El 15 de octubre, un Su-27 ruso interceptó un UAV RQ-4B Global Hawk estadounidense cerca de la frontera rusa, destacando la capacidad defensiva aérea del país.
El domingo 15 de octubre, el Ministerio de Defensa de Rusia anunció la movilización de un Su-27 de las Fuerzas de Defensa Aérea para proteger la soberanía territorial del país. Este movimiento se produjo en respuesta a la detección de una aeronave no identificada aproximándose desde el mar Negro hacia el territorio ruso.
Los operadores del Su-27 actuaron con rapidez, identificando al objeto volador como un dron de reconocimiento RQ-4B Global Hawk, perteneciente a las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. El encuentro ocasionó una alteración inmediata del curso del Global Hawk tan pronto como el caza ruso se posicionó en proximidad.
Según el informe oficial, el Su-27 retornó a su punto de partida sin incidentes, respetando las fronteras nacionales y las regulaciones internacionales de vuelo sobre aguas internacionales.
Este evento recuerda a un incidente previo ocurrido el 6 de octubre sobre el mar de Noruega, en el que un MiG-31 ruso confrontó a un P-8A Poseidon de la Marina de EE. UU. bajo circunstancias similares. En ambos casos, los aviones americanos desistieron en su aproximación tras la rápida respuesta rusa, y se reiteró que las acciones del MiG-31 se hallaban dentro de los estándares internacionales del tráfico aéreo.
El Su-27 es una opción recurrente para tareas de intercepción por parte de Rusia debido a sus capacidades específicas. Entre estas, destaca su amplio radio de acción, permitiéndole cubrir extensas zonas y contrarrestar amenazas con agilidad.
Además, el Su-27 es conocido por su arsenal avanzado, contando con diversos misiles aire-aire de mediano y largo alcance. Su sistema de radar de alta tecnología también es fundamental, capaz de identificar y seguir múltiples blancos a la vez, facilitando confrontaciones tácticas efectivas.
Adicionalmente, el diseño resistente del Su-27 le capacita para soportar intensas fuerzas G y realizar maniobras complejas, siendo esencial en combates cercanos y misiones agresivas de intercepción.
Por otro lado, el RQ-4B Global Hawk, desarrollado por Northrop Grumman para las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, es un UAV especializado en misiones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR). Su envergadura supera los 130 pies y es capaz de alcanzar altitudes de 60,000 pies, ofreciendo amplia cobertura y endurance en vuelo.
Con respecto a sus especificaciones técnicas, el RQ-4B Global Hawk se mueve gracias a un motor turbohélice Rolls-Royce AE 2100D3, permitiéndole alcanzar velocidades máximas de aproximadamente 357 nudos [410 mph]. Su rango supera las 12,000 millas náuticas, y tiene la capacidad de sostenerse en vuelo por más de 30 horas consecutivas. Este UAV posee una tecnología de punta en sensores y sistemas de comunicación, incorporando radar de apertura sintética, cámaras electroópticas/infrarrojas y dispositivos para inteligencia de señales.
El propósito primordial del RQ-4B Global Hawk es la recolección de datos de inteligencia a través de reconocimiento aéreo. Sus sensores y cámaras sofisticados facilitan la obtención de imágenes en alta resolución, la identificación y seguimiento de objetivos móviles, y la recopilación de inteligencia de señales.
La impresionante autonomía del Global Hawk, junto con su operatividad a altas altitudes, lo posicionan como el recurso ideal para monitorear extensos territorios, realizar tareas de vigilancia y suministrar una apreciación situacional en tiempo real a las comandancias militares. Su despliegue es versátil, adaptándose a múltiples contextos como la supervisión de fronteras, asistencia en desastres naturales y monitoreo de amenazas emergentes.
El RQ-4B Global Hawk ha tenido un extenso historial de uso por parte del ejército de Estados Unidos en misiones tanto militares como humanitarias. Su participación ha sido fundamental en operativos como la lucha contra el terrorismo, supervisión de regiones en conflicto y en respuestas ante desastres.
El episodio del 14 de marzo del presente año será un hito en el historial del conflicto entre Ucrania y Rusia. En ese momento, un Su-27 ruso realizó la intercepción de un MQ-9 Reaper perteneciente a la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Sin embargo, la intercepción fue apenas el comienzo de un suceso que resonará por mucho tiempo.
“Según el Mando Europeo de EE. UU., esta madrugada un Su-27 ruso llevó a cabo una interceptación de un MQ-9 Reaper de la Fuerza Aérea de EE. UU. en una misión sobre el mar Negro, en algún momento, la aeronave rusa colisionó con el avión no tripulado causando que el avión no tripulado se estrellara en el mar Negro”, reportó OSINTDefender.
El suceso fue corroborado de manera oficial por Washington. No obstante, fue a través del Pentágono que se obtuvo una aclaración sobre la caída del dron estadounidense. Un derrame de combustible del Su-27 sobre el dron ocasionó la pérdida de control por parte del operador del aparato aéreo, culminando con su “aterrizaje” forzoso en las aguas.