capacidades operativas.
El Kuznetsov, junto con su buque gemelo que acabaría convirtiéndose en el “Liaoning” chino, simboliza los retos y las aspiraciones truncadas de la proyección del poder naval ruso en un nuevo orden mundial.
Retos operativos del Almirante Kuznetsov
El portaaviones Almirante Kuznetsov, que opera con mazut —una sustancia densa de bajo valor energético—, destaca no solo por su economía, sino también por sus importantes implicaciones medioambientales y operativas. Este combustible, aunque barato, produce considerables emisiones contaminantes, exponiendo tanto a la tripulación como a la maquinaria a posibles riesgos para la salud y la eficiencia operativa.
La estela de humo visible que deja su chimenea no solo afecta al medio ambiente, sino que también presenta un riesgo táctico al hacer que el buque sea más detectable por las fuerzas enemigas.
Tecnología de despegue en el Kuznetsov
A diferencia de sus homólogos estadounidenses, que incorporan avanzadas catapultas de vapor o electromagnéticas para el lanzamiento de aeronaves, el “Almirante Kuznetsov” emplea una rampa de salto de esquí.
Esta característica obliga a los aviones a despegar con un peso reducido, lo que limita su carga de armamento y, por tanto, su capacidad ofensiva. La infraestructura del buque refleja las limitaciones de su época de construcción, con deficiencias en sistemas esenciales como el transporte de combustible, lo que repercute directamente en su operatividad y mantenimiento.
El reto del mantenimiento: Obstáculos permanentes para el Kuznetsov
El mantenimiento del Admiral Kuznetsovha sido esporádico y notoriamente inadecuado, plagado de problemas derivados de un diseño anticuado y de la falta de inversión en reparaciones críticas.
La dependencia de un remolcador para la movilización subraya la gravedad de sus fallos mecánicos y la limitada capacidad operativa del portaaviones. Estas dificultades, unidas a una serie de problemas técnicos, han mermado considerablemente su rendimiento y fiabilidad.
El incierto futuro del Admiral Kuznetsov
El Almirante Kuznetsovsimboliza una encrucijada entre las ambiciones marítimas rusas y la realidad operativa. A pesar de los numerosos retos, Rusia persiste en su inversión en este buque, movida por la preocupación ante una posible laguna estratégica en sus capacidades navales.
La perspectiva de una asociación de portaaviones con China sugiere un cálculo estratégico para reforzar su postura frente a Estados Unidos, a pesar de las limitaciones técnicas y operativas que caracterizan al Kuznetsov.
Este planteamiento refleja un compromiso entre el mantenimiento de una presencia simbólica en el campo de los portaaviones y la realidad de operar uno de los buques más problemáticos de su clase en el panorama naval contemporáneo.