En la primavera de 2019, Estados Unidos detuvo la transferencia de equipos relacionados con el caza furtivo de quinta generación F-35 Lightning II después de que Ankara se moviera para adquirir el sistema de defensa aérea S-400 producido por Rusia. A los funcionarios estadounidenses y de la OTAN les preocupaba que el funcionamiento de ambos sistemas por parte de Turquía pudiera comprometer la seguridad del caza. Ankara se negó a dar marcha atrás en su acuerdo con Moscú, por lo que Washington expulsó a Turquía, miembro de la OTAN, del programa.
En los años transcurridos desde entonces, se han barajado varias opciones en relación con el avión, incluida una posible venta a Grecia, rival de Turquía y otro miembro de la alianza internacional.
Fuente de controversia
La expulsión de Turquía del programa F-35 ha seguido siendo una fuente de discordia entre Washington y Ankara, que ha intentado recuperar el dinero pagado a Estados Unidos por los cazas. Turquía, que había sido un miembro clave del programa F-35, ha calificado la expulsión de injustificada.
“Hemos aclarado nuestra opinión sobre el S-400. Hemos sido apartados injustamente del programa F-35 a pesar de ser uno de los socios del mismo. Estos aviones no se suministran a Turquía”, dijo el ministro de Exteriores, Mevlüt Çavuşoğlu, en una entrevista en octubre de 2021. “Si Estados Unidos no quiere resolver la cuestión de los F-35, o si el Congreso estadounidense lo bloquea, Turquía considerará otras opciones”.
El presidente turco Recep Tayyip Erdogan también ha expresado su frustración por el estancamiento del acuerdo y el año pasado declaró: “Conseguiremos estos 1.400 millones de dólares nuestros de una forma u otra”.
Una solución que se había barajado era que Turquía obtuviera cuarenta nuevos aviones de combate F-16 Fighting Falcon fabricados por Lockheed Martin, junto con cerca de 80 kits de modernización para la flota actual de la Fuerza Aérea turca.
Tropiezos
Parece que se ha avanzado poco en el año transcurrido desde que el presidente estadounidense Joe Biden se reunió con Erdogan. De hecho, es posible que Estados Unidos haya agravado la situación a propósito.
Esta semana, según informaciones aparecidas en las redes sociales, militares estadounidenses pidieron a Turquía que pagara a Estados Unidos por el almacenamiento de los F-35 que originalmente se debían a Ankara.
“Estados Unidos exigió a Türkiye (Turquía) una ‘cuota de alquiler’ por haber ‘guardado en el hangar los F-35 asignados a Türkiye’”, tuiteó el martes Clash Report.
El analista israelí Dana Levi, de Millhouse Capital, citó un informe del diario Sabah: “Los #EEUU exigieron un alquiler a Turquía alegando que ‘habían guardado en el hangar’ los cazas F-35A fabricados para #Turquía. #Ankara, por su parte, exige la devolución de los 1.400 millones de dólares pagados por el proyecto”.
El futuro de Turquía en la OTAN
La situación se ha agravado aún más por la negativa de Turquía a ratificar el ingreso de Suecia y Finlandia en la OTAN. Las dos naciones, históricamente neutrales, optaron por unirse a la alianza internacional este año después de que Rusia lanzara su invasión no provocada de Ucrania.
Incluso antes de que Ankara intentara mediar en la paz entre Kiev y Moscú, Turquía había mantenido relaciones amistosas con ambas naciones, y suministró a Ucrania varios aviones no tripulados antes de que comenzara la invasión.
Ahora parece que la guerra está acercando a Turquía a Rusia.
Erdogan ha mantenido contactos regulares con el presidente ruso Vladimir Putin, mientras que los lazos económicos entre Turquía y Rusia se mantienen prácticamente intactos a pesar de las sanciones occidentales. Turquía es una de las naciones que más ha aumentado sus importaciones de crudo ruso.
En consecuencia, la pertenencia de Turquía a la OTAN se está poniendo verdaderamente a prueba.
La expulsión del programa F-35 puede no haber sido un punto de inflexión para Turquía, pero los lazos de Ankara con Moscú ahora podrían convencer a la OTAN de que finalmente ha tenido suficiente.