La Fuerza Aérea de los Estados Unidos ha emprendido el notable proceso de reintegrar a servicio un bombardero B-1B Lancer, marcando su primera reactivación desde el depósito de aeronaves en desuso conocido como el “Boneyard” en varias décadas.
La preservación de estas aeronaves trasciende el mero almacenaje, sometiéndolas a procesos especializados para frenar su deterioro.
Reintegración del B-1B Lancer: Desafíos y Compromiso
A medida que el Rockwell B-1B Lancer se acerca a su jubilación programada para la próxima década, la apremiante necesidad de las Fuerzas Aéreas de EE. UU. de mantener un contingente operativo provoca la vuelta al servicio de un B-1B, previamente retirado y almacenado en el “Boneyard” para un descanso prolongado. Este acontecimiento marca la primera vez en décadas que un Lancer ha sido reactivado tras su retirada.
Restaurar un B-1B Lancer para reanudar las operaciones aéreas no es una empresa trivial. Los aviones en desuso suelen descansar en el 309º Grupo de Mantenimiento y Regeneración Aeroespacial (AMARG) de la Base Davis-Monthan de la Fuerza Aérea (Arizona), una entidad encargada no solo de preservar los aviones para el ejército estadounidense, la NASA y los aliados internacionales, sino también de reactivarlos.
Las aeronaves conservadas allí, lejos de estar listas para su exhibición, requieren un mantenimiento meticuloso que incluye la protección de los conductos de fluidos con aceites conservantes, el sellado de agujeros para evitar la incursión de la fauna, y el recubrimiento de las cabinas y respiraderos con conservantes de látex para mitigar el impacto ambiental.
Además, los componentes explosivos, como los propulsores de los sistemas de eyección, se retiran para garantizar su integridad y seguridad.
Resurgimiento del B-1B Lancer: Mantenimiento y Reactivación
La historia de la producción del bombardero supersónico pesado B-1, con su característica ala de barrido variable, comenzó en 1988 bajo la égida de Rockwell. De los 104 B-1 producidos, menos de 50 permanecen en servicio activo.
La notable reducción del arsenal de las Fuerzas Aéreas estadounidenses se puso de manifiesto con la retirada de 17 B-1 entre febrero y septiembre de 2021, motivada por los desorbitados costes de su reincorporación al servicio activo, estimados en decenas de millones por unidad. Sin embargo, cuatro de estos aviones se conservaron en un estado que permitía su eventual recuperación.
La decisión de revivir uno de estos bombarderos ayuda a mantener operativos 44 B-1B, utilizando piezas de repuesto de otro avión que se incendió en abril de 2022 durante una prueba de motores. Aunque ese incidente marcó el final de su servicio, la minuciosa investigación que siguió permitió recuperar 49 piezas valoradas en más de 2,7 millones de dólares. En octubre de 2023 comenzó el proceso de desmilitarización y posterior regeneración del B-1B siniestrado en las bases aéreas de Dyess (Texas) y Tinker (Oklahoma), lo que augura su reincorporación a la flota activa de Dyess a finales de año.
Recuperación y Reutilización de Componentes del B-1B
Componentes clave como el ala izquierda y la góndola se transfirieron al 436º Escuadrón de Entrenamiento, el único laboratorio de accidentes del Mando de Combate Aéreo, en apoyo de sus programas de formación en investigación de accidentes. Además, el fuselaje fue objeto de estudio por parte del Instituto Nacional de Investigación Aeronáutica de la Universidad Estatal de Wichita, donde se desarrolló un gemelo digital del B-1.
Este esfuerzo facilitará la identificación de vulnerabilidades estructurales y servirá de base para futuras mejoras del bombardero. Un modelo informático detallado se convierte en una herramienta inestimable para prevenir fallos y garantizar la operatividad de la flota restante.
El coronel Joshua Pope, comandante del 7º Grupo de Mantenimiento, destacó este proyecto como una demostración de la capacidad de superación y adaptación del equipo ante la adversidad. La estrategia de desmilitarización no solo permitió realizar inspecciones proactivas y reparaciones estructurales, sino que también optimizó los costes y el tiempo de mantenimiento, minimizando el impacto en la disponibilidad operativa de los B-1B y preservando al mismo tiempo la seguridad de la flota.
El Retorno del B-1B al Escuadrón de Dyess
La anticipación crece en la Base Aérea Dyess por la inminente incorporación de un renovado B-1B Lancer, destinado a reemplazar una unidad previamente desmilitarizada. Este avión, rescatado del “Boneyard” en la Base Aérea Davis-Monthan, ha realizado un aterrizaje clave en la Base Aérea Tinker para someterse a una profunda restauración y mantenimiento. El proceso de revitalización abarcará numerosas inspecciones y mejoras, integrando componentes del bombardero desmilitarizado, con la meta de reintegrarlo a la flota de Dyess antes de concluir el año.
El coronel Seth Spanier, comandante del 7º Ala de Bombarderos, expresó su admiración por la capacidad de la Fuerza Aérea para reactivar una aeronave que había permanecido inactiva durante años, transformándola en un activo operativo para misiones de ataque de largo alcance en un periodo tan corto. “Esta iniciativa es una clara muestra de nuestro firme compromiso con la preservación de una fuerza de ataque aéreo eficaz y creíble”, afirmó.
Este escenario podría no ser un caso aislado, ya que la Fuerza Aérea evalúa la necesidad de reemplazar otro B-1B que sufrió un accidente al aterrizar en la Base Aérea de Ellsworth, Dakota del Sur, en enero. Este incidente, catalogado como de clase A por su gravedad, podría requerir esfuerzos adicionales por parte de los equipos de mantenimiento para asegurar la operatividad continua de la venerable flota de BONE.