El B-1B fue vital en la disuasión nuclear en la Guerra Fría, integrando la tríada nuclear de EE. UU. en su primera década.
A medida que el año pasado se despedía, las Fuerzas Aéreas de EE. UU. en la Base Dyess, específicamente en el 7º Ala de Bombarderos, recibieron una versión recientemente actualizada del B-1B Lancer. Este venerable bombardero, que cuenta ya casi cinco décadas de servicio, ha sido equipado con una serie de innovaciones tecnológicas para mantener su relevancia en la era moderna. Entre ellas se destacan un avanzado sistema de identificación Amigo-Enemigo, capacidades de comunicación táctica de datos Link 16, un sistema de almacenamiento de datos de gran capacidad, aviónica defensiva mejorada y sistemas de comunicación seguros.
Este proceso de actualización se enmarca dentro del programa BEAST (B-1 Embracing Agile Scheduling Team) de las Fuerzas Aéreas, cuyo objetivo es aligerar la carga de trabajo de las tripulaciones, permitiéndoles centrarse más en el “empleo en combate del propio sistema de armas”, según palabras del comandante del 7º Grupo de Operaciones. Estas mejoras garantizan que el Lancer continúe surcando los cielos hasta que sea relevado por su sucesor, el B-21 Raider.
El linaje y evolución del B-1B Lancer
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Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos identificaron la necesidad de un bombardero moderno que combinara la capacidad de carga del Boeing B-52 Stratofortress con la velocidad del Convair B-58 Hustler. En ese entonces, el XB-70 Valkyrie de North American Aviation fue seleccionado para cumplir esta función, gracias a su capacidad de volar a velocidades superiores al famoso Lockheed Martin U-2, convirtiéndolo en el contendiente ideal contra los interceptores soviéticos.
Sin embargo, hacia finales de esa década, el escenario de amenazas había evolucionado. La Unión Soviética había desarrollado misiles tierra-aire (SAM), capaces incluso de derribar aviones espía U-2 de la CIA. Con la llegada de Richard Nixon a la presidencia, se reinstauró el programa de Avión Estratégico Tripulado Avanzado (AMSA), renombrado posteriormente como B-1A, marcando el inicio de una nueva serie de designaciones para bombarderos, establecida en 1962.
Varias empresas manufactureras de renombre presentaron propuestas en 1970, resultando ganadora North American Rockwell (luego Rockwell International). Al igual que el XB-70 y el F-111 Aardvark, el prototipo de Rockwell presentaba alas de barrido variable para mayor sustentación en despegue y aterrizaje, así como una cápsula de escape para la tripulación. A pesar de sus capacidades, el B-1 enfrentó retos significativos, incluyendo un aumento exponencial en costos y vulnerabilidades ante las capacidades soviéticas de defensa aérea. Tras el incidente del piloto soviético Viktor Belenko con un MiG-25, EE. UU. comprendió la visibilidad de aviones de baja altitud ante el radar soviético, llevando al presidente Jimmy Carter a cancelar el programa en 1977.
Resurgimiento y adaptación del B-1B en la era moderna
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El cambio de administraciones en la década de 1980 revitalizó el proyecto B-1. El presidente Ronald Reagan reanudó el programa, aprobando una nueva variante, el B-1B, en 1981. Con un diseño enfocado en desafiar la defensa aérea soviética, aunque más lento que el B-1A original, el B-1B era menos costoso.
El Ejército del Aire resalta que el Lancer incluye “una estructura adicional para aumentar la carga útil en 74.000 libras, un radar mejorado y una reducción significativa de la sección transversal del radar”. El B-1B destaca por su impresionante aviónica, incluyendo un radar de apertura sintética para rastreo y ataque de objetivos en movimiento, y un sistema de navegación inercial asistido por GPS. Durante su primera década en la Guerra Fría, el B-1B fue un elemento clave en la disuasión nuclear, formando parte de la tríada nuclear estadounidense. Tras la disolución de la URSS, su misión evolucionó.
El B-1B Lancer en la actualidad y su futuro
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Con el tratado START de 2007, el Lancer asumió un rol protagónico en la fuerza de bombarderos de largo alcance, adaptándose para transportar armamento convencional. A pesar de su antigüedad, mantiene casi 50 récords mundiales en su categoría. Su bautismo de fuego fue durante la Operación Zorro del Desierto en 1998, donde seis B-1 participaron en la operación Allied Force en Irak, desempeñando un papel crucial en el conflicto.
A medida que se acerca su medio siglo de servicio, la jubilación del Lancer es inminente. Se prevé que para 2026, el B-21 Raider de Northrop Grumman lo reemplace. No obstante, incluso al borde de su retiro, el B-1B Lancer permanecerá como un ícono venerado tanto por aficionados a la aviación como por expertos militares,
El B-1B Lancer ha recibido innovaciones clave para mantenerse relevante: un avanzado sistema de identificación Amigo-Enemigo, comunicación táctica de datos Link 16, un sistema de almacenamiento de datos de gran capacidad, aviónica defensiva mejorada y sistemas de comunicación seguros. Estas actualizaciones aseguran que el Lancer siga siendo efectivo en la era moderna.
El programa BEAST (B-1 Embracing Agile Scheduling Team) apunta a aligerar la carga de trabajo de las tripulaciones del B-1B Lancer, permitiéndoles enfocarse más en el combate. Este enfoque mejora la eficiencia operativa y asegura un mejor empleo del sistema de armas del Lancer.
Post-Segunda Guerra Mundial, EE. UU. buscaba un bombardero que combinara la capacidad de carga del Boeing B-52 con la velocidad del Convair B-58. El B-1B Lancer fue desarrollado para satisfacer esta necesidad, ofreciendo alta velocidad y capacidad de carga, siendo eficaz contra interceptores soviéticos.
Inicialmente, parte de la tríada nuclear de EE. UU., el B-1B Lancer se adaptó a un papel más convencional tras la Guerra Fría. Con el tratado START de 2007, asumió un rol en la fuerza de bombarderos de largo alcance, destacando por su capacidad para transportar armamento convencional.
Con la introducción del B-21 Raider prevista para 2026, el B-1B Lancer se aproxima a su retiro. Sin embargo, hasta entonces, sigue siendo una pieza fundamental en la aviación militar, manteniendo su estatus icónico entre expertos y aficionados a la aviación.