El B-21 Raider marcó un hito en la aviación militar estadounidense con su primer vuelo, demostrando el compromiso del Pentágono con la disuasión convencional y nuclear. Sin embargo, el panorama de la guerra ha evolucionado significativamente en las últimas dos décadas, y para mantener su relevancia en la década de 2030 y más allá, el B-21 necesitará un equipo de apoyo sólido.
La importancia de la “masa asequible” y los desafíos del sigilo
Los bombarderos furtivos como el B-21 tienen el objetivo de proporcionar lo que se denomina “masa asequible”, es decir, la capacidad de usar armamento más pequeño y menos costoso debido a la habilidad del avión para acercarse al objetivo sin ser detectado. Sin embargo, con los avances en los radares de defensa aérea y los sensores espaciales, cada vez es más difícil acercarse sigilosamente a un objetivo.
El diseño del B-21 se centra en evadir radares enemigos, detectores de infrarrojos y cámaras de video. Sin embargo, a medida que más satélites y aviones no tripulados se integran en las redes de defensa aérea enemigas, mantener esta invisibilidad será un desafío en las próximas décadas.
Si los B-21 se ven obligados a lanzar desde más lejos, tendrán que portar misiles más grandes y costosos, que podrían necesitar datos de apuntamiento actualizados debido al tiempo prolongado de vuelo.
El B-21 y el cambio en la dinámica del poder aéreo
En el siglo XX, la creencia dominante era que los bombarderos podrían alcanzar siempre sus objetivos, ya que las defensas aéreas no eran tan precisas ni podían alcanzar altitudes elevadas. Sin embargo, los sistemas modernos de defensa aérea han cambiado este panorama, haciendo que los cielos sean peligrosos para la mayoría de los aviones.
Incluso un bombardero como el B-21, con su perfil bajo, revestimientos que absorben los radares y conductos de escape únicos, podría ser detectado si se observa desde el ángulo correcto en las condiciones adecuadas. Para minimizar su detección, las Fuerzas Aéreas podrían desplegar aviones no tripulados junto al B-21 para interferir en los radares o actuar como señuelos electrónicos.
La necesidad de compañeros de equipo sin tripulación y el desafío de la logística
A pesar de las ventajas que ofrecen los aviones no tripulados en términos de interferencia y señuelos, no es práctico que acompañen a los bombarderos durante todo su trayecto. Esto se debe a que tendrían que tener el mismo alcance, velocidad y sigilo que el bombardero, lo que podría resultar prohibitivamente costoso.
En su lugar, las Fuerzas Aéreas deberían planificar el despliegue de apoyo del B-21 en el lugar. Esto podría implicar el uso de barcos, aviones o tropas en tierra lanzando drones de interferencia, señuelos o antirradiación más pequeños, menos sigilosos y menos costosos.
El desafío de la precisión y el papel de los sistemas no tripulados
Un desafío clave para lograr una “masa asequible” es asegurar que cada misil lanzado por un B-21 alcance su objetivo. Los objetivos dignos de un ataque con un B-21 estarán bien defendidos, y un adversario astuto podría emplear tácticas de distracción, como el uso de buques comerciales y lanzamisiles falsos, para absorber los ataques estadounidenses.
Los sistemas no tripulados más pequeños también pueden ayudar al B-21 a sortear un campo de batalla caótico y neutralizar las defensas aéreas enemigas. Estos “compañeros de equipo” podrían ayudar a identificar objetivos de alto valor y bloquear o atacar las defensas aéreas.
La importancia de la integración y el desafío de la tecnología
El logro de una “masa asequible” requiere desplazar gran parte del desafío tecnológico, desde el desarrollo de nuevas plataformas como el B-21 hasta la integración de las que ya están disponibles. Sin embargo, las redes de comunicación, el software de planificación y control de misiones y los tejidos de datos que estas plataformas utilizarán aún no están listos.
El Pentágono está trabajando para hacer que equipos como el que necesita el B-21 no solo sean viables, sino comunes. Sin embargo, este esfuerzo requiere nuevas inversiones y la atención sostenida de los líderes, que a menudo están centrados en nuevos barcos, aviones o sistemas.